Concha García
Sin dolorLos primeros días
fueron un poco amargos, me refiero
a que la sensación se te ponía en la espalda
y se cumplía el designio.
Era un dolor como ajeno
un exceso de intimidad con ella,
un ir y venir de recuerdos que se tropezaban.
¿Cómo manifestarlo?
Si andabas apresurada, la calle no podía.
Si por el rabillo del ojo
entraban las esquinas adorables
hechas de cemento, claro, también
de vidrios, y qué escaparates.
Una hermosa lata de atún del sur
la sonrisa de la mujer
del dibujo, oh, qué momento,
mi madre poniendo la mesa,
había sacado del cesto cien gramos
de todo el porvenir que le quedaba.
(El poema forma parte de un artículo que se puede leer aquí).
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