Alexis de Tocqueville por Théodore Chassériau, Palacio de Versalles.
Los españoles sueltan sus perros contra los indios como contra las bestias salvajes; saquean el Nuevo Mundo en cuanto se apoderan de una ciudad, sin criterio y sin piedad, pero no se puede destruir todo, la furia tiene un límite: la población indígena que escapó a las masacres acabó por mezclarse con sus vencedores y por adoptar su religión y sus costumbres.
La conducta de los americanos de Estados Unidos para con los indígenas respira, al contrario, el más puro amor a las formas y a la legalidad. Por más que los indígenas permanezcan en estado salvaje, los americanos nunca se mezclan en sus asuntos... Les toman fraternalmente de la mano y les conducen a morir fuera del país de sus padres.
Los españoles, cometiendo unas monstruosidades sin parangón, cubriéndose de una vergüenza inefable, no llegaron a exterminar a los indígenas, ni siquiera a impedirles compartir sus derechos. Los americanos de Estados Unidos alcanzaron ese doble resultado con una maravillosa facilidad, tranquila, legal, filantrópicamente, sin violar uno solo de los grandes principios morales a los ojos del mundo. ¡No se sabría destruir a los hombres respetando más las leyes de la humanidad!
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