Por:Juan Carlos Galindo09/06/2012
"El griego que no piensa que el Estado le roba y no se cree en el deber de desquitarse o está loco o no es griego". Contundente, aideológico y sincero, radical y provocador desde su simpleza de hombre normal, así es Kostas Jaritos, el autor de la frase, el comisario creado por Petros Markaris. Imbuido de su peculiar punto de vista y de una tozudez a prueba de bomba, Jaritos trata de resolver en Suicidio perfecto, novela de la que EL PAÍS adelanta un capítulo en exclusiva, un crimen inquietante en una Atenas agobiante y maravillosa.
Lea el capítulo 3 de Suicidio perfecto, la última obra de Markaris publicada en España por Tusquets.
Markaris sitúa a Jaritos en la Grecia de antes de los Juegos Olímpicos de 2004, un país subido a lomos de la burbuja, en la que la corrupción urbanística, el ascenso imparable de los precios de las viviendas y la compra de electrodomésticos a crédito son habituales. Un país en el que la televisión y la sociedad del espectáculo sientan las bases del debate. Igual les suena. Un país sacudido por el espectacular suicidio televisado del empresario más prominente y acaudalado en una Grecia que sin saberlo estaba sentando las bases del desastre. Añádase al escenario el uso intensivo de paraísos fiscales en connivencia con los poderes políticos y la conversión al capitalismo más brutal de quienes enarbolaron la bandera de la solidaridad y se tiene un panorama inquietantemente familiar.
Con estos ingredientes, Tusquets recupera una de las seis novelas de la serie de Jaritos, un policía peculiar, fuera de su tiempo pero con una sabiduría especial. Para los no iniciados, unas palabras del autor sobre su personaje pronunciadas en 2001: "Es un hombre de lo más corriente, que gana un mal sueldo, que tiene una familia a la que quiere y a la que tiene que alimentar y un jefe que le impone respeto y al que teme". Amante de los diccionarios, venerador de los tomates rellenos que le prepara su mujer, la extraña y entrañable Adrianí, Jaritos escruta la realidad desde otro punto de vista pero siempre en busca de la verdad. (Foto: © Iván Giménez / Tusquets)
En esta entrega, este particular comisario de Homicidios se encuentra de baja por un disparo en el pecho recibido en un caso anterior, pero es reclutado en la sombra por su jefe para investigar un caso que tiene todos los ingredientes de la novela negra con trasfondo social, algo esencial en la obra de Markaris; una historia que profundiza en el germen de la crisis que ahoga a Grecia, que la ha dejado al borde de la quiebra y que no es muy distinta en otros países: corrupción, ambición desmedida, egoísmo, falta de responsabilidad individual y gusto por vivir por encima de las posibilidades. Sin olvidar el ingrediente exterior. Una mezcla perfecta para una novela adictiva, con una trama bien resuelta que roza lo imposible y publicada coincidiendo con una Feria del Libro en la que Marx ha resucitado.
Escrito en 2003, Suicidio perfecto tiene todos los factores necesarios para meternos de lleno en un drama que vivimos a diario en vivo, incluido el auge de una extrema derecha racista, xenófoba, demagoga y paleta que recoge los frutos sembrados en el caldo de cultivo de la crisis, la miseria y la decepción.
En este caso, los fascistas al uso, no menos brutos y no menos ineptos que los señores de Amanecer Dorado que van pegando a otras diputadas de izquierdas por los platós de televisión en la Grecia real, son los responsables de la organización Filipo de Macedonia, de retórica rancia y a los que unas autoridades desorientadas por unos crímenes que no comprenden o que prefieren no comprender usarán sin problemas como chivos expiatorios.
El escritor griego, que fue la estrella de la última edición de la Barcelona Negra, colaborador habitual en los guiones del director Theo Angelopoulus, busca siempre un enfoque que empuje al lector a la solidaridad, a la crítica y a la reflexión. Por eso no esconde ciertas opiniones sobre lo que ha pasado y lo que está pasando en su país. Su obra tiene un título evocador: suicidio perfecto.
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