María Rosal
aguardando en la puerta de servicio,
que agacha la cerviz al puntapié,
paladea las sobras y agradece
con gestos excesivos,
como pájaro enjaulado celebrando el alpiste,
como gallo capón picoteando mierda
y engordando para el sacrificio.
Como el gato anciano y medio ciego
suplicando un lugar en la lumbre...
Somos al fin y al cabo animales domésticos,
marionetas insomnes
en el contenedor de la basura,
residuos orgánicos de difícil
clasificación.
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