domingo, 6 de abril de 2014

PRENSA CULTURAL. "El impacto de los medios digitales en la lectura". Javier Carbonell


   En la revista "Mercurio" (mayo 2013):
El impacto de los medios digitales en la lectura 

Cuando los estudiosos del futuro valoren el fenómeno, la digitalización ocupará un sitio en el olimpo de los grandes avances de los soportes de lectura, al lado del papiro, el códice y la imprenta.
JAVIER CARBONELL
 Las costumbres son en cierto modo el alma de nuestro comportamiento. Una vez hemos interiorizado una manera de hacer algo, cambiarlo supone superar dos barreras: la primera y más importante es querer cambiar —si las cosas se han hecho siempre así, ¿por qué cambiar?, con lo cómodo que estoy en mi espacio de tranquilidad—, la segunda es el propio esfuerzo que supone adaptarse. Estas barreras son más altas cuanto más arraigado se halla un determinado hábito, y también cuando se ha llegado a forjar un vínculo afectivo con una determinada manera de hacer las cosas. En el caso de la transición hacia la lectura en formato digital, más que barreras son montañas: por una parte, el uso del libro hunde sus raíces en nuestra infancia; por otra, es un objeto venerado en nuestra cultura, todo un símbolo del saber.
Por estos motivos la lectura de textos en formato digital se ha introducido de forma paulatina, sin que el cambio haya supuesto una completa sustitución del libro físico, y de hecho según un estudio realizado por Fundación Telefónica, se mantiene como el único tipo de contenido respecto al cual los usuarios se decantarían por la versión física en vez de la digital, si tuvieran que renunciar a alguna y una vez probadas ambas.
Las primeras experiencias de lectura en formato digital se remontan a los primeros ordenadores, que con monitores insufribles de caracteres verdes sobre fondo negro, convertían la lectura en una especie de penitencia. No obstante, los usuarios pronto se percataron de los beneficios que aportaba, como la posibilidad de buscar palabras y una mayor agilidad para navegar por documentos, la potencia del hipertexto o enlaces de texto, o la capacidad de adaptar el tamaño de la letra. Esto ha llevado desde el principio a una tensión entre la practicidad del formato digital, que permite más opciones, y la facilidad de uso del formato físico.
Las cosas han ido cambiando mucho desde entonces. Las pantallas han ganado en resolución, en brillo, en colorido…, también han aparecido nuevos dispositivos con pantallas más pequeñas pero con iguales prestaciones, como las tablets y los teléfonos móviles, que han facilitado a los usuarios el acceso al contenido desde cualquier lugar. La aparición de la tinta electrónica marcó un hito clave que acercaba más la lectura digital a la física, ya que al eliminar la iluminación del fondo de pantalla consigue un efecto muy similar al que ofrece la tinta real, de ahí su nombre, lo que evita problemas de cansancio de vista al pasar largas jornadas leyendo. Avances todos que juegan a favor de los formatos digitales y que hacen que la citada tensión empiece a decantarse por ellos, un proceso que sin duda continuará en el futuro, sobre todo cuando nuevas generaciones, ya nativas digitales, vayan incorporándose más activamente a la sociedad.
Quedarse en el debate sobre las ventajas e inconvenientes de los nuevos formatos desde el punto de vista de las funcionalidades, supone quedarse en la superficie y no abordar lo verdaderamente importante: cómo está evolucionando la propia lectura en sí, y cómo los nuevos formatos digitales son fundamentales para moverse en el mundo complicado que nos espera. La digitalización de contenidos combinada con la ubicuidad en el acceso, abre la posibilidad de disponer de una cantidad ilimitada de información, desde grandes bibliotecas de literatura a todo tipo de artículos e informes, que podemos leer además en cualquier lugar y en cualquier momento. Toda una revolución que permitirá llevar el conocimiento a las clases más desfavorecidas, incluso a países enteros, ayudando de esta manera a reducir las brechas culturales actuales.
En las sociedades más desarrolladas, toda esta explosión de información también nos empieza a desbordar. Ya no es que interioricemos la lectura o hayamos desarrollado técnicas de lectura rápida, es que en muchas ocasiones casi ni leemos el texto, nuestra vista se mueve directamente entre las palabras resaltadas, entrecomilladas, de colores…, tratando de obtener una idea global, optimizando el tiempo y esfuerzo. Nos desplazamos rápidamente entre distintos textos, y solamente nos detenemos en aquellos párrafos que poseen un interés especial para nosotros. Y hasta hemos dado nombre a este tipo de lectura, “lectura en diagonal”, que define una parte cada vez más mayor de la lectura diaria de las personas que acceden a contenidos digitales, a excepción de las novelas. Todo cambio lleva implícito un debate sobre los beneficios y los perjuicios asociados. Este caso no podía ser distinto, y en la actualidad son muchas las voces que hablan de efectos negativos en la capacidad de concentración, en la profundidad de análisis y en la asimilación de contenidos, aunque también las hay que hablan de nuevas capacidades de relación, de mayor habilidad de abstracción e incluso de la posibilidad de realizar actividades de forma multitarea.
Una nueva capacidad que permiten las tecnologías de la información es la interacción con otros lectores. Si algo hemos aprendido de la evolución de los servicios de internet durante estos últimos años, es que las personas tienen un deseo inherente de socializar cualquier actividad que estén realizando. Sucede con todo tipo de contenidos y ya es una realidad con la lectura. Son numerosos los espacios para comentar o debatir entre los amantes de los libros, incluso con los autores, pudiendo de esta manera influir en el proceso de creación literaria. Se trata de un efecto que podríamos llamar de “lectura colectiva”, que permite compartir nuestras experiencias y enriquecerlas con las de los demás. La valoración de los contenidos por parte de los lectores convivirá con la crítica de los especialistas, lo que incorporará multitud de nuevas visiones y facilitará el proceso de selección de contenidos y también su rápida difusión, incluso viral.
También debemos considerar que la lectura, entendida como un proceso de comprensión de la información, no es patrimonio de la lengua escrita, sino que jeroglíficos, fórmulas matemáticas y notas musicales también llevan asociada una forma implícita de lectura. La inclusión de sonidos, imágenes, vídeos, que el formato digital permite hacer fácilmente, posibilita ofrecer una experiencia ampliada, poniendo a disposición del lector un número mayor de estímulos que le ayudan a entender y contextualizar la información que está leyendo.
Será el propio usuario el que irá definiendo el terreno de cada uno de los formatos, digital y físico, según los usos y las tecnologías vayan madurando. De lo que no hay duda es que de no se trata de una moda ni de algo pasajero. Leer los textos en distintos dispositivos ya es algo normal, que incorpora mayor riqueza a la lectura entendida de una forma amplia. Cuando los estudiosos del futuro valoren este fenómeno, habrá un consenso generalizado sobre su efecto disruptivo, y la digitalización ocupará un sitio en el olimpo de los grandes avances de los soportes de lectura, al lado del papiro, el códice y la imprenta. Todavía nos encontramos en la infancia de este proceso, nos aguarda un mundo de posibilidades para los lectores y de oportunidades para aquellos que sepan verlo. Cuantas más opciones existan, mayor será la necesidad de generar contenidos atractivos que capten la atención del lector, así como de realizar nuevos trabajos de edición y de adaptación a diferentes formatos. Y es que los soportes irán cambiando, los hábitos de lectura evolucionando, pero lo fundamental seguirá siendo lo mismo: que haya gente capaz de contarnos historias, reales o imaginarias, que alimenten nuestra imaginación y nuestra necesidad de saber. 

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