La idea de escribir una continuación de Don Quijote podría parecer disparatada a primera vista. Pero algo así es lo que hizo en 2004 Andrés Trapiello (León, 1953), y salió airoso: Al morir don Quijote, donde fantaseaba con el destino de Sancho Panza y otros secundarios de la obra de Cervantes, se hizo con el Prix Littéraire Européen y es el gran best-seller de Trapiello hasta la fecha.
Ahora, diez años después, el escritor leonés vuelve a la carga con El final de Sancho Panza y otras suertes (Destino). ¿Novedades? Los personajes han cruzado el charco: Sancho Panza y compañía hacen las Américas. Para analizar las claves de tamaña aventura, Trapiello recibe a la prensa en el interior de la Torre de Oro sevillana.
Una advertencia personal antes de arrancar. De pequeño me obligaron a leer ‘El Quijote’ en el colegio. Entero, dos veces, en alto, un párrafo por niño. Tardamos varios meses en acabarlo. Resumiendo: le tengo bastante manía al libro desde entonces. ¿Tengo motivos para estar traumatizado?
Nos obligan a hacer un enorme esfuerzo para entender una lengua muerta. Así que es lógico que la gente acabe detestando 'El Quijote'Yo no soy partidario de seguir estudiándolo en los colegios. Me parece un disparate. Y hasta en los institutos. A los españoles se les obliga leer El Quijote en una lengua que no comprenden: barroca, difícil. Ni un 1% de la población hispanohablante puede leerlo sin una edición anotada. Por el contrario, los lectores alemanes, italianos o franceses, sí pueden hacerlo: leen ediciones vivas, porque cada veinte o treinta años hay una nueva traducción contemporánea. Es una novela viva y actual… menos en España. Nos obligan a hacer un enorme esfuerzo para entender una lengua muerta. Así que es lógico que la gente lo acabe detestando. Unos, como es su caso, debido a su terrorífica experiencia infantil, terror que quizás permanezca el resto de tu vida.
¿Por qué España no adapta ‘El Quijote’ a una lengua viva? ¿Nos da miedo alterar el texto sagrado?
Seguramente. Eso es.
¿Es ‘Don Quijote’ una novela cómica? ¿No es extraño que siendo el libro fundacional de nuestra literatura su tradición cómica sea ahora marginal?
Azaña dijo que era la biblia de lo español, el libro que resume todas las virtudes y defectos del puebloEl Quijote empieza siendo una novela cómica, y así la recibió todo el mundo. No obstante, durante el Romanticismo se dieron cuenta de que era algo más que eso. Que en sus intersticios había muchas alusiones a cosas muy serias. Que Cervantes había hecho algo parecido a lo que dijo una vez Emily Dickinson: di todo la verdad, pero sesgada. Que la novela era, como diría luego Azaña, la biblia de lo español, el libro que resume todas las virtudes y defectos del pueblo español. Todo narrado de una manera muy elegante, muy fina, muy británica, de ahí que Inglaterra lo hiciera suyo rápidamente. En España, que es un país moralmente estricto, se tiende a ver el humor como una debilidad, lo importante nunca puede ser algo humorístico, lo que es un error. El humor es una parte fundamental de nuestras vidas.  
¿Hemos relegado a Cervantes por ser excesivamente gracioso?
En España hay dos tradiciones humorísticas diferentes. El humor de Cervantes, solidario con el débil. Y el de Quevedo, que no lo es.  La literatura cervantina es compasiva, misericordiosa, trata de ver el sustrato de bondad de los seres humanos.  Cuando uno lee a Quevedo se cree peor de lo que es por su manera de ahondar en los bajos instintos. Cervantes idealiza y Quevedo caricaturiza.
Alguna vez ha dicho que la “mirada limpia” de Cervantes es muy poco española…
Si Cervantes viviera hoy, el primer premio Cervantes se lo darían a Lope de Vega o a QuevedoSe dice que este es un país cervantino, pero no, es más bien un país quevediano. La mirada limpia de Cervantes es minoritaria. Cervantes está siempre en minoría. Si Cervantes viviera hoy, el primer premio Cervantes se lo darían a Lope de Vega o a Quevedo. Este país no reconoce a Cervantes porque es ingenuo y limpio.
¿Ha cambiado nuestra mirada sobre Sancho Panza con el paso de los siglos?
Siempre ha sido parecida. Sancho parece una persona simple, pero no lo es en absoluto. Es aquel que es capaz de ver al emperador desnudo.  Es un idealista, pero también un realista, al llamar a las cosas por su nombre. Cuando todo el mundo habla maravillas del traje del emperador, llega Sancho, que ama la verdad y la realidad, y dice que está desnudo. Eso le acarreará muchísimos inconvenientes. Ser políticamente molesto, que es lo que es Sancho, forma parte del idealismo quijotesco. Por eso nos gusta tanto Sancho.