domingo, 3 de mayo de 2009

LECTURA. Relato de Ricardo González Lucena, alumno de 2º ESO A. "EL QUIJOTE DEL SIGLO XXI"

Al igual que el relato anterior, también participó en el concurso organizado por la Casa de Castilla-La Mancha en Córdoba. Su título, El Quijote del siglo XXI.

Alonso Quijano, el Bueno, vivía en la ciudad de Mara y trabajaba en la librería El Arco. Era alto y delgado. A decir verdad, no era muy agraciado. Siempre con su bicicleta de un lado para otro. Su jefe continuamente estaba llamándole la atención porque era bastante despistado. Permanentemente se equivocaba con los pedidos de los libros o con el cambio de los productos que vendía. Cosa que al dueño del negocio sacaba de quicio. Pero él como si nada. Siempre pensando en la misma historia. Que no era otra que la de su amada Dulcinea, una bella profesora que daba clases de Física en el Instituto Rafael Alberti, que se encontraba justo enfrente de su lugar de trabajo y del bar El Colonial, donde trabajaba su gran amigo Sancho. Ella era una mujer elegante y rubia, que poseía un lujoso descapotable, siempre vestida a la última moda y que no hacia el más mínimo caso a las cartas de amor que Alonso le enviaba.

Cada día al salir de su trabajo, va hasta la taberna de su compañero a ver salir del trabajo a su amor no correspondido. Mientras que Sancho, bajito y regordete, le dice que no se haga ilusiones, que esa mujer es de otra clase social y que es mucha vela para tan poco barco. Pero nuestro amigo sigue con el mismo cuento.

Ella sale del Instituto y un hombre la piropea desde el bar. Cosa que ofende a Alonso. Comienza a discutir y acaba con un ojo morado. A lo que Sancho le dice: “Olvídate ya de esa mujer, que no te conviene, y deja de meterte en líos”. Anita, limpiadora de la taberna El Colonial, le presta ayuda y un pañuelo a nuestro personaje.

Al otro día, a Alonso se le fue un poco la cabeza y se creía que los coches eran tanques que querían destruir la ciudad. Él empezó a parar a los coches, a gritarles a los conductores, a lo que los policías respondieron deteniéndolo.
Gracias a su amigo Sancho, no se lo llevaron a la cárcel, ya que pagó un dinero para que no se lo llevaran. Cuando llegaron al bar, Alonso comenzó a decir en voz alta que las máquinas tragaperras eran un timo. Menos mal que el jefe del bar estaba allí para echarlo de la taberna.

Un día, Alonso Quijano estaba muy deprimido escribiendo un poema de amor para su amada en el bar de Sancho. Allí estuvo toda la tarde hasta que se fue a su casa. Anita, que siempre estaba mirando a Alonso, fue a la mesa donde él se dejó un poema de amor por despiste.

Ella, que tanto quería a Alonso, al día siguiente, le dijo que si quería salir con ella. Él aceptó y la invitó a un baile que había por la noche. Desde ese momento, Alonso Quijano “El Bueno” descubrió su verdadero amor.

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