martes, 6 de octubre de 2015

PRENSA. "Arte, locura y destrucción". Martín Casariego

   En "El País":

Arte, locura y destrucción

No hay demencia colectiva sino creencias destructivas que se originan en el delirio de un líder



Vídeo, presuntamente difundido por el EI, de la destrucción de la estatua del dios Lamassu en Nínive (Irak). / AFP

Visito el Reina Sofía, para ver los cuadros cedidos durante seis meses por el Kunstmuseum de Basilea.
Mientras veo las exposiciones, la formada por la colección moderna del museo y la de Im Obersteg y Rudolf Staechelin, tengo aún en la cabeza las imágenes de la destrucción de obras de arte a manos de los bárbaros del Estado Islámico. Por donde corren el Tigris y el Éufrates, donde se inventó la rueda o nacieron las ciudades, los mismos que crucifican a cristianos o despeñan a homosexuales, destruyen esculturas y templos con martillos, taladradoras, excavadoras, explosivos.
Admiro Jardín de Daubigny, el cuadro de Van Gogh, un loco egregio. ¿Hay relación entre genio y locura? ¿Se puede considerar locura lo del EI? No una locura individual, como la de Laszlo Todt, el perturbado que en 1972 dio 15 martillazos a la Piedad de Miguel Ángel, sino colectiva. Pregunto a Sergio Oliveros, psiquiatra, fundador del Grupo Doctor Oliveros, en Madrid. “Cada vez es más clara la relación entre creatividad y enfermedad mental, especialmente en la personalidad esquizotípica”, dice Oliveros. “En cuanto a la segunda pregunta, cualquier religión o creencia (como la homeopatía, por ejemplo) sigue un patrón irracional emparentado con la revelación de una verdad acientífica. Pero quien mantiene un vínculo con la realidad no puede ser considerado delirante o loco. No hay locuras colectivas, pero sí creencias colectivas destructivas (desde el nazismo hasta el EI) que pueden originarse en la locura de un líder”.
El arte se puede destruir desde fuera, como hacen los integristas. ¿Y desde dentro? No es lo mismo pintar un cuadrado negro en 1915 que muchos años después, como no es lo mismo escribir Conversación en La Catedral que mecanografiarla. ¿Está el arte en un punto muerto? ¿Destruyeron las vanguardias el arte futuro, el nuestro? Cuando ya está todo inventado, ¿lleva el deseo de innovar a lo repetitivo o a lo inane? ¿Quién es el genio, Jeff Koons o los críticos, galeristas y comisarios que lo han elevado a los altares? Pregunto a Juan Manuel Bonet, director del Cervantes de París, poeta y crítico, exdirector del Reina Sofía y del IVAM. “No hay punto muerto en arte. Las vanguardias destruyeron, pero también construyeron, dejaron muchos caminos abiertos, no solo el del objeto y la instalación, que son los que hoy prevalecen mediáticamente”, puntualiza. “Se me ocurren decenas de nombres de artistas más interesantes que Koons. Por ejemplo, dos pintores sobre los cuales he comisariado sendas exposiciones: el figurativo norteamericano Alex Katz, que tiene 87 años, y el abstracto suizo Helmut Federle, que tiene 71. Si hiciéramos una encuesta, comprobaríamos que no son mediáticos, que no están en Los 40 Principales. A la postre Koons no es arte, es sociología, algo que pasaba en su tiempo con Warhol, y sé que diciendo esto no soy políticamente correcto, porque Warhol se halla hoy en los mismos altares donde está Koons”.
Y me doy cuenta, mientras camino por la calle, de que la pregunta que verdaderamente me atormenta es esta: ¿es igual de odioso, grave y repugnante destruir el legado artístico de un país, resultado de la experiencia de muchos hombres y de muchos siglos, que matar a un hombre?
Mi corazón me dice que no, y mi cabeza me hace dudar.

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