viernes, 23 de octubre de 2009

LECTURA. Alberto Manguel y Marco Denevi



Así comienza la Introducción que Alberto Manguel escribió para Ceremonias secretas, de Marco Denevi, en la edición de 1996 de Alianza Editorial:

   En su libro Falsificaciones (Buenos Aires, 1966), atribuye Marco Denevi la siguiente historia al apócrifo Omar Denice, autor de Apostillas a los clásicos:

   En la corte de Alcinoo, rey de los feacios, un aedo de nombre Demódoco canta las hazañas de los griegos de Troya.
   Los jóvenes escuchan. Cuando Demódoco termina su relato, comentan en voz alta:
   -Los versos, bien medidos.
   -Las metáforas, brillantes y vigorosas.
   -El lenguaje, adecuado a las situaciones.
   -Esto, en cuanto a la forma. Analicemos ahora el fondo.
   -Sobresaliente, a mi juicio, el retrato de Agamenón.
   -Gracioso el episodio de Tersites.
   -Inversímil, en cambio, el ardid del caballo de madera.
   -La muerte de Patroclo me hizo llorar.
   -La sobrepasa en patetismo la de Héctor.
   -Pues, ¿y la lamentación final de Príamo?
   Entre los oyentes hay un extranjero que permanece silencioso. Nadie sabe quién es. Es Ulises.
   Y Ulises piensa: "¿Qué es lo que ha cantado Demódoco? ¿A qué Troya se ha referido, a qué griegos? No he reconocido a nadie. Aquellos sudores, aquellas lágrimas, aquellos olores, aquellas voces, aquel fuego, aquel dolor, aquel miedo, ¿dónde están? Ha balbuceado una estúpida parodia. Ahora sabrán estos jóvenes lo que fue Troya".
   Ulises comienza a hablar. Pero en seguida el auditorio lo interrumpe de mal talante:
   -Cállate, extranjero. Y cesa de falfullar ese galimatías. Tu guerra de Troya se parece más a una riña de gallos que a una contienda entre héroes. Luego del divino canto de Demódoco, ¿pretendes tú emularlo con semejante ristra de disparates?

   Narramos para conocer el mundo. Las exploraciones, los descubrimientos, las observaciones y meditaciones a las que sometemos a los hechos y objetos que nos rodean, a nuestra memoria y a nosotros mismos, no nos enseñan nada: se convierten meramente en otros hechos, en otros objetos y en otra memoria. No nos escapamos de este corredor de espejos sino con narraciones. Que un testigo -el mismo Ulises- no halle en la narración ficticia ni los sudores ni las lágrimas ni las voces de su propia experiencia poco importa a los lectores, para quienes la verdadera guerra de Troya no es más que un fait divers. Toda narración que sea, en un sentido más vasto que el mero reportaje, significativa, sucede "allá lejos y hace tiempo", en un lugar de cuyo nombre no queremos acordarnos.
   Narrar para construir una historia paralela; no la que reconozca Ulises, sino la que de alguna manera abarque y sea más generosa que la vivida por Ulises: ésa es la tarea que se propuso Marco Denevi.

No hay comentarios: