Ernesto Sábato
Literatura del malestar
ERNESTO AYALA-DIP 01/05/2011
Ernesto Sabato llega a la novela cuando ve la posibilidad de salvar el callejón sin salida al que lo abocaba la ciencia. Esta idea la recoge en Uno y el universo (1945) y en Hombres y engranajes seis años después. En realidad el problema no desaparece porque él se incline definitivamente por la literatura, sino que en esta dimensión imaginaria puede aprehender y hacer comunicable ese insalvable abismo que el escritor argentino considera que separa la ciencia -su utilización de ella- del hombre. O del humanismo. Desde el abandono de la práctica de la ciencia -Sábato fue físico-, la novela le permite resituarse en el corazón de la verdadera existencia. Extraviado en la ciencia, el hombre no tiene más remedio que refugiarse en el arte. Atrapado en la red cosificadora de la práctica científica, el hombre puede encontrar en la novela su sed de misterio. Nunca creyó Ernesto Sabato en la crisis de la novela, aunque hacia los años sesenta se rebeló contra la dictadura estética de moda: el nouvelle roman (Tres aproximaciones a la literatura de nuestro tiempo, 1969). Siempre salvaguardó a esta de todos los intentos de redefinición, porque nunca dudó que fuera la novela el espacio ideal para airear los demonios del hombre contemporáneo.
En sus tres novelas, El túnel (1948), Sobre héroes y tumbas (1961) y Abbadón el exterminador (1974), el hombre se convierte en ser, sus personajes en indicios metafísicos y sus tramas en itinerarios infernales. Para Sabato el hombre es un misterio que vale la pena indagar. Desde el misterio el hombre debe combatir el racionalismo. Así aprovecha Sabato el surrealismo y la impronta camusiana. La novela, con todos los recursos compositivos que la modernidad le presta, le sirven al autor para acercarse al amor, la muerte, el mal y el más severo pesimismo. Obligadamente resumido, este es el perfil filosófico y narrativo de Sabato. Coherente, pertinaz en la búsqueda de verdades y pesimista en el diagnóstico moral del presente. En 1981 publica La robotización del hombre. Tres años más tarde le sigue Nunca más, terrible y dolorosa crónica de investigación sobre los desaparecidos durante la dictadura de los militares comandados por Rafael Videla. No es hasta 1999 que edita Antes del fin. Un texto autobiográfico, pesimista. Contradictorio y agustiniano. Radical en la premonición de un futuro desesperanzado. Su destinatario era la juventud argentina. Y en cierta manera, un libro de despedida.
Pero por sobre todas estas consideraciones y tantas otras como se puedan y deban consignar, Ernesto Sabato es el autor referencial de Sobre héroes y tumbas. Esta novela, que tantas discusiones e interrogantes abrió, le llevó al escritor argentino 13 años de trabajo infatigable. Para muchos de sus compatriotas esta es la novela de Alejandra Vidal. Para otros el relato de iniciación de Martín del Castillo. Para algunos el desasosegante, además de mil veces leído y releído y reinterpretado, Informe sobre ciegos. Para todos, la metáfora de una Argentina de historia convulsa, trágica y llena de enigmas históricos y políticos. Naturalismo, ironía, sarcasmos, la búsqueda de un sentido existencial, el enfrentamiento nihilista ante lo que no se puede explicar. Pero para mí, Sobre héroes y tumbas será siempre la primera novela argentina que leí. Y, sobre todo, para gran parte de la generación de argentinos a la que pertenezco, la novela de la hiriente, indescifrable y sublime Alejandra.
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