jueves, 20 de mayo de 2010

LITERATURA ESPAÑOLA Y UNIVERSAL (fragmentos): "La prudencia en la mujer", de Tirso de Molina (1579-1648)

Tirso de Molina
Acto primero
Sala en el Alcázar de Toledo.


ESCENA I


El infante DON ENRIQUE, el infante DON JUAN, DON DIEGO DE HARO.


DON ENRIQUE
Será la viuda Reina esposa mía,
y dárame Castilla su corona
o España volverá a llorar el día
que al conde Don Julián traidor pregona.
¿Con quién puede casar Doña María,
si de valor y hazañas se aficiona,
como conmigo, sin hacerme agravio?
Enrique soy, mi hermano Alfonso el Sabio.


DON JUAN
La Reina y la corona pertenece
a Don Juan, de Don Sancho el Bravo hermano.
Mientras el niño rey Fernando crece,
yo he de regir el cetro castellano.
Pruebe, si algún traidor se desvanece,
a quitarme la espada de la mano;
que mientras gobernare su cuchilla
sólo Don Juan gobernará a Castilla.


DON DIEGO
Está vivo Don Diego López de Haro,
que vuestras pretensiones tendrá a raya,
y dando al tierno Rey seguro amparo,
casará con su madre, y cuando vaya
algún traidor contra el derecho claro
que defiendo, señor soy de Vizcaya.
Minas son las entrañas de sus cerros,
que hierro dan con que castigue yerros.


DON ENRIQUE
¿Qué es esto, Infante? ¿Vos osáis conmigo
oponeros al reino? ¿Y vos, Don Diego,
conmigo competís, y sois mi amigo?


DON JUAN
Yo de mi parte la justicia alego.


DON DIEGO
De mi lealtad a España haré testigo.


DON ENRIQUE
A la Reina pretendo.


DON JUAN
                               De su fuego
soy mariposa.


DON DIEGO
                       Yo del sol que miro,
yerba amorosa que a sus rayos giro.


DON DIEGO
Tío, Don Juan, soy vuestro, y de Fernando
el Santo que ganó a Sevilla, hijo.


DON JUAN
Yo nieto suyo: Alfonso me está dando
sangre y valor con que reinar colijo.


DON DIEGO
Primo soy del rey muerto; pero cuando
no alegue el árbol real con que prolijo
Ailí el cronista mi ascendencia pinta,
alegaré el acero de la cinta.


DON ENRIQUE
Vos, caballero pobre, cuyo
Estado cuatro silvestres son, toscos y rudos,
montes de hierro, para el vil arado,
hidalgos por Adán, como él desnudos.
Adonde en vez de Baco sazonado,
manzanos llenos de groseros nudos dan
mosto insulso, siendo silla rica,
en vez de trono, el árbol de Garnica.
¡Intentáis de la Reina ser consorte,
sabiendo que pretende Don Enrique
casar con ella, ennoblecer su corte,
y que por rey España le publique!


DON JUAN
Cuando su intento loco no reporte
y edificios quiméricos fabrique,
mientras el reino gozo y su hermosura,
se podrá desposar con su locura.


DON DIEGO
Infantes, de mi Estado la aspereza
conserva limpia la primera gloria
que la dio, en vez del Rey, naturaleza,
sin que sus rayas pase la vitoria.
Cuatro bárbaros tengo por vasallos,
a quien Roma jamás conquistar pudo,
que sin armas, sin muros, sin caballos,
libres conservan su valor desnudo.
El árbol de Garnica ha conservado
la antigüedad que ilustra a sus señores,
sin que tiranos le hayan deshojado,
ni haga sombra a confesos ni a traidores.
En su tronco, no en silla real sentado,
nobles, puesto que pobres electores
tan sólo un señor juran, cuyas leyes
libres conservan de tiranos reyes.
Suyo lo soy agora, y del Rey tío,
leal en defenderle, y pretendiente
de su madre, a quien dar la mano fío,
aunque la deslealtad su ofensa intente.
Infantes, si a la lengua iguala el brío,
intérprete es la espada del valiente;
el hierro es vizcaíno, que os encargo,
corto en palabras, pero en obras largo.


ESCENA II


LA REINA DOÑA MARÍA, de viuda. DON ENRIQUE, DON JUAN, DON DIEGO.


REINA
¿Qué es aquesto, caballeros,
defensa y valor de España,
espejos de lealtad,
gloria y luz de las hazañas?
Cuando muerto el rey Don Sancho,
mi esposo y señor, las galas
truecan León y Castilla
por jergas negras y vastas;
cuando el moro granadino
moriscos pendones saca
contra el reino sin cabeza,
y las fronteras asalta
por la lealtad defendidas,
y abriéndose su Granada,
por las católicas vegas
blasfemos granos derrama;
¡en civiles competencias,
pretensiones mal fundadas,
bandos que la paz destruyen
y ambiciosas arrogancias,
cubrís de temor los reinos,
tiranizáis vuestra patria,
dando en vuestra ofensa lenguas
a las naciones contrarias!
¡Ser mis esposos queréis,
y como mujer ganada
en buena guerra, el derecho
me reducís de las armas!
¡Casarme intentáis por fuerza
y ilustrándoos sangre hidalga,
la libertad de mi gusto
hacéis pechera y villana?
¿Qué veis en mí, ricoshombres?
¿Qué liviandad en mi mancha
la conyugal continencia que
ha inmortalizado a tantas?
¿Tan poco amor tuve al Rey?
¿Viví con él mal casada?
¿Quise bien a otro, doncella?
¿A quién, viuda, di palabra?
Ayer murió el Rey mi esposo,
aún no está su sangre helada
de suerte que no conserve
reliquias vivas del alma.
Pues cuando en viudez llorosa
la mujer más ordinaria
al más ingrato marido
respeto un año le guarda;
cuando apenas el monjil
adornan las tocas blancas,
y juntan con la tristeza
gloria del vivir casta;
yo, que soy reina, y no menos
al rey don Sancho obligada.
¿Queréis, grandes de Castilla,
que desde el túmulo vaya
al tálamo incontinente?
¿De la virtud a la infamia?
¿Me conocéis, ricoshombres?
¿Sabéis que el mundo me llama
la reina Doña María?
¿Que soy legítima rama
del tronco real de León;
y como tal, si me agravian,
seré leona ofendida,
que muerto su esposo brama?
Si porque el Rey es un niño
y una mujer quien le ampara,
os atrevéis ambiciosos
contra la fe castellana;
tres almas viven en mí:
la de Sancho, que Dios haya,
la de mi hijo, que habita
en mis maternas entrañas,
y la mía, en quien se suman
esotras dos: ved si basta
a la defensa de un reino
una mujer con tres almas.
Intentad guerras civiles,
sacad gentes en campaña.
Vuestra deslealtad pregonen
contra vuestro Rey las cajas;
que, aunque mujer, yo sabré,
en vez de las tocas largas
y el negro monjil, vestirme
el arnés y la celada.
Infanta soy de León;
salgan traidores a caza
del hijo de una leona,
que el reino ha puesto en su guarda;
veréis si en vez de la aguja,
sabrá ejercitar la espada,
y abatir lienzos de muros
quien labra lienzos de Holanda.

No hay comentarios: