martes, 9 de noviembre de 2010

PRENSA CULTURAL. "Babelia". Reportaje sobre la literatura china clásica, por Isabel Cervera

Isabel Cervera. Fotografía de Óscar Chamorro

En Babelia, suplemento cultural de "El País":
El sino del placer

ISABEL CERVERA 06/11/2010

La China imperial, a través de dos grandes clásicos del milenio pasado: Jin Ping Mei y Sueño en el Pabellón Rojo. Dos historias de poder, pasión y lujuria que muestran la condición humana desde Oriente. Las dos obras se traducen directamente del chino por primera vez.

Jin Ping Mei constituye uno de los relatos literarios en China en torno al que se teje una historia interminable sobre su gestación, sus versiones, su autoría, unida a su inclusión en cánones censurados dentro y fuera de China, cuya primera mención data de 1596. Son muchos los estudios realizados que han seguido los diferentes caminos que han puesto de relevancia las versiones diferentes que se han publicado a lo largo de los siglos y que han presentado múltiples mutilaciones debido a la censura. Incluso en la actualidad continúan apareciendo ediciones en chino donde los fragmentos de mayor carga sexual están mutilados con el supuesto fin de no herir la sensibilidad del lector.
Su publicación se origina a partir de copias manuscritas que circularon en medios literarios de su época bajo el anonimato del autor hasta su primera edición. Es sin duda un producto de su época donde el interés por una nueva literatura, favorecida por el desarrollo de la imprenta y el comercio de libros, permitía satisfacer una amplia demanda más allá del elitista círculo de literatos y artistas. En un lenguaje cercano, donde se intercambia la lengua culta con la vulgar, Jin Ping Mei narra la vida cotidiana donde el abuso, la escasa moralidad imperante a fines de la dinastía Ming (la penúltima que gobernó, entre los siglos XIV y XVII), queda de manifiesto a través de una nueva argumentación: la vida licenciosa de un personaje -Ximen Qing- y sus conflictivas relaciones sociales a partir de sus excesos sexuales. Son, sin duda, estos últimos los que adquieren un mayor protagonismo y bajo esta simple visión la novela comienza a ser considerada como perniciosa y maldita.
El autor juega con el conocimiento de su propio medio cultural para situar la narración en un periodo histórico anterior, la caída de la dinastía Song (969-1279), y de este modo establecer paralelismos entre comportamientos sociales a modo de denuncia de su propio presente. No crea la literatura erótica puesto que se conoce la tradición anterior, y el autor se vincula a ella mediante el préstamo de historias y canciones populares difundidas en la época. Por ello el autor prefiere huir de su protagonismo y elige la figura del narrador para desvincularse del contenido tal y como manifiesta de un modo rotundo al inicio de la novela. Se trata de un engaño que bajo una apariencia cuidadosa y hermosa encierra un contenido licencioso cuya lectura puede provocar males mayores. Pero el lector comienza a leer el texto y va desvelando los secretos que esconden los personajes y apenas puede impedir que la curiosidad sea mayor que la cautela. Parte de su éxito editorial, que no literario, quedará unido a esta cualidad que sitúa a Jin Ping Mei en el terreno del deseo, de lo que no debe ser, pero es.
Sus lectores han sido y son personas de amplia cultura literaria, pero también aquellos que se acercan a él por la fantasía que derrocha. Aproxima a un público donde ve en la novela un relato más cercano, alejado de la descripción de héroes y sabios para adentrarse en la complejidad del ser humano. Sus protagonistas desvelan sus caracteres con la misma desnudez que con la que muestran sus cuerpos y no ocultan bajo metáforas o velos sinuosos cuán despiadado y dichoso se puede llegar a comportar el ser humano en sus relaciones sociales y personales. Lo erótico y lo pornográfico se entrecruzan. El primero como sexualidad construida culturalmente y el segundo por lo descarnado de sus actuaciones que en su caso se despliegan más allá de la conducta sexual, extendiendo el carácter pornográfico a la propia conducta de los personajes.
Para ahondar en esta dualidad, a fines del XVII continúa el éxito de las ediciones ilustradas de esta y otras novelas del mismo género que aumentan si cabe la popularidad y el peligro del libro. La tradición de pinturas eróticas en las dinastías Ming y Qing (1664-1911) se desarrollan igualmente entre estos dos supuestos: la delicadeza de imágenes donde lo sutil adquiere mayor presencia frente a aquellas más explícitas que no ocultan lo que el texto describe. En su conjunto se denominan en chino chunhua o "imágenes de primavera", y fueron extraordinariamente populares tanto en su original formato en rollo horizontal como en álbumes pintados y recopilaciones de grabados. De Jin Ping Mei las primeras que se conocen son un conjunto de 200 grabados que acompañaban a una edición de fines de la dinastía Ming. Después, durante los siglos XVIII y XIX se realizaron diferentes ediciones ilustradas de las que se conocen algunas conservadas en Japón. Al igual que el anonimato de esta novela y otros relatos eróticos, las pinturas no incluyen las firmas de los autores aunque sí se conoce la preferencia de pintores relevantes por este género y desde luego el coleccionismo por parte de la clase erudita y la casa imperial. ¿Cuál era el uso de estas imágenes? La literatura más benévola las quiere relacionar con la instrucción a las jóvenes antes de su matrimonio a modo de manuales de comportamiento sexual, pero la propia literatura nos refiere otros usos no tan didácticos sino más placenteros. En Jing Pin Mei se hace una clara alusión a uno de esos usos cuando el protagonista muestra un álbum de dichas pinturas a sus amantes indicando, para dar mayor relevancia a las obras, que proceden de la colección imperial. Sus amantes las miran, y el narrador evoca con un poema el tiempo del disfrute visual de las damas. Finalmente le dicen que se las quedan para disfrutarlas entre ellas. Comentarios como éste son frecuentes en las novelas, como es también el hecho de que en algunas de estas pinturas se pueda apreciar en el suelo de la estancia donde transcurre la escena pictórica el propio Jin Ping Mei abierto. Al igual que la novela, las imágenes no eran de uso exclusivo masculino, y hasta se cree que pudieran haber sido realizadas, en algunos casos, por mujeres cuyo anonimato era doble en su calidad de pintores y mujeres.
La novela ha sido una fuente inagotable para la realización de imágenes cuya distribución estuvo inicialmente ligada al desarrollo de la imprenta, así como al de otros soportes como la decoración de porcelanas, las pequeñas tallas en marfil, tabaqueras y botellas de rape.
El conocimiento de Jin Ping Mei y de las imágenes de primavera en Occidente se remonta a las menciones censuradas que realizan los religiosos cristianos en China en su correspondencia, para mostrar especialmente en el siglo XIX la idea de la escasa moralidad del pueblo chino. Hablan de ella como la novela más depravada jamás escrita; eso sí, su juicio deja claro que no es por haberla leído sino por lo que han escuchado. Posteriormente se realizan diferentes traducciones al alemán, francés e inglés, censuradas parcialmente, e incluso llegó a estar prohibida en la Alemania nazi. Al mismo tiempo se distribuyeron en Europa las imágenes eróticas siguiendo la estela de las japonesas y fueron sometidas al escrutinio académico dentro del primer estudio de la sexualidad en China en lenguas europeas realizado por Van Gulik, así como por sus innegables cualidades artísticas.
En China la novela no dejó de sufrir mutilaciones a lo largo del siglo XX siguiendo la estela histórica que marcó el carácter censurado. El pensamiento político de Mao Zedong marcó las líneas de moralidad pública y privada de los ciudadanos chinos durante más de tres décadas, donde el placer no formaba parte del vocabulario al uso y donde se utilizaría en medios controlados siguiendo el eslogan de la revolución cultural: "Enseñando mediante ejemplos negativos".
Sin embargo la circulación popular y culta de la obra, las discusiones académicas en torno a muy diferentes cuestiones, se mantuvieron dentro y fuera del país, buscando los resquicios más propicios para ello. Es frecuente en la actualidad la edición de facsímiles de buena calidad en China aún con fragmentos censurados. Pero Ximen Qing, el licencioso protagonista, ha traspasado desde los orígenes las barreras entre lo culto y lo popular, recreando la mente e imaginación de letrados y gente común. Ediciones abreviadas de más fácil acceso, álbumes de imágenes en las que sobran las palabras, han enriquecido y sustentado la importancia de la obra. Por ello en la actualidad es un personaje igualmente reconocido cuya imagen ilustra desde tarjetas de teléfonos a cualquier otro soporte de la cultura popular. El cine ha recreado en diferentes versiones Jin Ping Mei en producciones generalmente de Singapur y Hong Kong que circulan sin dificultad en China. La calidad de las cintas no presenta un gran nivel ya que el contenido erótico es reforzado hasta el límite de lo pornográfico, ignorando en la mayoría de los casos la calidad literaria de la obra.
Afortunadamente, el lector en lengua castellana podrá gozar de la novela y juzgar por sí mismo a partir de las traducciones, en un caso directamente de la lengua china.

Isabel Cervera es profesora titular de 'Arte de Asia Oriental'. Universidad Autónoma de Madrid.

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