Carlos Monsiváis
Los feminicidios de Ciudad Juárez
"Ni una más"
La consigna se dispersa entre bailarines, actores, actrices, cantantes, artistas plásticos, escritores. El tema de la pandemia criminal en Ciudad Juárez, con 10 años de existencia inocultable, penetra en los sectores artísticos y culturales del país, y se vuelca en la solidaridad específica y en las frustraciones ante el avance limitadísimo o nulo de las investigaciones. Todo lo acumulado: las protestas, las versiones artísticas de los hechos, las movilizaciones de las madres y los familiares, las marchas en Juárez, las denuncias de organismos internacionales, comisiones de Derechos Humanos y de ONG, las imágenes estrujantes de jóvenes muertas o desaparecidas, el crecimiento exponencial de artículos y ensayos de denuncia; todo lo desatado en respuesta a la pandemia criminal es muy efectivo al humanizar la protesta, y es todavía mínimo, porque los asesinatos aunque disminuidos continúan, persisten la intolerancia y la agresividad del gobierno de Chihuahua, y se robustece la ineficacia del gobierno federal. Falta ver si hechos recientes como la renovación de la Fiscalía Especial y el alud de exigencias de justicia modifican el panorama, y aclaran el hecho delincuencial más terrible y extremo de la historia de México.
¿Cuáles son las consecuencias del fenómeno criminal de Ciudad Juárez? Entre las más relevantes encuentro las siguientes:
El fracaso de la política. Dos gobernadores sucesivos, Francisco Barrio y Patricio Martínez, y sus respectivos procuradores de Justicia han desplegado una incapacidad descollante. Declaraciones en abundancia, enojos ante los medios, emisión cíclica de cifras engañosas y falsas, discusiones vacuas sobre la soberanía del estado de Chihuahua, etcétera, etcétera, marcan el nivel de los funcionarios, alborozados ante su demagogia, sus promesas e, incluso, su fabricación de culpables. A esto debe añadirse la ineptitud de los partidos políticos que, o defienden con vulgaridad a sus gobernadores (PAN y PRI), o carecen de la presencia suficiente como para decidir los cambios necesarios (PRD).
El desarrollo de las perspectivas de género. Los crímenes han vigorizado las tesis y reclamaciones feministas en lo tocante a la violencia contra las mujeres. Las estadísticas son categóricas. Así, por ejemplo, en cerca de 50% de los hogares mexicanos, hay episodios de violencia machista; y cunden los feminicidios en Reynosa, Nogales, Guadalajara, Querétaro, el Distrito Federal (y en América Latina). A algunos de estos señalamientos respondió hace unos meses el procurador de Justicia de Chihuahua: "En la entidad hay más hombres asesinados que mujeres". Sí, pero las cifras admiten un complemento: en México, una de cada nueve víctimas de asesinato es mujer, en Ciudad Juárez son cuatro de cada 10. Por lo demás, en Ciudad Juárez se intensifica la conciencia feminista, tanto en las expresiones de quienes reclaman justicia como en la sociedad en general.
La tardanza de los medios. Durante varios años, los medios informativos reaccionaron tarde y mal a la secuela de cadáveres, y a las constancias de torturas y violaciones, y se propusieron a ocultar el fenómeno en la sección de nota roja, o simplemente no lo registraron. Ante la continuidad de la tragedia y la intensificación de la protesta internacional, tal estrategia dejó de ser posible. Sin embargo, el análisis mediático es todavía parcial o defectuoso, aunque ya no se ocultan los hechos ni los disminuye, y alcanza parcialmente a la televisión.
Las deficiencias de la legislación. Bajo presión se han modificado las leyes, aumentándose las penas en caso de violación o asesinato; sin embargo, no hay todavía la legislación específica sobre desapariciones, como anota Jenaro Villamil. Ante la presión de las familias, lo común es la displicencia de la policía: "Cuando pasen dos semanas empezaremos a buscar a su hija. Es un plazo prudente". Debe atenderse en la ley la urgencia de las reclamaciones.
El peso de la semántica. A partir de la insistencia de algunas madres, se usa ya feminicidio, al ser homicidio, obviamente, algo que sólo afecta a los hombres. Sin embargo, feminicidio, expresión política y lingüísticamente correcta, es descriptiva y no connotativa, y por eso convendría acudir al término crímenes de odio, incorporado hace unos años a la legislación estadounidense. El crimen de odio se dirige contra una persona que el asesino no conoce previamente, y que le resulta destruible por su género (las mujeres), su orientación sexual (los gays), o su condición étnica (los indígenas). Lo determinante es el carácter indiferenciado de la persona asesinada, y el criterio a fin de cuentas siempre racista: en el momento del crimen, la víctima pertenece a una raza "inferior".
Creo que los feminicidios corresponden estrictamente a los crímenes de odio, expresión jurídica cuya aplicación ayudaría jurídica, política y étnicamente a señalar el rechazo estatal y social del prejuicio, y sus consecuencias mortíferas.
La comprobación de la ineficacia y las corrupciones del Poder Judicial. Sobre esto no hace falta extenderse y basta señalar los desaciertos (fórmula muy benévola) de las procuradurías de Justicia.
La amplitud de la solidaridad civil. Es notable la variedad de apoyos a las ONG de Ciudad Juárez y a las madres y las parientes de las víctimas. Al verse afectadas en lo central, las madres en especial participan con denuedo porque, en sus palabras, "lo fundamental ya lo hemos perdido, nuestras hijas, y podemos ganar la justicia". En esto, continúan el ejemplo de las madres de la Plaza de Mayo y del Comité Eureka de Rosario Ibarra. En conjunto, las ONG, no obstante sus pleitos internos y sus contradicciones, son un elemento significativo en la tarea de reconstruir o construir el estado de derecho.
El debate sobre la destrucción del tejido social. A diario, es posible oír o ver debates sobre lo de Ciudad Juárez, con la sentencia inapelable: asistimos a la destrucción del tejido social. Posiblemente, pero es también adecuado señalar la centralidad del narcotráfico y el ímpetu de los privilegios del capitalismo salvaje. Lo innegable es la serie de consecuencias negativas (las más) y positivas de la pandemia criminal. En el caso de las segundas, se encuentran la reconsideración del valor de la vida humana, la implantación de una mentalidad feminista y el arraigo de la solidaridad. Por lo demás, el tejido social comienza a desintegrarse cuando la sociedad ratifica su impotencia absoluta, ante la impunidad, el otro nombre del poder.
El desarrollo de la ecología del miedo. Como elemento poderoso, el miedo, la incertidumbre cotidiana, sobre la seguridad personal se ha entronizado en Ciudad Juárez, donde muchos protestan contra la demonización de su hábitat. Tienen razón: ninguna ciudad es asesina en sí misma. Sin embargo, las comprobaciones del miedo o el pavor influyen tristemente en la cultura urbana y en la desconfianza generalizada hacia Ciudad Juárez (si no queremos hablar de satanización).
¿A quién se dirige la protesta, la cólera? En primer término, a los asesinos, pero al carecer éstos de rostro y ubicación, se encauzan a los gobernadores, la Procuraduría General de Justicia de Chihuahua, los cuerpos de seguridad pública, el gobierno federal, la Secretaría de Gobernación, la frivolidad de los medios, la frialdad o la lejanía de las instituciones religiosas. ¿De qué sirve todo esto? ¿Y qué es lo dominante: la certeza de la impunidad o la misoginia criminal? Creo que lo primero, por las señas de identidad de la pandemia. Lo que más se propaga es el gozo de matar sin consecuencias, y al garantizarse la impunidad, la misoginia desata su dimensión frenética.
Con todo, observo un gran avance: los hallazgos de la fosa común ya se incorporan a la conciencia social de modo irreversible.
Carlos Monsiváis
26 de octubre de 2003
domingo, 20 de junio de 2010
CARLOS MONSIVÁIS, "in memoriam". Artículo sobre los feminicidios de Ciudad Juárez
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2 comentarios:
¿Dónde se publicaron estos comentarios de Monsiváis?
¿En
qué periódico? Necesito esta información para mi tesis
así que espero que puedas responder.
Supongo que estará mal redactada, porque la petición está hecha en términos un tanto imperativos, es decir, poco adecuados.
Hace tanto tiempo que ya no recuerdo de dónde procede el artículo, pero, rastreando por internet he encontrado, en la dirección de más abajo, una probable referencia, al final, en la bibliografía:
http://www.nosotrasenred.org/feminicidio/art02.html
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