lunes, 18 de abril de 2011

PRENSA CULTURAL. "Babelia". Crítica de dos libros con la poesía de José Manuel Caballero Bonald

José Manuel Caballero Bonald

   En Babelia, suplemento cultural de "El País":
El gran noctámbulo ya no trasnocha

JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS 16/04/2011

   José Manuel Caballero Bonald publica Ruido de muchas aguas, antología que incluye poemas inéditos de su próximo libro. Además, su poesía completa se edita en bolsillo.

   "Entra la noche como un bulto / de mar vacío y de caverna, / se va esparciendo por los bordes / del alcohol y del insomnio, / lame las manos del enfermo / y el corazón de los cautivos, / y en la blancura de las páginas / entra también la noche". José Manuel Caballero Bonald (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1926) suele abrir sus lecturas públicas con el poema al que pertenecen estos versos, 'Versículos del Génesis', incluido en su primer libro, Las adivinaciones. No es, pues, extraño que los poemas dedicados a la noche sean uno de los dos grandes ejes de Ruido de muchas aguas, su antología más reciente, elaborada por la poeta Aurora Luque. "La noche siempre ha sido para mí una metáfora múltiple, hay muchas cosas detrás de la noche: la libertad, la incertidumbre, la parte oscura de la realidad...", explica Caballero Bonald en su casa madrileña durante una tarde de cortinas cerradas que, con la charla, se irá volviendo cada vez más oscura hasta borrar afuera la ciudad desprevenida.
   El autor de títulos clásicos de la poesía española contemporánea como Descrédito del héroe (1977) o La noche no tiene paredes (2009) descubrió el de esta selección "releyendo el Apocalipsis" y en él se resume a la perfección esa confusión nocturna que iguala al místico y al trasnochador. "Quizá eso forma parte de mis propias contradicciones", dice el poeta. "Como lector, cada vez estoy más cerca de los místicos, no solo de los cristianos, también de los musulmanes, de los sufíes. Me atrae mucho la mística como forma de conocimiento de una verdad oscura. Y el lado opuesto: la noche como aventura, como escapada, algo que yo he vivido muy de cerca". Tradicionalmente más noctámbulo que madrugador, Caballero Bonald dice ahora se tiene prohibido a sí mismo trasnochar: "Ya no salgo como antes, qué va, la edad no me deja. Es una especie de desaliento... saber que ya no resistes, que ya no es como antes. La cabronada de la vejez".
   "Hermano de la noche hermano mío de la insomne potencia de la noche / atrévete a surcar el ávido oleaje del deseo". Son, de nuevo, versos, versículos. Esta vez del último libro que ha escrito Caballero Bonald. Se publicará durante el próximo invierno pero aún no tiene título definitivo. Entretanto, el largo fragmento recogido en Ruido de muchas aguas permite comprobar en su escritura una fuerza inesperada en alguien de su edad. "Este nuevo libro me rejuvenece en cierto modo", admite el poeta. "He andado buscando nuevos aparejos expresivos, otras posibilidades... Por eso he usado otra vez el versículo largo sin métrica prefijada, pero también sin puntos ni comas. Me parecía que la continuidad del poema, su carácter acumulativo de memorias, de confesiones, lo exigía así, aunque cada verso tiene cierta unidad de sentido y supongo que la respiración reflexiva del lector se adapta bien a esa forma".
   "Pensar que nunca quise recurrir a otra belleza que la más ilegible", sigue diciendo este poema-libro que se acerca a los límites de la oscuridad: "Hay en este libro muchas paradojas, muchas contradicciones, ese consabido espacio de la ambigüedad. Pienso que, en arte, la ambigüedad es poco menos que un fundamento, una especie de soporte ineludible. Yo no estoy seguro de nada, cada vez tengo más dudas, y creo que mi poesía también está afectada por esas dudas, por esa ambigüedad, ha llegado a ser como un estado de ánimo".
   Además, el autor de Laberinto de Fortuna dice haber vuelto a "creer" en algo en cuya existencia nunca había reparado: la inspiración. "Sí, ha sido como una sensación que ya tenía más que olvidada. Estaba escribiendo como si realmente estuviera ingresando en esa zona prohibida de la imaginación que se parece mucho a la iluminación intuitiva, algo así de literario... Me sentía emocionado con lo que estaba escribiendo. Y lo hice en muy poco tiempo, como en trance, una experiencia que se parece mucho a la exaltación". En alguna ocasión, el propio Caballero Bonald ha definido la poesía como una mezcla de música y matemática. ¿Cómo se corrige un arrebato así? "Me importa mucho la música y el rigor del poema, como si dijéramos una mezcla de sensibilidad y conocimiento, pero por ahí anda también lo que se entiende por inspiración... y ese es un estímulo peligroso, claro, muy poco fiable. El primer borrador era más bien torrencial y todavía ando por ahí reparando algunas averías, algunos desajustes".
   Junto a la noche, la otra mitad de Ruido de muchas aguas es el mar, concretamente el mar de Argónida, un territorio inventado pero cuyo paisaje es el de la desembocadura del Guadalquivir. "Ese territorio forma parte esencial de mi memoria, de los mitos de mi infancia. Frente a ese mundo me he hecho hombre y escritor", explica este jerezano irónico para el que su Argónida tiene también algo de respuesta a la Andalucía más tópica: "Algo tiene, sí, incluso de respuesta de doble filo. Detesto la Andalucía oficial, todos esos odiosos andaluces profesionales... Por eso me invento una Andalucía presunta que tal vez solo sea válida a efectos poéticos, pero que a mí también me sirve para ir viviendo".
   La edición de Ruido de muchas aguas coincide con la aparición en bolsillo de Somos el tiempo que nos queda, un volumen de 800 páginas que reúne su poesía completa. Además, el año que viene se cumplen 60 de la publicación del primer libro de Caballero Bonald, el citado Las adivinaciones. Imposible no hacer balance: "Miro el índice general de mi obra y me siento bastante de acuerdo con lo que he hecho. El libro mío que menos me gusta no es el primero, que suele quedarse tan a trasmano que piensas que es un ensayo de lo que va a venir, pero no, el que siento menos próximo es Pliegos de cordel. Fue el tributo a una etapa histórica, la del socialrealismo. No es que lo repudie, pero ya no comparto algunas de sus simplificaciones. Era muy consciente de que estaba poniendo mi poesía al servicio de una causa política, la lucha antifranquista y todo eso, cosa que históricamente está más que justificada. Se trataba de contar en la poesía lo que no se contaba en los periódicos".
   El balance también tiene que ver con eso que llaman posteridad, incluida la que conlleva ganar un galardón como el 'Cervantes', cuyas quinielas suelen incluir desde hace años a este hombre que tiene ya casi todos los premios. ¿Se ha planteado que podría ganarlo? "Sí, claro. Yo creo que ese premio también tiene su propio escalafón, te toca por viejo y por no haber dimitido, por estar todavía en la brecha (risas)". La noche, como un vértigo, se va cerrando sobre la conversación y el poeta admite que, más allá de lo sonoro del título, somos el tiempo que nos queda: "El tiempo es una losa que aumenta de peso con los días. A mi edad entiendes perfectamente esas figuras horacianas que no son literatura: el tempus fugit y todo eso. No siento angustia, en el fondo hay una cierta placidez. El pasado se alarga y el porvenir se acorta. ¿El futuro? Para mí ya es algo muy vago, muy difuso. Yo soy mi pasado, ese es mi alimento. Mi amigo Antonio Gades solía decir algo con lo que me identifico: todavía me queda mucho pasado por delante".

   Ruido de muchas aguas. José Manuel Caballero Bonald. Selección y prólogo de Aurora Luque. Visor. Madrid, 2011. 192 páginas. 24 euros. Somos el tiempo que nos queda. Obra poética completa. 1952-2009. Seix Barral-Austral. Barcelona, 2011. 802 páginas. 12,95 euros.

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