A. S. Byatt, durante su visita a Madrid. / SAMUEL SÁNCHEZ ("El País")
En "El País":“El escritor no cambia el mundo; el periodista, sí”
La novelista inglesa cree que la “literatura no está para pontificar”
VERÓNICA CALDERÓN Madrid 7 JUN 2012
A. S. Byatt (Sheffield, 1936) no había cumplido los 15 años cuando la embajadora de un país escandinavo fue a su clase. “Era muy elegante e inteligente, me impactó”. Poco después, en una comida familiar, un amigo de su padre le preguntó qué quería ser de mayor. “Embajadora”, respondió sin chistar. La respuesta la dejó fría: “Pero tú no puedes ser embajadora. Esposa de embajador, quizá”.
Aquel pronóstico se quedó muy corto. Antonia Susan Duffy neé Drabble —el apellido Byatt es de su primer marido, del que se separó en 1959— es Dama del Imperio Británico, premio Booker 1990 por su novela Posesión y una de las mejores escritoras de la segunda mitad del siglo XX según The Times.Es ensayista, crítica literaria, novelista y también madre y abuela. Recuerda con nostalgia que su madre, egresada de Cambridge, no tuvo tanta suerte. Al casarse, terminó su carrera. “Mi madre era una mujer brillante. Y era muy infeliz”, comenta en Madrid, donde asistió a un homenaje a Charles Dickens en la Noche de los Libros.
A. S. Byatt posa para el fotógrafo con timidez (y cierta coquetería) —“Nunca salgo bien en ninguna foto”— y en la charla muestra una curiosidad irreductible. Tanto que en ocasiones parece que ella es la entrevistadora. “¿De verdad el Gobierno de [José Luis Rodríguez] Zapatero daba un cheque por 5.000 euros a quien tuviera un bebé?”, pregunta incrédula. Eso sí, toma previsiones. Pide un agua. “Es que si no, dejo de hablar”. “El ser humano no es bueno cambiando cosas”.
Especialista en la literatura británica de finales del siglo XIX, Byatt no cree que Europa viva su momento más difícil: muy lejos de eso. “[La crisis económica] representa una situación complicada, pero no es ni de lejos el momento más difícil que ha enfrentado Europa. Mi generación creció durante la II Guerra Mundial y lo sabe muy bien”. Reconoce, no obstante, que existen señales de alarma “como el ascenso de la ultraderecha en países de Europa”. Para explicarse mejor, busca en su bolso y saca un libro electrónico. De ahí cita un libro que recomienda para entender el tema: En el jardín de las bestias, de Erik Larson, sobre la opresión de la vida cotidiana bajo el régimen de Adolf Hitler. “No vivimos lo suficiente. Cuando apenas empezamos a comprender las cosas nos damos cuenta de que ya hemos envejecido”.
“Un escritor que pretende enseñar puede hacer mucho daño. La literatura no está para pontificar”, comenta. La habilidad para describir una tragedia sin el “sentimentalismo” que tanto desprecia es, asegura, una de las mayores cualidades de un escritor. Cita como ejemplo a Dickens: “Supo describir su tiempo. Trabajo infantil, niños abandonados, pobreza extrema. Y aun así, sus novelas son optimistas, y eso que los escritores somos destructores, generalmente”. Ante la perplejidad de su interlocutora, rápidamente aclara: “Los escritores no están hechos para cambiar el mundo. Los periodistas, sí”.
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