Mark Twain
Una fábula
Cierta vez un artista pintó un pequeño cuadro hermosísimo y, al situarlo frente a un espejo, de tal modo que pudiera verse reflejado, se dijo: "Así se duplica la distancia y lo suaviza, siendo así dos veces más bello de lo que era antes".
El acontecimiento llegó a oídos de los animales del bosque a través del gato de la casa, tenido en gran estima entre ellos por ser tan instruido, tan refinado y civilizado, tan como cortés y educado, que podía hablarles de muchas cosas que desconocían o aclararles otras sobre las que tenían ciertas dudas. Esta nueva información los tenía muy excitados, y se hacían preguntas a fin de poder enterarse cumplidamente de lo sucedido. Así que le preguntaron en qué consistía un cuadro, a lo que el gato contestó:
—Es una cosa plana —dijo—; extraordinariamente plana, maravillosamente plana, encantadoramente plana y elegante. ¡Y tan hermosa!
Al oírlo se vieron sobresaltados por un inusual frenesí, y aseguraron que estarían dispuestos a dar cualquier cosa del mundo a cambio de poder verla.
Luego el oso preguntó:
—¿Qué es lo que la hace tan hermosa?
—Su vista —aseguró el gato.
Esto no hizo sino avivar su admiración e incertidumbre, sintiéndose más excitados aún. Luego la vaca preguntó:
—¿Y qué es un espejo?
—Es un agujero en la pared —dijo el gato—. Se mira a través de él y allí se ve el cuadro, y éste es tan delicado, tan encantador, tan etéreo y tan sugerente en su inimaginable belleza, que la cabeza os da vueltas y casi desfallecéis de éxtasis.
El asno, que hasta ese momento había permanecido sin hablar, empezó entonces a manifestar dudas. Adujo que nunca había existido antes nada tan hermoso y que, probablemente, tampoco existía ahora. Añadió que, cuando se requería de una ristra tan larga de adjetivos para ensalzar la belleza de algo, había llegado el momento de albergar ciertas sospechas.
Es fácil imaginar el efecto que dichas objeciones surtieron sobre los animales, de modo que el gato se alejó ofendido. El asunto quedó olvidado por un par de días, pero mientras tanto la curiosidad fue tomando creciente impulso, renaciendo así un manifiesto interés. Entonces los animales imprecaron al asno por haber cuestionado sin fundamento la belleza del cuadro y, así, haberles privado de algo que, seguramente, les hubiera proporcionado placer.
El asno no se alteró y se defendió alegando que sólo existía un medio para dilucidar quién tenía razón, él o el gato: iría, pues, al lugar, miraría a través de aquel agujero y regresaría para contar lo que allí había descubierto. Apaciguados los animales, se mostraron agradecidos y le rogaron que partiese inmediato, como así hizo.
Pero diose la circunstancia de que no supo cómo colocarse entre el espejo y el cuadro, interponiéndose erróneamente entre ambos, de tal forma que el cuadro quedó tapado y, por tanto, no se reflejó en el espejo. A su regreso el asno dijo:
—El gato ha mentido. En el agujero no hallé otra cosa que un asno; no encontré señal visible de tal cosa visible. Se trataba de un manso y hermoso asno, pero nada más que un asno, y no otra cosa.
El elefante preguntó:
—¿Lo visteis bien y con nitidez? ¿Estuvisteis cerca de él?
—Lo vi clara y perfectamente, oh Hathi, Rey de las Bestias. Estuve tan cerca de él que llegamos a entrechocar los hocicos.
—Resulta muy extraño —apuntó el elefante—; hasta la fecha el gato siempre había dado muestras de veraz, al menos en lo que pudimos comprobar. Hagamos que pruebe otro testigo. Id, Baloo, mirad en el agujero y volved para informarnos.
Así pues, el oso fue a ver. Cuando regresó, denunció:
—Tanto el gato como el asno han mentido; en el agujero no había sino un oso.
Mayúsculo fue el asombro y consternación entre los animales. Ahora todos se sentían ansiosos por desentrañar ellos mismos el misterio y esclarecer por fin la verdad. El elefante resolvió enviarlos de uno en uno.
Primero, la vaca. Ésta no halló en el agujero otra cosa salvo una vaca.
Tampoco el tigre encontró otra cosa que no fuese un tigre.
El león no descubrió sino otro león.
El leopardo no halló más que otro leopardo.
El camello se topó con un camello, y nada más.
Entonces, Hathi se enfureció, y proclamó que averiguaría la verdad aun a costa de tener que ser el mismo quien fuera a buscarla. Al regresar, acusó a todos sus súbditos de embusteros y, sin poder contener su enojo con el gato por haberse burlado de su inocencia e inexperiencia, sentenció que nadie, salvo un necio ciego, podía ver a través del agujero otra cosa que no fuese un elefante.
Moraleja, por el gato:
Podréis encontrar en un texto aquello que os propongáis si os situáis entre él y el espejo de vuestra imaginación. Puede ser que no veais vuestras orejas, pero allí estarán.
sábado, 3 de abril de 2010
CUENTO. "Una fábula", de Mark Twain (1835-1910)
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