jueves, 28 de agosto de 2014

PRENSA CULTURAL. Sobre la Primera Guerra Mundial y la literatura

   En "diagonalperiodico.net"
LITERATURA Y I GUERRA MUNDIAL
A partir de sus experiencias, numerosos escritores plasmaron la vida y la muerte en los frentes de guerra
historiador y archivero
16/08/14 · 8:00
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Hombres del 5º barallón de la fuerza expedicionaria de Canadá, 1916.
“Esta porra que ve aquí ha matado muchos hombres franceses, italianos, húngaros… Tengo la lista en mi casa (…)”. Así amenazó Cristobita al padre de su prometida en Los títeres de cachiporra, según lo escribió García Lorca en 1923. Cristobita era claramente un germanófilo español durante la Gran Guerra (1914-1918). Unamuno, Pío Baroja o Blasco Ibáñez fueron los que más en serio se lo tomaron. Escribieron reflexiones y relatos desde un país en paz que se beneficiaba de los negocios de guerra. Si la I Guerra Mundial iba a suponer el paso del siglo XIX al XX, España aún tendría que esperar su calamidad.
Un checo que combatió por el Imperio austrohúngaro, Jaroslav Hašek, escribió Las aventuras del buen soldado Svejk. En su obra podemos comprender cómo este imperio estaba totalmente enfermo y desunido socialmente, lo que explica su derrota y desaparición tras la guerra. Nos reiremos: la novela es una comedia. Se escribió de 1920 a 1923, pero la terminó otro escritor amigo suyo. Hašek murió joven. La literatura nos da claves que la Historia científica roza.
Pero si queremos leer la realidad más cruda de la guerra, entonces el mejor reflejo de ella lo dio un subteniente inglés llamado Wilfred Owen. Una herida de mortero le llevó cerca de la muerte. Pasó un largo tiempo en un hospital militar. En este periodo escribió poemas en los que dio salida a todos los horrores de la guerra que le atormentaban. Son poemas claramente antibelicistas, pero en su día gozaron de un éxito instantáneo que hizo que le publicaran en varias revistas militares como si sus temáticas fueran para animar a las tropas. Su estilo es muy directo y descriptivo. Toda situación atroz que se pueda imaginar pasa por sus manos. Concreta en metáforas y pocas palabras toda una serie de imágenes, emociones y conceptos. Lamentablemente murió durante la última semana de guerra alcanzado de un disparo en la cabeza.

‘Sin novedad en el frente’

Sin generosidad poética, ni ricos recursos literarios y con un estilo muy seco, pero muy efectivo, estarían los libros de los alemanes Remarque y Jünger, ambos combatientes. Erich Maria Remarque se llamaba Erich Paul Remark. Tenía ascendentes franceses y no sentía especial aprecio al origen alemán de la guerra, de ahí el cambio de nombre. Escribió en 1929 la novela Sin novedad en el frente. Es una descripción muy ajustada a las vivencias del soldado raso en las trincheras. Marca la guerra como algo ajeno al combatiente. Critica la formación en los cuarteles e incluso la falta de preparación en las escuelas para enfrentarse a la vida real. El libro no fue muy apreciado por los nazis en los años 1930. Fue acusado de descendiente de judíos. Se fue del país.
‘Tempestades de acero’ fue escrito gracias a los diarios de combate de Ernst Jünger, donde habla de su evolución personal y emocional
Ernst Jünger fue voluntario al estallar la guerra. Sus vivencias las relató en forma de novela en Tempestades de acero (1920), Fuego y sangre(1925), El bosquecillo 125 (1925) y El estallido de la guerra de 1914 (1934). El primer libro citado trataba de sus propias experiencias bélicas. Ascendió por méritos y obtuvo varias medallas por héroe de guerra. Muchos de sus recuerdos describían al detalle los atroces efectos de bombas y balas sobre los cuerpos humanos. El libro fue ­escrito gracias a los diarios que escribió en combate; es su evolución personal y emocional. Algunos capítulos son repetitivos. A él le pareció que ensalzaba el belicismo y lo retocó en 1922 y en 1924 para hacerlo más humano. Abrazó el nacionalismo alemán, pero no el nazismo. Para dejarlo claro y para impedir que los nazis siguieran utilizando Tempestades de acero, volvió a cambiarlo en 1934. Pese a todo hizo la II Guerra Mundial del lado alemán como militar destinado en París. Volvió a retocar su libro en 1961 para dejarlo definitivamente con un toque antibelicista a través de pequeños giros de algunas frases clave en varios capítulos.
Uno de los libros más famosos fue escrito en 1929 por Ernest Hemingway. Es Adiós a las armas. El libro tuvo hasta 47 finales alternativos antes de que el autor se decantara por uno. El periodista estadounidense estuvo presente en esta guerra como oficial y conductor de ambulancias de la Cruz Roja en el ejército italiano. En buena parte, el libro cuenta con innumerables vivencias reales de su paso por la contienda; es difícil discernir qué pasajes corresponden a su vida real y cuáles son invención. En todo caso, no es un libro de memorias, es una novela con una trama muy determinada. Su punto de vista es antibelicista desde la visión de un oficial miembro de la Cruz Roja militar. Contiene un pasaje memorable dedicado a la retirada italiana ante el derrumbamiento del frente por un ataque austrohúngaro. La deshumanización ante la derrota alcanza en este libro unas cotas emocionales muy altas. Incluso predijo motivos para la próxima Gran Guerra.
Todos estos textos son relatos que desde la ficción fueron enriquecidos por las vivencias personales de sus autores. Son vitales para conocer emocionalmente la guerra. Después de ella, toda realidad romántica bélica murió en el mismo barro donde estos autores encontraron tibias colgando de jirones de carne: el siglo XX.

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