Vicente Verdú
La hoguera y las cenizas
VICENTE VERDÚ 19/05/2011
Cuesta decirlo, pero resulta lastimoso escuchar las explicaciones que dan a sus protestas los participantes en el llamado movimiento del 15-M. Y no se diga ya de la afasia que acompaña a la enunciación de alternativas. "Otra política es posible". ¿Cuál? ¿Por qué medios? ¿En qué sistema?
El vacío que ha dejado el fracaso de esta democracia envejecida se corresponde con el vacío de la juventud airada. Un vacío ante otro vacío, ya sea de pensamiento, de palabra u obra.
A un pecado de omisión se le encara otro pecado de lo mismo. La diferencia es que a la corrupción se opone la "indignación" y a la injusticia la "reacción" justa. Pero no hay quien saque de este punto muerto al tremendo cadáver. Los "indignados" piden "democracia real ya", pero ¿qué es la democracia existente sino "la democracia real"?
Ocurre aquí lo mismo que ocurría con el "socialismo real". Pedíamos un socialismo de verdad pero la verdad era sencillamente así de horrenda. Otra cosa era, frente al "socialismo real", el socialismo ideal o el socialismo de Marx. Como otra cosa efectivamente opuesta a la "Iglesia real" sería, para los buenos cristianos, la genuina Iglesia de Cristo. Pero ¿dónde están esos modelos? ¿Se hallan en lo real o son precisamente buenos porque viven en lo ideal?
Cuesta decirlo, pero la "democracia real" es esta democracia de baja calidad, coherente con la comida basura, la telebasura, el malestar de las aulas y las malas barras de pan. Y tampoco es cierto que en el pasado una ética superior mantuviera las cosas en un nivel ejemplar. El pasado se ha pasado precisamente porque sus artículos se han revenido y en su momento no sirvieron para soportar la evolución.
Cuesta decir estas cosas pero nada cuesta afirmar que esta Crisis es una Crisis General. Y sin vuelta atrás. No hay una democracia que recuperar ni tampoco un sistema de representación a imagen y semejanza de este pero depurado y bruñido para el provenir. El modelo ha fenecido.
¡Indignaos! es el grito que brota naturalmente de los viejos más honestos. De hecho, ellos son los mejores e impotentes ideólogos de esta protesta que los jóvenes toman como consagración de su malestar. Efectivamente, toda irritación es un estadio hacia la transformación pero ¿qué? ¿cuál?
La gran diferencia respecto al movimiento del 68, con el que se compara este 15-M, es que allí no faltaban ideas ni pensamientos, ni alternativas, ni hermosas teorías. Era la época de oro de todo eso.
Hoy, sin embargo, no es ayer ni, por tanto, es cabal regresar medio siglo atrás para recoger las cenizas vintage de lo que se quemó en aquella hoguera de ideas. Ahora, sin embargo, no hay idea que perseguir ni pensamientos que desarrollar. La información y la acción sustituyen ahora, aquí y allá, a la reflexión elaborada e ilusionada. En consecuencia, sin ideas tampoco hay "ideal" que alcanzar.
A la destrucción del sistema desde su interior siguen las fuerzas de destrucción desde las afueras. La destrucción, el terremoto, el terrorismo, el tsunami, la agitación y las matanzas árabes son la actualidad. O, como dice el Eclesiastés (3, 1-11): "Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol: un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado; un tiempo para edificar y un tiempo para demoler, (...) un tiempo para buscar y un tiempo para perder; un tiempo para guardar y un tiempo para tirar; un tiempo para amar y un tiempo para odiar...". O como exclama el Apocalipsis (13.9): "Si alguien tiene oídos que oiga".
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