martes, 31 de marzo de 2009

POESÍA EN EL INSTITUTO. "Anatomía de las matrioskas", de Francisco Javier Montoro


Éste es uno de los poemas del libro:


opus tessellatum


Estoy hecho de teselas, teselas sin argamasa de unión


Quizá pasarán algunos años antes de verme totalmente

uniforme, pero hasta entonces no seré más que un resto

arqueológico


Antes los niños podían jugar con las piezas de mi puzzle,

formar mi nariz, arrancarme los ojos, amputarme una mano,

pero sus padres les regañaban y dejaron de divertirse conmigo


Y me duelen sus pellizcos zurdos


Ellos creen que se llevan algo de mí, pero les está prohibido

coger cosas del suelo

Siempre se cansan y yo no lo entiendo, nunca sabré por qué

tienen que dormir la siesta


Ahora ya no están, por eso duermo con la luz encendida, pues

quizá vendrán a recoger sus zapatos, sus juguetes y la pieza

que le falta a mi rompecabezas


FRANCISCO JAVIER HA DEJADO CINCO EJEMPLARES PARA LA BIBLIOTECA

lunes, 30 de marzo de 2009

DÍA INTERNACIONAL DEL LIBRO INFANTIL. 2 de abril 2009

Desde 1965, el 2 de abril se viene celebrando el DÍA INTERNACIONAL DEL LIBRO INFANTIL, para conmemorar la fecha de nacimiento de Hans Christian Andersen.

Para leer el mensaje y ver el cartel, pulsar AQUÍ.

PRENSA. 30 marzo 2009

En "El País":
1. Fascistas de vanguardia. El debate sobre la ideología totalitaria de escritores revolucionarios se reabre con dos libros sobre Céline y Drieu La Rochelle. Reportaje.

2. "El debate sobre los biocombustibles es demagógico". Los expertos advierten de que la crisis amenaza la lucha contra el cambio climático. Temen que se desvíen los esfuerzos hacia la recuperación de un crecimiento económico basado en la sobreexplotación del planeta. Entrevista a Jaime Terceiro Lomba, catedrático de Economía.

3. "El planeta necesita que cambiemos de modelo de vida". Entrevista a Serge Latouche, economista y teórico del decrecimiento, una propuesta que rechaza el crecer por crecer y la sociedad de consumo.

4. Ser más inteligentes que la crisis. Hay que superar la desproporción entre la dimensión mundial de los problemas y el provincianismo de las soluciones. La reforma de las normas financieras y su vigilancia deben llevarse a cabo a nivel internacional. Artículo de Daniel Innerarity, profesor de Filosofía en la Universidad de Zaragoza.

5. Los colegiales ingleses entran en la era de los 'blogs' y Wikipedia. El Gobierno británico planea una reforma de la primaria sin temarios cerrados.

domingo, 29 de marzo de 2009

LA FRANCOPHONIE. Presentación elaborada por el alumnado de 3º ESO

PRENSA. 29 marzo 2009

En "El País" y suplementos:

1. Principios. Columna de Manuel Vicent sobre las personas y sus principios.

2. Setenta años de la victoria de Franco. Artículo de Julián Casanova, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Zaragoza.

3. Aquel 1 de abril... La historia oral de la Guerra Civil se extingue. Setenta años después, algunos de los pocos testigos vivos recuerdan el fin de la contienda. Reportaje.

4. Somos la generación Cero. Tienen menos de 30 años. Pero están condenados a seguir formándose, a vivir con sus padres aún más tiempo y a esperar. Porque terminan sus estudios en plena crisis. Y sin oportunidades. Reportaje.

5. ¿Educación o condicionamiento? La función de los padres es acompañar a sus hijos para que crezcan sanos, libres e independientes. Sin embargo, muchos les imponen sus normas y creencias, dificultando que se conviertan en quienes son. Reportaje. Psicología.

6. El laberinto nuclear. Durante décadas ha tenido fama de sucia, cara y peligrosa. Hoy renace apoyada por los 'verdes nucleares' que exhiben su respeto por la atmósfera y los grupos de presión que luchan por un negocio de un billón de euros. ¿Es la energía del futuro? Reportaje.´

7. Tocados por la esperanza. Hace unos años, Marie-Sonie habría muerto. El sida la debilitó hasta la extenuación. Desde que tiene acceso a los fármacos, su vida ha mejorado. Es una de los ocho millones de enfermos en los países pobres a los que, poco a poco, va llegando el tratamiento. Reportaje.

sábado, 28 de marzo de 2009

POESÍA EN EL INSTITUTO. Presentación de "Anatomía de las matrioskas", de Javier Montoro. Imágenes

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PRENSA CULTURAL. "Babelia", 28 marzo 2009

1. El envés de la aventura. Entrevista. Bernardo Atxaga ha dado un salto radical en su literatura. "Ya he contado todo lo que debía sobre la parte más terrible de nuestra historia". Su nueva novela, Siete casas en Francia, narra el horror en una guarnición militar en el Congo belga.

2. Corrupciones más íntimas. Alberto Manguel firma la crítica de Siete casas en Francia, la novela de Atxaga. Además, un enlace para leer el PRIMER CAPÍTULO.

3. El Minotauro y la doncella. Antonio Muñoz Molina escribe un artículo sobre la exposición Suite Vollard, de Picasso, en la Fundación Mapfre, en Madrid.

4. Pío Baroja. Un café con leche a media tarde. Manuel Vicent traza un breve retrato de Baroja.

5. Artaud, el torturado. Reportaje. Vida y leyenda se funden en el autor de El teatro y su doble, que vivió consumido por la locura y las drogas. Una muestra recupera su figura.

6. La espía septuagenaria. Rosa Montero escribe un reportaje sobre la novela La invisible, de Stella Rimington. Además, el INICIO de la narración.

7. Santa Blanca Portillo sube a los cielos. Crítica del Hamlet que pone en escena el director esloveno Tomaz Pandur.

viernes, 27 de marzo de 2009

POESÍA EN EL INSTITUTO. Presentación del libro "Anatomía de las matrioskas", de Francisco Javier Montoro











































































































IMÁGENES DE LA PRESENTACIÓN

ME GUSTA LEER. Anuncio

CUENTO SEMANAL 4. "El espejo de Matsuyama". Anónimo japonés


EL ESPEJO DE MATSUYAMA

En Matsuyama, lugar remoto de la provincia japonesa de Echigo, vivía un matrimonio de jóvenes campesinos que tenían como centro y alegría de sus vidas a su pequeña hija. Un día, el marido tuvo que viajar a la capital para resolver unos asuntos y, ante el temor de su mujer por viaje tan largo y a un mundo tan desconocido, la consoló con la promesa de regresar lo antes posible y de traerle, a ella y a su hijita, hermosos regalos.
Después de una larga temporada, que a la esposa se le hizo eterna, vio por fin a su esposo de vuelta a casa y pudo oír de sus labios lo que le había sucedido y las cosas extraordinarias que había visto, mientras que la niña jugaba feliz con los juguetes que su padre le había comprado.
-Para ti -le dijo el marido a su mujer- te he traído un regalo muy extraño que sé que te va a sorprender. Míralo y dime qué ves dentro.
Era un objeto redondo, blanco por un lado, con adornos de pájaros y flores, y, por el otro, muy brillante y terso. Al mirarlo, la mujer, que nunca había visto un espejo, quedó fascinada y sorprendida al contemplar a una joven y alegre muchacha a la que no conocía. El marido se echó a reír al ver la cara de sorpresa de su esposa.
-¿Qué ves? -le preguntó con guasa.
-Veo a una hermosa joven que me mira y mueve los labios como si quisiera hablarme. -Querida -le dijo el marido-, lo que ves es tu propia cara reflejada en esa lámina de cristal. Se llama espejo y en la ciudad es un objeto muy corriente.
La mujer quedó encantada con aquel maravilloso regalo; lo guardó con sumo cuidado en una cajita y sólo, de vez en cuando, lo sacaba para contemplarse.
Pasaba el tiempo y aquella familia vivía cada día más feliz. La niña se había convertido en una linda muchacha, buena y cariñosa, que cada vez se parecía más a su madre; pero ella nunca le enseñó ni le habló del espejo para que no se vanagloriase de su propia hermosura. De esta manera, hasta el padre se olvidó de aquel espejo tan bien guardado y escondido.
Un día, la madre enfermó y, a pesar de los cuidados de padre e hija, fue empeorando, de manera que ella misma comprendió que la muerte se le acercaba. Entonces, llamó a su hija, le pidió que le trajera la caja en donde guardaba el espejo, y le dijo:
-Hija mía, sé que pronto voy a morir, pero no te entristezcas. Cuando ya no esté con ustedes, prométeme que mirarás en este espejo todos los días. Me verás en él y te darás cuenta de que, aunque desde muy lejos, siempre estaré velando por ti.
Al morir la madre, la muchacha abrió la caja del espejo y cada día, como se lo había prometido, lo miraba y en él veía la cara de su madre, tan hermosa y sonriente como antes de la enfermedad. Con ella hablaba y a ella le confiaba sus penas y sus alegrías; y, aunque su madre no le decía ni una palabra, siempre le parecía que estaba cercana, atenta y comprensiva.
Un día el padre la vio delante del espejo, como si conversara con él. Y, ante su sorpresa, la muchacha contestó:
-Padre, todos los días miro en este espejo y veo a mi querida madre y hablo con ella.
Y le contó el regalo y el ruego que su madre la había hecho antes de morir, lo que ella no había dejado de cumplir ni un solo día.
El padre quedó tan impresionado y emocionado que nunca se atrevió a decirle que lo que contemplaba todos los días en el espejo era ella misma y que, tal vez por la fuerza del amor, se había convertido en la fiel imagen del hermoso rostro de su madre.

BIBLIOTECA. "El gato negro y otros cuentos de horror", de Edgar Allan Poe.



Éstos son los cuentos que aparecen en el libro:

1. El gato negro.

2. El caso del Sr. Valdemar.

3. El barril de amontillado.

4. La máscara de la Muerte Roja.

5. Hop-Frog.

6. El pozo y el péndulo.

7. El corazón delator.

8. La caída de la casa Usher.

Editado por Vicens Vives, en su colección "Aula de Literatura", va acompañado de un amplio prólogo , de notas aclaratorias, y de una parte final de propuestas de trabajo que analizan los cuentos desde el punto de vista literario y ético.

BIBLIOTECA. "Un mundo por leer", de Guadalupe Jover


¿Cómo contribuir a la educación literaria de los adolescentes? Entre los viejos programas de historia de la literatura nacional y las aventuras individuales de animación a la lectura hay un territorio común por explorar. Este libro quisiera ofrecer herramientas para ello.

Bajo un título deliberadamente ambiguo, se apuntan tres de las coordenadas que debieran enmarcar este debate. Un mundo por leer nos recuerda que hay libros más allá de los programas escolares, más allá de las propias fronteras; libros excelentes con los que chicos y chicas podrían entablar un diálogo fecundo. Un mundo por leer nos sugiere también, en la estela de Paulo Freire, que en el ámbito educativo es imprescindible ligar la lectura de la palabra y la lectura del mundo. Un mundo por leer nos invita, además, a considerar el horizonte de expectativas en que se sitúan los adolescentes, pues es a sus miedos e inquietudes, anhelos y sueños a los que han de dar respuesta los libros con que pretendamos enseñarles a leer.
(Texto de la contracubierta).

Su autora es Guadalupe Jover, profesora de Lengua Castellana y Literatura, y ha sido editado por Octaedro, en su colección "Rosa Sensat".

ESTÁ EN LA BIBLIOTECA.

jueves, 26 de marzo de 2009

POESÍA EN EL INSTITUTO. Presentación del libro "Anatomía de las Matrioskas", de Francisco Javier Montoro

Mañana viernes, 27 de marzo, a las 20.00 horas, tendrá lugar en el Salón
de Actos del I.E.S. "Maimónides" la presentación del libro "ANATOMÍA DE LAS
MATRIOSKAS", ganador del Premio de poesía Alea Blanca 2008, de la
editorial del mismo nombre.

El autor de este libro es FRANCISCO JAVIER MONTORO CHAVES, antiguo alumno
nuestro.

La presentación del libro correrá a cargo de la poeta cordobesa Juana
Castro. También intervendrá María Torralba Luque, así mismo antigua
alumna del centro y autora del prólogo.

PRENSA. 26 marzo 2009

En "El País".

1. Internet no nos cambia tanto. Reportaje. Somos iguales en la calle y en la Red: el tímido lo es también ante la pantalla y los cientos de amigos se reducen a pocos de verdad. Los primeros estudios sobre redes sociales rompen tópicos.

2. Política es comunicación. Artículo de LLuís Bassets sobre los usos que Obama hace de los instrumentos de comunicación.

3. ¿Es el 'Cantar de Mío Cid' obra de un poeta árabe? La profesora de estudios islámicos Dolores Oliver sostiene que el cantar de gesta es obra de un poeta y jurista islámico.

En "El Día de Córdoba":

4. Medio siglo sin Raymond Chandler, el 'padre' de Philip Marlowe. El escritor, un clásico de la novela negra, firmó títulos como 'El sueño eterno', 'La ventana alta' o 'El largo adiós', todos ellos protagonizados por el cínico detective.

miércoles, 25 de marzo de 2009

HISTORIA. La expulsión de los moriscos, en 1609

Para estar al día sobre las actividades que se van organizando sobre el cuarto centenario de la expulsión de los moriscos, http://www.1609-2009.es/ incluye eventos actualizados de todo tipo. Además, sus secciones de historiografía, documentos, reseñas, imágenes, vocabulario, cronología, personajes, vida cotidiana o tópicos y arquetipos, entre otras, permiten profundizar en la historia de los moriscos en la península ibérica.

CIENCIA. BIOLOGÍA. DARWIN. LA EVOLUCIÓN HUMANA.

Coincidiendo con el 200 aniversario del nacimiento de Darwin, el Institut Català de Paleoecologia i Evolució Social (IPHES) ha estrenado un nuevo portal dedicado a la evolución humana. Evoluciona.org está dedicado a las actividades del centro e incluye un apartado sobre el autor de El origen de las especies. Con el lema "Interpreta con nosotros la evolución humana", la iniciativa es una buena herramienta de trabajo, tanto para el profesorado como para el público en general.

CONTRA LA VIOLENCIA MACHISTA. "Se acabaron las lágrimas", de Huecco

Se acabaron las lágrimas
La Fundación Mujeres y Huecco lanzan una campaña contra la violencia machista
MÁBEL GALAZ 17/03/2009

Huecco escribió Se acabaron las lágrimas y llamó a Hanna para hacer un dueto. Cuando lo tuvieron listos se fueron a Los Ángeles a grabar. Al saber el contenido de la letra, la Fundación Mujeres se puso en contacto con ellos y decidieron lanzar una campaña contra la violencia machista, las drogas y en defensa del deporte.
En el vídeo que acompaña la canción y bajo el lema "Nos duele a todas. Nos duele a todos" aparecen representantes de la vida social y política española. Desde la Ministra de Igualdad, Bibiana Aído, y el Delegado para la Violencia de Género, Miguel Lorente, a escritoras como Carmen Posadas; periodistas como Juan Ramón Lucas, Susana Griso , Angels Barcelò, Pepa Bueno, Ana Pastor, Mamen Mendizábal, Iñaki Gabilondo e Hilario Pino; gente del espectáculo como el humorista José Mota, las presentadoras Sandra Ibarra y Anne Igartiburu, los actores Pilar Bardem, Juanjo Puigcorbé, Antonia Sanjuán y Vanesa Romero.
En el vídeo también participan la jueza María Tardón (especializada en violencia de género) y el jugador de baloncesto Juan Carlos Navarro, así como los cantantes Diana Navarro, Kutxi Romero (de Marea), Rulo (de La Fuga) y Leo (de Stravaganzza).
"Reconozco que estoy sorprendido. Jamás imaginé un apoyo tan fuerte de la gente. Ha sido una respuesta unánime, un grito conjunto contra esta pesadilla que sufren muchas mujeres anónimas. He querido reflejar la solidaridad que muestran todas estas personas de ámbitos tan diferentes con esas mujeres para que no tengan la sensación de estar solas en su lucha. Este problema nos importa a todos y está por encima incluso de sensibilidades políticas", ha dicho Huecco.

Ésta es la letra:

Cuando sientes frío en la mirada,

cuando alguien ha roto tu sonrisa de cristal

y tu carita de porcelana se acuerda de su mano,

mano de metal,

u, es hora de empezar a andar,

u, se acabaron las lágrimas,

u, es hora de empezar a andar,

rompe tu jaula,

4 primaveras calladas,

las losas se callan, no saben decir na,

siente las espinas que se clavan bien adentro donde duele más,

u, es hora de empezar a andar,

u, se acabaron las lágrimas,

u, es hora de empezar a andar,

rompe tu jaula ya.

ESTRIBILLO:

mira,

escapa, que la vida se acaba, que los sueños se gastan, los minutos se marchan;

salta, que la calma te abraza, los momentos se pasan y se te rompe el alma,

ay, el alma;

cuando sientes que nunca lo extrañas,

y la lluvia cae castigando la ciudad,

ver algo tan loca en tu alma,

sus barcas en tus ojos,

y tus escudos no podrán remar,

de nada vale ya llorar,

se acabaron las lágrimas,

sientes que ya no hay marcha atrás,

rompe tu jaula ya.

ESTRIBILLO:

mira,

escapa, que la vida se acaba, que los sueños se gastan, los minutos se marchan;

salta, que la calma te abraza, los momentos se pasan y se te muere el alma,

ay, el alma,

y siente la llamada de la libertad,

rompe las cadenas que te hacen llorar,

córretela, monta y no lo pienses más,

salta, ríe, baila,

y siente la llamada de la libertad,

rompe las cadenas que te hacen llorar,

córretela, monta y no lo pienses más,

salta, ríe, baila,

escapa, que la vida se acaba, que los sueños se gastan, los minutos se marchan,

salta, que la calma te abraza, los momentos se pasan y se te rompe el alma,

uai, escapa, que la vida se acaba, que los sueños se gastan, los minutos se marchan,

salta, que la calma te abraza, los momentos se pasan y se te rompe el alma,

uai, el alma,

escapa, que la vida se acaba, que los sueños se gastan, los minutos se marchan,

salta, que la calma te abraza, los momentos se pasan y se te rompe el alma,

el alma, el alma.

PUEDES VER Y OÍR EL VÍDEO EN LA ENTRADA DE DEBAJO.

CONTRA LA VIOLENCIA MACHISTA. "Se acabaron las lágrimas", de Huecco

BIBLIOTECA. "Crónicas vampíricas", de L. J. Smith


Otra de vampiros juveniles. En este caso, una tetralogía (por el momento): las CRÓNICAS VAMPÍRICAS, de L. J. Smith. Hasta ahora, en España, sólo han aparecido los tres primeros títulos: Despertar, Conflicto y Furia, todos editados por Destino, en tapa dura.

En la contracubierta, leemos: Crónicas vampíricas es la historia de dos hermanos vampiros y de la hermosa muchacha que debe elegir entre ellos.

Su autora dice: "quería escribir libros como los de C.S. Lewis ["Crónicas de Narnia"] y J. R. R. Tolkien ["El señor de los anillos"], donde el Bien se enfrenta al Mal y gana. Quería ser Frodo, muerto de miedo en Mordor, consciente de que el Mal al que se enfrenta es mucho más fuerte y poderoso que él, y aun así es capaz de reunir el valor necesario para intentarlo y llegar a ser un héroe. Quería transmitir a los jóvenes,que no deben renunciar a la esperanza".
LOS TIENES EN LA BIBLIOTECA.

CIENCIA. FÍSICA. "La huella de Einstein"

"La huella de Einstein" es una extensa unidad didáctica. Está en pdf.

PRENSA. 25 marzo 2009

En "El País":

1. Heroína. Columna de Elvira Lindo sobre Jade Goody.

2. Leyendo al vampiro. Artículo sobre la literatura, nuestro mundo y la saga de Crepúsculo.

3. Nos falta liderazo femenino. Reportaje. La crisis saca a la luz las carencias de las empresas dirigidas sólo por hombres. La mujer aporta un estilo más cauto, ético y transversal frente al modelo autocrático.


4. La llamativa quietud del Sol. La estrella muestra una superficie inusualmente limpia desde hace 15 meses. Reportaje.

5. "La 'basura' del ADN también son genes". Entrevista a Thomas Gingeras, Jefe de genómica del Cold Spring Harbor de Nueva York.

martes, 24 de marzo de 2009

BIBLIOTECA. "Quemada viva", de Souad


Souad tenía 17 años cuando se enamoró y se quedó embarazada. En su país, el amor antes del matrimonio significa la muerte. Su familia decidió matarla y su cuñado fue el elegido para ejecutar la sentencia. Un día, mientras lavaba la ropa en el patio de su casa, vio aterrorizada cómo su cuñado se le acercaba, la rociaba con gasolina, encendía una cerilla y las llamas la envolvían. Souad se salvó de milagro, y decidió hablar sobre la barbarie de esta práctica. Lo hace arriesgando su propia vida, puesto que la afrenta al honor de su familia es un delito que no prescribe.

Quemada viva es el relato estremecedor de la primera víctima de un crimen de honor que se ha atrevido a romper el tabú del silencio.

Editado por Booket, está en la BIBLIOTECA.

PRENSA (2). 24 marzo 2009

Reportaje muy interesante sobre las redes sociales y la adolescencia: Tu 'extimidad' contra mi intimidad.

PRENSA. 24 marzo 2009

En "El País":

1. Un retrato futurista del pasado. Andrés Neuman gana el Premio Alfaguara de Novela con 'El viajero del siglo'. El autor firma una aproximación "posmoderna" a la Europa del siglo XIX. Reportaje.


3. Fernando Savater contagia su pasión por el arte del ensayo. En El arte de ensayar (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores), el filósofo ha reunido los 25 prólogos redactados para la selección de clásicos del siglo XX, parte de la Biblioteca Universal editada por Círculo de Lectores hace más de 15 años.

4. La hora de la acción mundial. Artículo de Barack Obama, presidente de EEUU.

5. Cámaras ocultas e información. Artículo de Marc Carrillo, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad Pompeu Fabra, que comienza así: Para obtener información no vale todo. El primer límite son las prescripciones constitucionales, y después los deberes deontológicos de la profesión. Nunca a la inversa. La obtención de pruebas para una información de interés público no es un campo a través que permita la utilización de cualquier método para obtenerla. La información ha de ser captada de forma legítima. Sobre todo jurídicamente.

lunes, 23 de marzo de 2009

LITERATURA. MARIANO JOSÉ DE LARRA. 24 marzo 1809

Hoy se cumplen 200 años del nacimiento de Mariano José de Larra. Aunque en este blog ya existen varias entradas dedicadas al articulista romántico, volvemos a indicar un enlace magnífico: BIBLIOTECA VIRTUAL CERVANTES.

De ella procede uno de sus famosos artículos: Vuelva usted mañana, reproducido a continuación:


Gran persona debió de ser el primero que llamó pecado mortal a la pereza; nosotros, que ya en uno de nuestros artículos anteriores estuvimos más serios de lo que nunca nos habíamos propuesto, no entraremos ahora en largas y profundas investigaciones acerca de la historia de este pecado, por más que conozcamos que hay pecados que pican en historia, y que la historia de los pecados sería un tanto cuanto divertida. Convengamos solamente en que esta institución ha cerrado y cerrará las puertas del cielo a más de un cristiano.
Estas reflexiones hacía yo casualmente no hace muchos días, cuando se presentó en mi casa un extranjero de estos que, en buena o en mala parte, han de tener siempre de nuestro país una idea exagerada e hiperbólica, de estos que, o creen que los hombres aquí son todavía los espléndidos, francos, generosos y caballerescos seres de hace dos siglos, o que son aún las tribus nómadas del otro lado del Atlante: en el primer caso vienen imaginando que nuestro carácter se conserva intacto como nuestra ruina; en el segundo vienen temblando por esos caminos, y pregunta si son los ladrones que los han de despojar los individuos de algún cuerpo de guardia establecido precisamente para defenderlos de los azares de un camino, comunes a todos los países.
Verdad es que nuestro país no es de aquellos que se conocen a primera ni a segunda vista, y si no temiéramos que nos llamasen atrevidos, lo compararíamos de buena gana a esos juegos de manos sorprendentes e inescrutables para el que ignora su artificio, que estribando en una grandísima bagatela, suelen después de sabidos dejar asombrado de su poca perspicacia al mismo que se devanó los sesos por buscarles causas extrañas. Muchas veces la falta de una causa determinante en las cosas nos hace creer que debe de haberlas profundas para mantenerlas al abrigo de nuestra penetración. Tal es el orgullo del hombre, que más quiere declarar en alta voz que las cosas son incomprensibles cuando no las comprende él, que confesar que el ignorarlas puede depender de su torpeza.
Esto no obstante, como quiera que entre nosotros mismos se hallen muchos en esta ignorancia de los verdaderos resortes que nos mueven, no tendremos derecho para extrañar que los extranjeros no los puedan tan fácilmente penetrar.
Un extranjero de estos fue el que se presentó en mi casa, provisto de competentes cartas de recomendación para mi persona. Asuntos intrincados de familia, reclamaciones futuras, y aun proyectos vastos concebidos en París de invertir aquí sus cuantiosos caudales en tal cual especulación industrial o mercantil, eran los motivos que a nuestra patria le conducían.
Acostumbrado a la actividad en que viven nuestros vecinos, me aseguró formalmente que pensaba permanecer aquí muy poco tiempo, sobre todo si no encontraba pronto objeto seguro en que invertir su capital. Pareciome el extranjero digno de alguna consideración, trabé presto amistad con él, y lleno de lástima traté de persuadirle a que se volviese a su casa cuanto antes, siempre que seriamente trajese otro fin que no fuese el de pasearse. Admirole la proposición, y fue preciso explicarme más claro.
-Mirad -le dije-, monsieur Sans-délai -que así se llamaba-; vos venís decidido a pasar quince días, y a solventar en ellos vuestros asuntos.
-Ciertamente -me contestó-. Quince días, y es mucho. Mañana por la mañana buscamos un genealogista para mis asuntos de familia; por la tarde revuelve sus libros, busca mis ascendientes, y por la noche ya sé quién soy. En cuanto a mis reclamaciones, pasado mañana las presento fundadas en los datos que aquél me dé, legalizadas en debida forma; y como será una cosa clara y de justicia innegable (pues sólo en este caso haré valer mis derechos), al tercer día se juzga el caso y soy dueño de lo mío. En cuanto a mis especulaciones, en que pienso invertir mis caudales, al cuarto día ya habré presentado mis proposiciones. Serán buenas o malas, y admitidas o desechadas en el acto, y son cinco días; en el sexto, séptimo y octavo, veo lo que hay que ver en Madrid; descanso el noveno; el décimo tomo mi asiento en la diligencia, si no me conviene estar más tiempo aquí, y me vuelvo a mi casa; aún me sobran de los quince cinco días.
Al llegar aquí monsieur Sans-délai traté de reprimir una carcajada que me andaba retozando ya hacía rato en el cuerpo, y si mi educación logró sofocar mi inoportuna jovialidad, no fue bastante a impedir que se asomase a mis labios una suave sonrisa de asombro y de lástima que sus planes ejecutivos me sacaban al rostro mal de mi grado.
-Permitidme, monsieur Sans-délai -le dije entre socarrón y formal-, permitidme que os convide a comer para el día en que llevéis quince meses de estancia en Madrid.
-¿Cómo?
-Dentro de quince meses estáis aquí todavía.
-¿Os burláis?
-No por cierto.
-¿No me podré marchar cuando quiera? ¡Cierto que la idea es graciosa!
-Sabed que no estáis en vuestro país activo y trabajador.
-¡Oh!, los españoles que han viajado por el extranjero han adquirido la costumbre de hablar mal siempre de su país por hacerse superiores a sus compatriotas.
-Os aseguro que en los quince días con que contáis, no habréis podido hablar siquiera a una sola de las personas cuya cooperación necesitáis.
-¡Hipérboles! Yo les comunicaré a todos mi actividad.
-Todos os comunicarán su inercia.
Conocí que no estaba el señor de Sans-délai muy dispuesto a dejarse convencer sino por la experiencia, y callé por entonces, bien seguro de que no tardarían mucho los hechos en hablar por mí.
Amaneció el día siguiente, y salimos entrambos a buscar un genealogista, lo cual sólo se pudo hacer preguntando de amigo en amigo y de conocido en conocido: encontrámosle por fin, y el buen señor, aturdido de ver nuestra precipitación, declaró francamente que necesitaba tomarse algún tiempo; instósele, y por mucho favor nos dijo definitivamente que nos diéramos una vuelta por allí dentro de unos días. Sonreíme y marchámonos. Pasaron tres días; fuimos.
-Vuelva usted mañana -nos respondió la criada-, porque el señor no se ha levantado todavía.
-Vuelva usted mañana -nos dijo al siguiente día-, porque el amo acaba de salir.
-Vuelva usted mañana -nos respondió al otro-, porque el amo está durmiendo la siesta.
-Vuelva usted mañana -nos respondió el lunes siguiente-, porque hoy ha ido a los toros.
-¿Qué día, a qué hora se ve a un español? Vímosle por fin, y «Vuelva usted mañana
-nos dijo-, porque se me ha olvidado. Vuelva usted mañana, porque no está en limpio».
A los quince días ya estuvo; pero mi amigo le había pedido una noticia del apellido Díez, y él había entendido Díaz, y la noticia no servía. Esperando nuevas pruebas, nada dije a mi amigo, desesperado ya de dar jamás con sus abuelos.
Es claro que faltando este principio no tuvieron lugar las reclamaciones.
Para las proposiciones que acerca de varios establecimientos y empresas utilísimas pensaba hacer, había sido preciso buscar un traductor; por los mismos pasos que el genealogista nos hizo pasar el traductor; de mañana en mañana nos llevó hasta el fin del mes. Averiguamos que necesitaba dinero diariamente para comer, con la mayor urgencia; sin embargo, nunca encontraba momento oportuno para trabajar. El escribiente hizo después otro tanto con las copias, sobre llenarlas de mentiras, porque un escribiente que sepa escribir no le hay en este país.
No paró aquí; un sastre tardó veinte días en hacerle un frac, que le había mandado llevarle en veinticuatro horas; el zapatero le obligó con su tardanza a comprar botas hechas; la planchadora necesitó quince días para plancharle una camisola; y el sombrerero a quien le había enviado su sombrero a variar el ala, le tuvo dos días con la cabeza al aire y sin salir de casa.
Sus conocidos y amigos no le asistían a una sola cita, ni avisaban cuando faltaban, ni respondían a sus esquelas. ¡Qué formalidad y qué exactitud!
-¿Qué os parece de esta tierra, monsieur Sans-délai? -le dije al llegar a estas pruebas.
-Me parece que son hombres singulares...
-Pues así son todos. No comerán por no llevar la comida a la boca.
Presentose con todo, yendo y viniendo días, una proposición de mejoras para un ramo que no citaré, quedando recomendada eficacísimamente.
A los cuatro días volvimos a saber el éxito de nuestra pretensión.
-Vuelva usted mañana -nos dijo el portero-. El oficial de la mesa no ha venido hoy.
«Grande causa le habrá detenido», dije yo entre mí. Fuímonos a dar un paseo, y nos encontramos, ¡qué casualidad!, al oficial de la mesa en el Retiro, ocupadísimo en dar una vuelta con su señora al hermoso sol de los inviernos claros de Madrid. Martes era el día siguiente, y nos dijo el portero:
-Vuelva usted mañana, porque el señor oficial de la mesa no da audiencia hoy.
-Grandes negocios habrán cargado sobre él -dije yo.
Como soy el diablo y aun he sido duende, busqué ocasión de echar una ojeada por el agujero de una cerradura. Su señoría estaba echando un cigarrito al brasero, y con una charada del Correo entre manos que le debía costar trabajo el acertar.
-Es imposible verle hoy -le dije a mi compañero-; su señoría está en efecto ocupadísimo.
Dionos audiencia el miércoles inmediato, y, ¡qué fatalidad!, el expediente había pasado a informe, por desgracia, a la única persona enemiga indispensable de monsieur y de su plan, porque era quien debía salir en él perjudicado. Vivió el expediente dos meses en informe, y vino tan informado como era de esperar. Verdad es que nosotros no habíamos podido encontrar empeño para una persona muy amiga del informante. Esta persona tenía unos ojos muy hermosos, los cuales sin duda alguna le hubieran convencido en sus ratos perdidos de la justicia de nuestra causa.
Vuelto de informe se cayó en la cuenta en la sección de nuestra bendita oficina de que el tal expediente no correspondía a aquel ramo; era preciso rectificar este pequeño error; pasose al ramo, establecimiento y mesa correspondiente, y hétenos caminando después de tres meses a la cola siempre de nuestro expediente, como hurón que busca el conejo, y sin poderlo sacar muerto ni vivo de la huronera. Fue el caso al llegar aquí que el expediente salió del primer establecimiento y nunca llegó al otro.
-De aquí se remitió con fecha de tantos -decían en uno.
-Aquí no ha llegado nada -decían en otro.
-¡Voto va! -dije yo a monsieur Sans-délai, ¿sabéis que nuestro expediente se ha quedado en el aire como el alma de Garibay, y que debe de estar ahora posado como una paloma sobre algún tejado de esta activa población?
Hubo que hacer otro. ¡Vuelta a los empeños! ¡Vuelta a la prisa! ¡Qué delirio!
-Es indispensable -dijo el oficial con voz campanuda-, que esas cosas vayan por sus trámites regulares.
Es decir, que el toque estaba, como el toque del ejercicio militar, en llevar nuestro expediente tantos o cuantos años de servicio.
Por último, después de cerca de medio año de subir y bajar, y estar a la firma o al informe, o a la aprobación o al despacho, o debajo de la mesa, y de volver siempre mañana, salió con una notita al margen que decía:
«A pesar de la justicia y utilidad del plan del exponente, negado.»
-¡Ah, ah!, monsieur Sans-délai -exclamé riéndome a carcajadas-; éste es nuestro negocio.
Pero monsieur Sans-délai se daba a todos diablos.
-¿Para esto he echado yo mi viaje tan largo? ¿Después de seis meses no habré conseguido sino que me digan en todas partes diariamente: «Vuelva usted mañana», y cuando este dichoso «mañana» llega en fin, nos dicen redondamente que «no»? ¿Y vengo a darles dinero? ¿Y vengo a hacerles favor? Preciso es que la intriga más enredada se haya fraguado para oponerse a nuestras miras.
-¿Intriga, monsieur Sans-délai? No hay hombre capaz de seguir dos horas una intriga. La pereza es la verdadera intriga; os juro que no hay otra; ésa es la gran causa oculta: es más fácil negar las cosas que enterarse de ellas.
Al llegar aquí, no quiero pasar en silencio algunas razones de las que me dieron para la anterior negativa, aunque sea una pequeña digresión.
-Ese hombre se va a perder -me decía un personaje muy grave y muy patriótico.
-Esa no es una razón -le repuse-: si él se arruina, nada, nada se habrá perdido en concederle lo que pide; él llevará el castigo de su osadía o de su ignorancia.
-¿Cómo ha de salir con su intención?
-Y suponga usted que quiere tirar su dinero y perderse, ¿no puede uno aquí morirse siquiera, sin tener un empeño para el oficial de la mesa?
-Puede perjudicar a los que hasta ahora han hecho de otra manera eso mismo que ese señor extranjero quiere.
-¿A los que lo han hecho de otra manera, es decir, peor?
-Sí, pero lo han hecho.
-Sería lástima que se acabara el modo de hacer mal las cosas. ¿Conque, porque siempre se han hecho las cosas del modo peor posible, será preciso tener consideraciones con los perpetuadores del mal? Antes se debiera mirar si podrían perjudicar los antiguos al moderno.
-Así está establecido; así se ha hecho hasta aquí; así lo seguiremos haciendo.
-Por esa razón deberían darle a usted papilla todavía como cuando nació.
-En fin, señor Fígaro, es un extranjero.
-¿Y por qué no lo hacen los naturales del país?
-Con esas socaliñas vienen a sacarnos la sangre.
-Señor mío -exclamé, sin llevar más adelante mi paciencia-, está usted en un error harto general. Usted es como muchos que tienen la diabólica manía de empezar siempre por poner obstáculos a todo lo bueno, y el que pueda que los venza. Aquí tenemos el loco orgullo de no saber nada, de quererlo adivinar todo y no reconocer maestros. Las naciones que han tenido, ya que no el saber, deseos de él, no han encontrado otro remedio que el de recurrir a los que sabían más que ellas.
»Un extranjero -seguí- que corre a un país que le es desconocido, para arriesgar en él sus caudales, pone en circulación un capital nuevo, contribuye a la sociedad, a quien hace un inmenso beneficio con su talento y su dinero, si pierde es un héroe; si gana es muy justo que logre el premio de su trabajo, pues nos proporciona ventajas que no podíamos acarrearnos solos. Ese extranjero que se establece en este país, no viene a sacar de él el dinero, como usted supone; necesariamente se establece y se arraiga en él, y a la vuelta de media docena de años, ni es extranjero ya ni puede serlo; sus más caros intereses y su familia le ligan al nuevo país que ha adoptado; toma cariño al suelo donde ha hecho su fortuna, al pueblo donde ha escogido una compañera; sus hijos son españoles, y sus nietos lo serán; en vez de extraer el dinero, ha venido a dejar un capital suyo que traía, invirtiéndole y haciéndole producir; ha dejado otro capital de talento, que vale por lo menos tanto como el del dinero; ha dado de comer a los pocos o muchos naturales de quien ha tenido necesariamente que valerse; ha hecho una mejora, y hasta ha contribuido al aumento de la población con su nueva familia. Convencidos de estas importantes verdades, todos los Gobiernos sabios y prudentes han llamado a sí a los extranjeros: a su grande hospitalidad ha debido siempre la Francia su alto grado de esplendor; a los extranjeros de todo el mundo que ha llamado la Rusia, ha debido el llegar a ser una de las primeras naciones en muchísimo menos tiempo que el que han tardado otras en llegar a ser las últimas; a los extranjeros han debido los Estados Unidos... Pero veo por sus gestos de usted -concluí interrumpiéndome oportunamente a mí mismo- que es muy difícil convencer al que está persuadido de que no se debe convencer. ¡Por cierto, si usted mandara, podríamos fundar en usted grandes esperanzas!
Concluida esta filípica, fuime en busca de mi Sans-délai.
-Me marcho, señor Fígaro -me dijo-. En este país «no hay tiempo» para hacer nada; sólo me limitaré a ver lo que haya en la capital de más notable.
-¡Ay, mi amigo! -le dije-, idos en paz, y no queráis acabar con vuestra poca paciencia; mirad que la mayor parte de nuestras cosas no se ven.
-¿Es posible?
-¿Nunca me habéis de creer? Acordaos de los quince días...
Un gesto de monsieur Sans-délai me indicó que no le había gustado el recuerdo.
-Vuelva usted mañana -nos decían en todas partes-, porque hoy no se ve.
-Ponga usted un memorialito para que le den a usted permiso especial.
Era cosa de ver la cara de mi amigo al oír lo del memorialito: representábasele en la imaginación el informe, y el empeño, y los seis meses, y... Contentose con decir:
-Soy extranjero. ¡Buena recomendación entre los amables compatriotas míos!
Aturdíase mi amigo cada vez más, y cada vez nos comprendía menos. Días y días tardamos en ver las pocas rarezas que tenemos guardadas. Finalmente, después de medio año largo, si es que puede haber un medio año más largo que otro, se restituyó mi recomendado a su patria maldiciendo de esta tierra, y dándome la razón que yo ya antes me tenía, y llevando al extranjero noticias excelentes de nuestras costumbres; diciendo sobre todo que en seis meses no había podido hacer otra cosa sino «volver siempre mañana», y que a la vuelta de tanto «mañana», eternamente futuro, lo mejor, o más bien lo único que había podido hacer bueno, había sido marcharse.
¿Tendrá razón, perezoso lector (si es que has llegado ya a esto que estoy escribiendo), tendrá razón el buen monsieur Sans-délai en hablar mal de nosotros y de nuestra pereza? ¿Será cosa de que vuelva el día de mañana con gusto a visitar nuestros hogares? Dejemos esta cuestión para mañana, porque ya estarás cansado de leer hoy: si mañana u otro día no tienes, como sueles, pereza de volver a la librería, pereza de sacar tu bolsillo, y pereza de abrir los ojos para hojear las hojas que tengo que darte todavía, te contaré cómo a mí mismo, que todo esto veo y conozco y callo mucho más, me ha sucedido muchas veces, llevado de esta influencia, hija del clima y de otras causas, perder de pereza más de una conquista amorosa; abandonar más de una pretensión empezada, y las esperanzas de más de un empleo, que me hubiera sido acaso, con más actividad, poco menos que asequible; renunciar, en fin, por pereza de hacer una visita justa o necesaria, a relaciones sociales que hubieran podido valerme de mucho en el transcurso de mi vida; te confesaré que no hay negocio que no pueda hacer hoy que no deje para mañana; te referiré que me levanto a las once, y duermo siesta; que paso haciendo el quinto pie de la mesa de un café, hablando o roncando, como buen español, las siete y las ocho horas seguidas; te añadiré que cuando cierran el café, me arrastro lentamente a mi tertulia diaria (porque de pereza no tengo más que una), y un cigarrito tras otro me alcanzan clavado en un sitial, y bostezando sin cesar, las doce o la una de la madrugada; que muchas noches no ceno de pereza, y de pereza no me acuesto; en fin, lector de mi alma, te declararé que de tantas veces como estuve en esta vida desesperado, ninguna me ahorqué y siempre fue de pereza. Y concluyo por hoy confesándote que ha más de tres meses que tengo, como la primera entre mis apuntaciones, el título de este artículo, que llamé «Vuelva usted mañana»; que todas las noches y muchas tardes he querido durante ese tiempo escribir algo en él, y todas las noches apagaba mi luz diciéndome a mí mismo con la más pueril credulidad en mis propias resoluciones: «¡Eh!, ¡mañana le escribiré!». Da gracias a que llegó por fin este mañana que no es del todo malo: pero ¡ay de aquel mañana que no ha de llegar jamás!
El Pobrecito Hablador, n.º 11, enero de 1833.

PRENSA. LITERATURA. PREMIO ALFAGUARA


Andrés Neuman, escritor argentino residente en Granada, acaba de ganar el XII Premio Alfaguara de Novela por El viajero del siglo.

En este ENLACE accedemos a la información periodística.

Aquí tenemos las PRIMERAS PÁGINAS DE LA NOVELA:


¿Tie-ne frí-o-o?, gritó el cochero con la voz entrecortada por los saltos del carruaje. ¡Voy bie-e-en, gra-cias!, contestó Hans tiritando.
Luciérnagas desenfocadas, los faroles se agitaban al ritmo del galope. Las ruedas escupían barro. A punto de partirse, los ejes se torcían en cada bache. Los caballos inflamaban las mandíbulas, despedían nubes por las bocas. Sobre la línea del horizonte rodaba una luna opaca.
Hacía rato que Wandernburgo se dibujaba a lo lejos, al sur del camino. Pero, pensó Hans, como suele pasar al final de una jornada agotadora, aquella pequeña ciudad parecía desplazarse con ellos. Encima de la cabina el cielo pesaba. Con cada latigazo del cochero el frío se envalentonaba y oprimía el contorno de las cosas. ¿Fal-ta-a mu-cho?, preguntó Hans asomando la cabeza por la ventanilla. Tuvo que repetir dos veces la pregunta para que el cochero saliera de su ruidosa atención y, señalando con la fusta, exclamase: ¡Ya-a lo ve us-te-e-ed! Hans no supo si eso significaba que faltaban pocos minutos o que nunca se sabía. Como era el último pasajero y no tenía con quién hablar, cerró los ojos para descansar la vista.
Cuando volvió a abrirlos, vio una muralla de piedra y una puerta abovedada. A medida que se acercaban, Hans percibió algo anómalo en la robustez de la muralla, una especie de advertencia sobre la dificultad de salir, más que de entrar. A la luz ahogada de las farolas divisó las siluetas de los primeros edificios, las escamas de unos tejados, torres afiladas, ornamentos como vértebras. Tuvo la sensación de ingresar en un lugar recién desalojado, de que los golpes de los cascos y las sacudidas de las ruedas sobre los adoquines producían demasiado eco. Todo estaba tan quieto que parecía que alguien los espiaba conteniendo la respiración. El carruaje giró en una esquina, el sonido del galope se ensordeció: ahora el suelo era de tierra. Atravesaron la Calle del Caldero Viejo. Hans divisó un letrero de hierro balanceándose. Le indicó al cochero que parase.
El cochero descendió del pescante y al pisar tierra pareció desconcertado. Dio dos o tres pasos, se miró los pies, sonrió con extravío. Acarició el lomo del primer caballo, le susurró unas palabras de gratitud a las que el animal replicó resoplando. Hans ayudó al cochero a desatar las cuerdas de la baca, a retirar la lona mojada, a bajar su maleta y un gran arcón con manijas. ¿Qué lleva aquí, un muerto?, se quejó el cochero dejando caer el arcón y frotándose las manos. Un muerto no, sonrió Hans, unos cuantos. El cochero soltó una carcajada brusca, aunque una ráfaga de alarma le cruzó el rostro. ¿Usted también va a pasar la noche aquí?, preguntó Hans. No, explicó el cochero, yo sigo hasta Wittenberg, ahí conozco un buen sitio para dormir y hay una familia que necesita ir a Leipzig. Después, mirando de reojo el letrero que chirriaba, agregó: ¿Seguro que no quiere seguir un poco más? Gracias, dijo Hans, aquí está bien, necesito descansar. En realidad voy a Dessau, pero me gusta parar por el camino. Como quiera, señor, como quiera, dijo el cochero antes de carraspear varias veces. Hans le pagó, rechazó las monedas que sobraban y se despidió de él. A sus espaldas sonó un latigazo, el estremecimiento de la madera, la percusión de los cascos alejándose.
Fue al quedarse solo con su equipaje frente a la posada cuando notó los aguijones en la espalda, el vaivén en los músculos, el zumbido en las sienes. Conservaba la sensación del traqueteo, las luces seguían pareciéndole parpadeantes, las piedras movedizas. Hans se frotó los ojos. Las ventanas empañadas no dejaban ver el interior de la posada. Llamó a la puerta, de la que aún colgaba una magra corona navideña. Nadie acudió. Probó el picaporte helado. La puerta cedió a empujones. Divisó un pasillo alumbrado con candiles de aceite que pendían de un garfio. Sintió el beneficio cálido del interior. Al fondo del pasillo se oía un alborotar de chispas. Hans retrocedió, arrastró con esfuerzo la maleta y el arcón dentro de la posada. Permaneció debajo de un candil, intentando recobrar la temperatura. Se sobresaltó al reparar en el señor Zeit, que lo miraba tras el mostrador de la recepción. Iba a ir a abrirle, dijo, no me ha dado usted tiempo. El posadero se movió con extrema lentitud, como si se hubiera quedado atrapado entre el mostrador y la pared. Tenía una barriga en forma de tambor. Olía a tela viciada. ¿De dónde viene?, preguntó. Salí de Berlín, dijo Hans, aunque eso no importa. A mí sí me importa, caballero, lo interrumpió el señor Zeit sin sospechar que Hans se refería a otra cosa, ¿y cuántas noches piensa quedarse? Supongo que una, dijo Hans, no estoy seguro. Cuando lo sepa, contestó el posadero, por favor comuníquemelo, necesitamos saber qué habitaciones van a estar disponibles.
El señor Zeit buscó un candelabro. Condujo a Hans a través del pasillo, después por unas escaleras. Hans miraba la figura oronda y cansina del señor Zeit subiendo cada peldaño y temió que se le viniera encima. Toda la posada olía a aceite quemándose, al azufre de las mechas, a jabón y sudor mezclados. Pasaron la primera planta y siguieron subiendo. A Hans le extrañó observar que las habitaciones parecían desocupadas. Al llegar a la segunda planta, el posadero se detuvo frente a una puerta con un número siete escrito en tiza. Recuperando el aliento, aclaró con orgullo: La siete es la mejor que tenemos disponible. El señor Zeit sacó de un bolsillo un llavero con aro, un aro grueso, sufrido, cargado de llaves, y tras varios intentos y varias maldiciones en voz baja, entraron en la habitación.
El señor Zeit, candelabro en mano, fue haciendo un surco en la oscuridad hasta llegar a la ventana. Al abrir los postigos, la ventana emitió un acorde de maderas y polvo. La luz de la calle entró tan débil que, más que alumbrar la habitación, se sumó a la penumbra como un gas. Por las mañanas es bastante soleada, explicó el señor Zeit, está orientada al este. Hans forzó la vista entornando los párpados. Distinguió una mesa recia, dos sillas. Un catre, varias mantas de lana plegadas encima de él. Una tina redonda de estaño, un orinal con óxido, un aguamanil sobre un trípode, una jarra de barro. Una chimenea de ladrillos y piedra, con una pequeña cornisa en la que parecía imposible apoyar cualquier objeto sin que se tambaleara (sólo la tres y la siete tienen chimenea, anunció el señor Zeit muy erguido) y algunos utensilios herrumbrosos a un costado: un badil, una pala roma, unas tenazas ennegrecidas, una escobilla casi pelada. Dentro de la chimenea había ramitas de encina y dos troncos calcinados. En la pared opuesta a la puerta, entre la mesa y la tina, a Hans le llamó la atención un cuadrito que le pareció una acuarela, aunque no pudo verlo bien. Una cosa más, concluyó en tono solemne el señor Zeit acercando el candelabro a la mesa y deslizando una mano sobre ella: esto es roble. Hans miró la mesa con agrado. Se fijó en los dos candelabros con velas de sebo, en el quinqué herrumbroso. Me la quedo, dijo Hans acariciando la madera. Inmediatamente sintió cómo el señor Zeit lo despojaba de la levita para engancharla en uno de los clavos que asomaban junto a la puerta: el perchero.
¡Mujer!, gritó el señor Zeit como si hubiera amanecido de repente, ¡mujer, ven!, ¡un huésped! Enseguida se oyeron unos pasos enérgicos ascendiendo. Tras la puerta apareció una mujer ancha, vestida con una saya de algodón y un delantal con un bolsillo enorme entre los pechos. Al revés que su marido, la señora Zeit se movía con brusquedad y eficacia. En un instante la señora Zeit mudó las sábanas del catre por otras no tan amarillas, dio un barrido fugaz al cuarto, bajó a llenar la jarra. En cuanto la trajo de vuelta Hans bebió en abundancia, casi sin respirar. ¿Le subes el equipaje?, sugirió el señor Zeit. Ella suspiró. Su marido decidió que ese suspiro significaba sí, saludó a Hans con la cabeza y se perdió por las escaleras. Hans se quedó mirando la frente rotunda de la señora Zeit. Intimidado, se ofreció a ayudarla con el arcón.
Boca arriba en el catre, Hans tanteó la aspereza de las sábanas con la punta de los pies. Al entornar los párpados, le pareció escuchar rasguños bajo las tablas del suelo. Mientras el sopor lo envolvía y todo dejaba de importarle, Hans se dijo: Mañana junto mis cosas y me voy a otro sitio. Si se hubiera acercado al techo con una vela, habría descubierto las grandes telarañas de las vigas. Entre las telarañas un insecto débil asistió al sueño de Hans, hilo por hilo.

MÚSICA. MÚSICA Y POESÍA. ANTONIO MACHADO Y JOAN MANUEL SERRAT

Para conmemorar el 70 aniversario de la muerte de Antonio Machado, María del Carmen López Giraldes, compañera del departamento de Música, ha elaborado un trabajo sobre el disco que Joan Manuel Serrat compuso con poemas del escritor sevillano.
En él, nos encontraremos una introducción sobre el poeta, características de los cantautores, un amplio estudio musical de cada una de las canciones, y un vocabulario musical básico.

Recomendado para la ESO y Bachillerato.

Lo podemos encontrar AQUÍ.