Jesús Aguado
II
He olvidado el olor que exhalaba tu piel cuando salías
del agua o de mis besos. Sin embargo,
recuerdo cada estrella que contemplamos juntos
y el recorrido de la luna -desde que aparecía detrás de los acantilados
hasta que, roja, el mar nos la ocultaba- que en noches como aquéllas
nos convertía en ejes, en el punto central del universo
visible. Pues los astros y las cosas
nos besaban, y tú -¿o ya no eras tú?- vivías más
en esos besos que en los tuyos.
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