El escritor argentino Alberto Manguel, la semana pasada en Madrid. / CLAUDIO ÁLVAREZ
“Nuestro gran instrumento de supervivencia es la imaginación”
El escritor e historiador de la lectura Alberto Manguel acaba de publicar 'El sueño del Rey Rojo', una selección de sus ensayos
JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS Madrid 11 JUN 2012
Alberto Manguel, bonaerense de 1948, vive en Francia desde hace una década y lleva en la solapa la minúscula insignia de la Orden de las Artes y las Letras de ese país. “Hay que ponerlo en perspectiva”, dice. “Sylvester Stallone también la tiene. Por las artes, claro. Letras tiene pocas”. El escritor argentino acaba de publicar El sueño del Rey Rojo (Alianza), una selección de sus ensayos que va de la definición del lector y la biblioteca ideales a una historia de la página pasando por el libro electrónico o una crítica al editor (anglosajón) como “copiloto literario” de una obra.
Con medio millar de páginas, El sueño del Rey Rojo es un hito que sumar a títulos como Guía de lugares imaginarios, La biblioteca de noche o el célebre Una historia de la lectura. Cuando se le pregunta si no teme que lo encasillen como el que escribe sobre leer, Manguel sonríe: “Es un problema, sobre todo cuando quieres hacer otra cosa. Tengo cinco novelas y la impresión de que muchos lectores piensan que es algo que hago los domingos. Mi editora francesa me dijo: ‘Ten cuidado de no convertirte en Señor Lectura’. Corres ese riesgo porque es un tema que sigue preocupando. No está tan mal: me preocuparía más ser el Señor Salchicha”.
En su definición de la biblioteca perfecta, Alberto Manguel apunta que en ella no existen los libros prohibidos ni los recomendados. Toda su obra defiende tanto la gran literatura como la soberana libertad del lector. ¿Puede haber canon sin jerarquía? “Obviamente, hay libros mejores que otros. Mejores en el sentido que usaba Northon Frye para describir una gran obra: aquella que es dueña de una visión siempre más vasta que la de sus mejores lectores. Es decir, que permite una lectura cada vez más profunda, cada vez más intensa y cada vez distinta. Y que tienta a los lectores a través de las generaciones”. O sea, eso que llamamos clásico. Manguel es rotundo: a un lector no se le puede imponer nada. “Decir que una obra tiene una importancia universal no significa que sea para todo el mundo”, explica. “Yo confío en la inteligencia de los lectores. Si a un niño lo alimentas de McDonald’s no es culpa suya no elegir la alta gastronomía. Estamos en una sociedad que ofrece valores triviales y al mismo tiempo trata de convencer a los ciudadanos de que no son lo suficientemente inteligentes como para acceder a lo que parece más difícil. Por eso prefieren a Paulo Coelho que a San Agustín”.
El autor de Diario de lecturas no tiene siquiera teléfono móvil, pero no da mucha importancia a la disputa entre el libro de papel y el digital: “Un texto cambia dependiendo de lo que sabemos del contexto, pero también dependiendo del instrumento: no leemos igual en un manuscrito, en un códice o en una pantalla. Hay que ser conscientes”. ¿Es mejor, es peor? “Aplicar una jerarquía sería descalificar la capacidad del lector para manejar un instrumento adecuadamente. Si George Steiner lee la Odisea en un kindle, su lectura será mejor que la mía en un libro de bolsillo”. La preocupación de Manguel es otra: que consideremos irremediable la dictadura de la rentabilidad. “Es muy peligroso confundir el hecho de que los poderosos digan que hay que estudiar para conseguir un trabajo con pensar que la cultura no tiene importancia. Es difícil sustraerse a algo que se nos inculca diariamente, pero hacerlo es esencial para seguir viviendo. Los que no son realistas son los políticos, porque la realidad es que la cultura es importante, biológicamente importante. Nuestro gran instrumento de supervivencia es la imaginación, que anticipa escenarios que nos permiten resolver problemas concretos”. La electricidad no se descubrió para hacer bombillas, cuenta Manguel que fue la respuesta del rector de Oxford cuando el Primer Ministro británico, David Cameron, le dijo que no había dinero para humanidades ni ciencias puras: “Es la oposición entre un poder que quiere una sociedad que sea una máquina de producir rendimiento financiero y el ser humano como especie, que quiere seguir imaginando para sobrevivir”.
Hablando de supervivencia, en El sueño del Rey Rojo Alberto Manguel recuerda la duda que le asaltó cuando tuvo que elegir un libro para leer en el hospital tras la fulminante operación de un tumor. Después de jugar con la idea de espantar a las enfermeras con Dolor y sufrimiento, de Kierkegaard, su elegido fue el Quijote. ¿Y si ese efecto paliativo lo tiene para alguien un libro malo? “¡Pues claro! Con qué derecho vas a decir a nadie: ‘Te has enamorado de una mujer fea’. Pero puedes decirle: ‘Si lo que te gusta en Paulo Coelho —otra vez— es la noción de absurdo de la vida, hay textos que te ofrecerán la posibilidad de explorar más profundamente ese tema”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario