La pequeña parroquia de Santa María Magdalena, en Titulcia, al sur de la Comunidad de Madrid, oculta un secreto indecoroso. Una mujer completamente desnuda, de vista frontal, sube a los cielos, rodeada de ángeles. Es el Tránsito de Santa María Magdalena y es "el primer desnudo de la historia de la pintura española", según los especialistas. Lo más sorprendente es que la Historia del Arte no había levantado acta del hito hasta hoy, que acaba de salir a la luz de su escondite cuatro siglos después de haber sido pintada por el hijo del Greco, Jorge Manuel Theotocópuli.
“No tenemos información cómo se encargó este retablo”, resume Fernando Marías, el especialista en la figura del pintor griego. Reconoce que la imagen de la Magdalena le llegó al teléfono móvil. El remitente era el conservador del Museo del Greco, Luis Alberto Pérez Velarde, y le anunciaba que hoy presentarían al público, en la institución, la obra, durante los próximos dos meses.
Marías, comisario de la exposición El griego de Toledo,  asegura que “tiene bastante más interés del que se le ha prestado hasta el momento". Sin embargo, se muestra prudente al hablar de la obra, porque no la ha visto todavía en directo, aunque tiene antiguas imágenes en blanco y negro. Señala que al cuadro se le conocía como la Asunción de la Magdalena, pero que no hay documentación como para saber qué es lo que el sacerdote Gonzalo Berrera le encargó al joven pintor. El retablo se desmanteló antes de la Guerra Civil y de los lienzos que lo formaban sólo se conserva éste, que ocupaba la parte superior y que fue robado en la década de los ochenta del pasado siglo. El lienzo fue recuperado apenas dos días después del robo en un control rutinario de la Guardia Civil en Benavente.
Un desnudo en el altar
Tampoco existe constancia de cuándo llegó a ser colgado en lo más alto del retablo del altar de la iglesia, ni si lo coronó alguna vez, pero era el lugar al que estaba destinada la provocadora pintura. Al parecer, Jorge Manuel terminó de pintarlo en 1607, pero en 1619 todavía no había sido colocado en su lugar. Es más, ni siquiera había sido pagado en esa fecha (el acuerdo era carísimo, 100 ducados), lo que hace aventurar que la respuesta al encargo no fuera lo que el sacerdote esperaba. “Es un cuadro muy raro y lo más increíble es que estuviera en lo más alto de un retablo. Me puedo imaginar lo escandaloso del motivo”, explica sin adelantar más apreciaciones.
Esa imagen de provocador es precisamente la que las exposiciones de Marías, como la de José Riello, han revelado. Riello se muestra emocionado con la reaparición de esta obra, por la importancia de encontrar un desnudo de tamaño natural y frontal en un lugar tan poco adecuado y "por ser el primer desnudo de la historia del arte español". Pero sobre todo porque hace viejos a los dos únicos desnudos de la pintura hecha en España del siglo XVII: el Descenso de Cristo a los infiernos o al limbo (1640), de Alonso Cano, que aparece de espaldas; y la Venus del espejo (1647), de Velázquez, que también nos muestra su espalda. Sólo Goya se atrevió a hacer algo parecido con La maja desnuda (1790), pero el retrato era para el gabinete privado de Godoy.  
'La apertura del quinto sello', del Greco, en el Metropolitan de Nueva York'La apertura del quinto sello', del Greco, en el Metropolitan de Nueva York
“No tuvo reparos en pintar a una mujer completamente desnuda. Probablemente, se inspiró en los dibujos y consejos de su padre, pero éstos no nos han llegado. Sí encuentro relación entre la figura potente de la Magdalena con la escultura del Cristo resucitado que se encuentra en el Hospital de Tavera (Toledo)”, cuenta Riello a este periódico.
La referencia más evidente, explica Luis Alberto Pérez Velarde, conservador en el Museo del Greco de Toledo, es con una de las figuras que aparecen en La apertura del quinto sello de su padre, hoy conservado en el Metropolitan de Nueva York. A Pérez Velarde le debemos que esta obra haya entrado por primera vez en su historia en un museo y podamos verla, durante los próximos dos meses en la institución en la que trabaja. “El desnudo es bastante llamativo, porque la obra coronaba el retablo. Es una pieza sorprendente por la libertad interpretativa del pintor”, añade.
El cuadro da luz también al trabajo en el taller del Greco, que existe en Toledo desde 1580, con aprendices encargados de la preparación minuciosa de los colores y los lienzos. Los pintores completaban y copiaban obras del maestro, entre ellos su hijo. Tras la muerte del padre continuó con el taller, para rematar las obras pendientes y mantener nuevos encargos a la manera del Greco. Para Pérez Velarde, la escena es "un reflejo de su padre, aunque con sombras muy duras y artificiales y un colorido mucho más apagado".

También observa Riello una relación directa del ángel con el que aparece en la capilla Ovalle. “El Greco y su hijo plantean unas cuestiones verdaderamente rompedoras en aquella España conservadora”, cuenta Riello, que señala el gol a las generaciones de historiadores, que han sido incapaz de acercarse a la pequeña iglesia madrileña en todos estos años para valorar la pintura. La reaparición viene a subrayar también la falta de información y estudio de la figura de Jorge Manuel, al que la historiografía le ha considerado “un pintor nefasto”.
Este cuadro demuestra, tanto para Marías como para Riello, que es muy probable que el pintor estuviera perfectamente preparado para copiar obras del padre que han pasado por originales. “No es El Greco, pero es un cuadro muy bueno”. Incluso podría pensarse en la participación del padre en esta obra de taller con tan alto precio y tan buena solución. Tan buena, que tampoco hoy es mostrado en la parroquia en el eje principal. Está retirada, detrás del altar mayor. Demasiado desnuda para 2014.