Fragmento del segundo cuento (Clof, clop, clofete, clopete):
(...) Aquí, sin embargo, no se daba el caso, porque su "él" no tenía nada que ver, así que se limitó a decir: ¡pierna, oh, pierna! La movió y ella contestó con un dolor lancinante. El diálogo resultaba imposible. La extendió con la mayor cautela y el dolor se concentró sobre la columna. Columna infame. Se irritó de nuevo. Pensó que si llamaba al doctor, con quien tenía ya demasiada confianza, le diría que estaba enfermo de literatura, observación ya realizada en el pasado. Le parecía estar oyéndolo: querido amigo mío, el problema reside sobre todo en el hecho de que adoptas posturas equivocadas, mejor dicho, de que has adoptado posturas equivocadas durante toda tu vida, para escribir, porque el problema es que por desgracia tú escribes, dicho sea sin ánimo de ofender, en vez de llevar una vida más conforme a la higiene y al bienestar, es decir, irte a la piscina o a correr en pantalones cortos, como hacen otros hombres de tu edad, te pasas días enteros completamente doblado escribiendo tus libros, y además de estar doblado hacia adelante, como yo te he visto, estás también completamente torcido, que pareces una rosquilla mal hecha, tu columna vertebral parece el mar cuando sopla el ábrego, está completamente torcida, a estas alturas no te queda ya tiempo para recomponerla, pero podrías intentar atormentarla menos, las radiografías que te he traído eres incapaz de leerlas, creo yo, mañana, para que lo entiendas de una vez por todas, voy a traerte la columna vertebral de plástico con la que estudiaba yo en la universidad, que es articulada y la modelaré sobre la tuya, a ver si ves de una vez cómo la has dejado.
Editorial Anagrama. Panorama de narrativas. Nº 747. 2010. Págs. 31-32.
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