miércoles, 2 de junio de 2010

BIBLIOTECA. "Lucena, punto de encuentros", libro de Antonio Ortega

En la solapa:
     Antonio Ortega, lucentino de viva raíz, nacido muy cerca de su Vecina -pared por medio- La Virgen de la Aurora.
     Fotógrafo de cuna, lleva setenta años captando imágenes, ejerciendo como profesional, en tiempos pasados como documentalista, fotografía publicitaria o de estudio. Actualmente -jubilado- sigue produciendo por afición, para incrementar su archivo fotográfico, posiblemente uno de los más extensos de Andalucía (...).

     Éste es el principio de la introducción, escrita por Luisfernando Palma Robles, cronista oficial de la ciudad de Lucena, de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras:
     Si al principio fue la luz hecha letra, y si después vino la confesión crecida en la memoria, hoy llegamos al encuentro o a los encuentros. LUCENA, PUNTO DE ENCUENTROS viene ahora a fundirse en trilogía con las anteriores obras de Antonio Ortega, que, publicadas respectivamente en 1997 y 2000, tanto han contribuido al proceso desmitificador y, por ende, autentificador en alta fidelidad de los años lucentinos que componen la segunda mitad del siglo XX: LUCENA ESCRITA CON LA LUZ y MEMORIA CONFESABLE.
     Con los argumentos incontestables que conserva su archivo fotográfico, el autor nos trae de nuevo su ecléctica conclusión en la sempiterna dialéctica imagen-palabra. Tanto monta, monta tanto. Las palabras valen imágenes; las imágenes valen palabras. Ni más ni menos. Éste es el corolario, alejado de toda estridencia, que nos proporciona con su tarea expositiva la grandiosa sencillez y la humildad sublimada del doble padre -en la luz y en la letra- de las páginas que siguen. Y lo hace el maestro con la elegancia que le proporciona su madurez tan vívida. Y lo hace mientras le sale afuera la luz del corazón, que dijera don Antonio Machado, la luz que se hace cordial a fuer de la expresión escrita.


Son las primeras horas de una tarde otoñal, de deliciosa temperatura para dar un paseo hasta Sierra de Aras. El muchachito que cabalga en su burro lo hace por obligación y se encamina hacia una calera que está casi en la cumbre a recoger piedra, medio de vida de su familia. El fraile se ha detenido ante el pequeño y diestro jinete y, como buen hijo de san Francisco, ha saludado cariñosamente al noble animal y después ha sostenido un breve diálogo con el chiquillo, hijo de la inocencia.
El padre Alfonso María Muñiz era fraile de manga ancha, en la que almacenaba en aquellos tiempos de grandes necesidades bolsas de leche en polvo que el pueblo americano mandaba para mitigar parte del hambre de los españoles. Él, con su corazón generoso, iba repartiendo aquel maná entre sus amigos más necesitados junto con el consejo afectuoso y la transmisión de la gran esperanza que necesitaban, mientras desechaba las faltas que consideraba ñoñerías.
El paisaje que se contempla cuando nos vamos acercando a la sierra siempre es distinto porque siempre son versiones originales los aires, los cielos y los conciertos de los jilgueros. Había antes una espléndida panorámica de cortijos, muchos de ellos desaparecidos, como el llamado Casilla de Rojas. Nada tenía entonces de casilla sino de particular arquitectura y guardaba entre sus muros muchas anécdotas, como la gran fiesta flamenca celebrada en honor del príncipe Raniero de Mónaco, que había sido invitado a pasar unos días aquí por su amigo el industrial lucentino.

El texto anterior también es de Antonio Ortega. Como se indica en la introducción, todas las fotografías están glosadas por el propio fotógrafo. Hemos querido aquí, como muestra, reproducir uno de ellos.

El libro, impreso en Lucena en 2008, se encuentra en la BIBLIOTECA.
Gracias a Antonio Ortega por su donación.

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