Ismail Kadaré
Así comienza
El accidente
El suceso parecía de lo más común. Un taxi se había estrellado en el kilómetro 17 de la carretera que conducía al aeropuerto. Los dos pasajeros habían resultado muertos en el acto, mientras que el conductor, gravemente herido, fue trasladado al hospital en estado de coma.
El atestado de la policía incluía los datos habituales en este género de casos: los nombres de los fallecidos, un hombre y una mujer joven, ambos de nacionalidad albanesa, el número de matrícula del taxi, además del nombre de su conductor, austríaco, así como las circunstancias, o, más exactamente, el desconocimiento parcial de las circunstancias en las que se había producido el accidente. El vehículo no había dejado la menor huella de frenada en ninguna dirección. En el curso de la marcha se había desviado hacia el costado de la calzada como si el conductor hubiera perdido de pronto la vista, hasta volcar en un talud.
Una pareja de holandeses cuyo vehículo circulaba detrás del taxi declaró que, sin la menor causa aparente, éste había abandonado de pronto la carretera para abalanzarse contra el quitamiedos lateral. Aunque aterrados, los dos holandeses habían llegado a presenciar no sólo el vuelo del taxi en el vacío, sino también la apertura de las puertas traseras del vehículo, por donde los pasajeros, un hombre y una mujer, si no se equivocaban, se habían visto expulsados al exterior.
Otro testigo, conductor de un camión de Euromobil, proporcionaba poco más o menos la misma versión.
Un segundo atestado, redactado una semana después en el hospital, cuando el taxista recuperó el conocimiento, en lugar de esclarecerlo, lo oscurecía todo aún más. Tras la afirmación del hombre en el sentido de que nada infrecuente había sucedido hasta el momento del accidente, a excepción... tal vez... del retrovisor... que quizás hubiera atraído su atención..., el juez de instrucción acabó por perder la sangre fría.
A la reiterada pregunta acerca de lo que había visto en el espejo retrovisor, el chófer fue incapaz de responder. Las intervenciones del médico en sentido de que no se fatigara al paciente no impidieron al instructor continuar su interrogatorio. ¿Qué había visto en el retrovisor situado sobre el salpicadero del vehículo; en otras palabras, qué se estaba produciendo de infrecuente en el asiento trasero del taxi como para llegar a distraerlo por completo? ¿Una trifulca entre los dos viajeros? ¿O, al contrario, caricias eróticas especialmente atrevidas?
El herido decía que no con la cabeza. Ni una cosa ni la otra.
Entonces ¿qué?, estuvo a punto de gritar el otro. ¿Qué es lo que te hizo perder la cabeza? ¿Qué demonios viste?
El médico se disponía a intervenir de nuevo cuando el paciente, arrastrando las palabras como venía haciendo, comenzó a hablar. Al término de su respuesta, que resultó interminablemente larga, el juez y el médico intercambiaron una mirada. Antes del choque, los dos pasajeros del asiento trasero del taxi... no habían hecho otra cosa... otra cosa... que... esforzarse por... besarse...
Traducción: Ramón Sánchez Lizarralde
martes, 8 de junio de 2010
LITERATURA ESPAÑOLA Y UNIVERSAL (fragmentos): "El accidente", de Ismail Kadaré
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