Edmundo Paz Soldán. Foto de Bernardo Pérez ("El País")
'Me interesa ahondar en la herida'
BARBARA CELIS 09/04/2011
El autor de Norte elige personajes extremos con una profunda carga simbólica para ilustrar "el miedo en el imaginario del americano medio" respecto a la inmigración latinoamericana.
En el Sur se llenan las maletas de sueños y se emprende el difícil rumbo al Norte. Pero la realidad es que muchos de los que llegan a ese Norte imaginado e idealizado por la necesidad económica acaban perdidos en él. El escritor boliviano Edmundo Paz Soldán vive en Estados Unidos desde hace más de dos décadas, tiempo suficiente para observar cómo el destino de millones de inmigrantes latinoamericanos acaba siendo fagocitado por ese inmenso país en el que la realidad y los sueños difícilmente se dan la mano. Y Norte, su novena novela, explora a través de tres personajes muy diferentes ese estado de pérdida en el que el inmigrante puede llegar a encontrarse, aunque el escritor ha optado por personajes extremos inspirados en personas reales a los que ha dotado de cierta carga simbólica. Un asesino en serie, un artista que perdió la razón y una estudiante de Literatura que opta por abandonar la academia para abrazar su verdadera pasión, el cómic, son los tres pilares sobre los que se construye Norte, un libro que se desarrolla principalmente en la cabeza de los personajes y con el que Soldán se adentra por segunda vez en las entrañas de su país adoptivo, después de haberle dedicado siete novelas a su Bolivia natal (entre ellas las premiadas El delirio de Turing y Días de papel) y de haberse convertido con ellas en uno de los máximos representantes de lo que se denominó Generación McOndo.
Este escritor, de 43 años, trabaja como profesor de Literatura Latinoamericana en la Universidad de Cornell (Ithaca) pero visitó Nueva York recientemente donde con aire risueño y espontánea simpatía conversó con Babelia.
PREGUNTA. En Norte hay tres personajes sobre los que se construyen tres historias que de alguna manera llegan a cruzarse. Sin embargo, el personaje de Jesús, el asesino en serie, es el que parece dominar el libro, o al menos es el que atrapa con mayor fuerza al lector...
RESPUESTA. A veces unos personajes adquieren más protagonismo que otros. Al arrancar el libro esa no era la idea, pero a medida que avanzaba Jesús se acabó imponiendo. Al terminar mi anterior novela, Los vivos y los muertos, sentí que aún me quedaba mucho por explorar en el ámbito de la violencia. Y con Jesús, que está inspirado en un asesino en serie real, he regresado a ese primer amor que tuve de adolescente hacia las novelas policiacas. Entonces lo que me interesaba era la solución del caso y ahora en cambio lo que me atraía era ahondar en la mente del asesino.
P. Un inmigrante que ataca a mujeres blancas que viven cerca de las vías del tren... no es políticamente muy correcto, ni es buena prensa para los inmigrantes...
R. Quería que fuera un personaje que se defendiera por sí solo pero que también tuviera un valor simbólico. Jesús es la encarnación literal de ese miedo que está en el imaginario del americano medio, que piensa que el inmigrante ilegal va a entrar por la noche en su casa a violar a su mujer y a asesinar a su hija. Por eso me atraía esta figura, porque condensaba muchas de las cosas que no aparecen mucho en la discusión pública sobre la inmigración pero que existen. Recientemente el Tea Party y ese lado republicano tan recalcitrante ha sacado esas fobias y esas ansiedades a la luz. Quería narrar esa pesadilla, pero narrarla desde la cabeza del psicópata, y no reducirla a una caricatura. Además, como escritor me interesa ahondar en la herida, en el conflicto que puede plantear lo políticamente incorrecto. La novela se construye según sus personajes. Me interesa cómo son y si se defienden como personajes más allá de que sus acciones sean despreciables. Eso es lo interesante de la literatura.
P. El otro protagonista es Martín Ramírez, un artista real que acabó sus días en un manicomio y que huía de la realidad a través de sus dibujos...
R. Es una versión muy libre del personaje real, del que realmente tampoco se sabe mucho. Leí sobre él en un periódico en San Francisco y lo imaginé como otro inmigrante perdido en Estados Unidos, porque ese fue el germen de este libro, indagar en la vida de algunos de esos inmigrantes perdidos aquí. Al igual que Jesús, Martín Ramírez trataba de huir de una realidad abrumadora. Uno lo hacía a través del arte y la creación y el otro a través de la destrucción. Y por último está Michelle, estudiante de Literatura pero también dibujante de cómics, que funciona como el punto de unión de las otras historias.
P. Es un escritor muy interesado en la política, incluso llegó a plantear dedicarse a ella antes de virar completamente hacia la literatura. Norte podría haber sido una novela mucho más política, pero tomó un rumbo centrado en la psique de los protagonistas, ¿por qué?
R. No quería que la novela se convirtiera en un tratado sociológico. Uno de los personajes, el ranger, en un principio me sirvió para exponer mis ideas sobre la frontera. Pero cuando me di cuenta de ese sesgo decidí cortar esa voz, que era mucho más pronunciada en las primeras versiones del libro. No quería ser yo hablando a través del personaje. Por eso he preferido dejarlos en su perspectiva del día a día, donde no hay espacio para el análisis 'macro' de la situación.
P. ¿Se ha planteado escribir una novela más política, más de denuncia de la situación del inmigrante en Estados Unidos?
R. En la materia del deseo aparece el drama del que vive acá soñando con Latinoamérica y que al regresar allá no se encuentra a gusto. Aunque esa novela gira más en torno a la idea de inmigrante atrapado entre dos mundos. La que me estoy planteando ahora también está relacionada con psicópatas pero desde otra perspectiva. Es una novela de ciencia-ficción, pero en la que se habla de las guerras de Irak y Afganistán. Mis intereses están muy unidos a lo que ocurre a mi alrededor y en estos momentos sobre lo que me apetece reflexionar es sobre la guerra.
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