miércoles, 27 de marzo de 2013

PRENSA. "Lujo sucio". Ricardo de Querol

Ricardo de Querol

   En "El País":
 23 MAR 2013 

La Cenicienta contemporánea no es ya el sufrido personaje del viejo cuento, sino la prostituta redimida que interpreta Julia Roberts en Pretty woman (1990). Da igual que la hayamos visto decenas de veces, porque la emiten en cualquier canal y vuelve a atraparnos. Ya saben: la chica sube al coche del millonario Richard Gere, se aloja a todo trapo en el mejor hotel de Beverly Hills, se va convirtiendo en princesa, él en príncipe azul y el final solo puede ser feliz.
Ha causado escándalo el penúltimo vídeo que buscaba el escándalo. No es propiamente un anuncio de Louis Vuitton, sino una creación del director James Lima para la revista Love Magazine, así que no sabemos si el artista ha metido a la empresa en un lío o si ambos están encantados con la polémica. El clip muestra a las modelos de la casa Cara Delevingne, Georgia May Jagger y Saskia de Brauw caracterizadas como prostitutas callejeras en París, semidesnudas entre encajes o bajo abrigos de piel, llamando la atención de los mirones, haciendo frenar a los coches, satisfaciendo entre sedas a los clientes. Las feministas han clamado contra esta especie de visión glamurosa de la prostitución.

Tienen difícil escandalizarnos a estas alturas, porque estamos más que acostumbrados a la utilización de lo sexual para vender cosas. El sexo sucio también vale, porque nada atrae miradas como lo prohibido. Pero la sensibilidad social ante la prostitución se está moviendo desde la tradicional tolerancia a la vista de tantas historias de mujeres esclavizadas. Tampoco hace falta llegar al extremo de esa librería tan concienciada que retiró Memoria de mis putas tristes, la última novela de Gabriel García Márquez, en la que un anciano se pide una virgen para su 90 cumpleaños.
Las mujeres que paran coches en las calles no suelen llevar bolsos de Louis Vuitton. Sus vidas se parecen más a las de esas chicas sencillas en apuros que filmó Fernando León de Aranoa en Princesas. Pero Lima tampoco pretendía ser tan realista.
Dejemos la creatividad libre de corsés. Y que nadie se crea que a estas cenicientas las recogerá Richard Gere, ni que las llevará a una tienda de Rodeo Drive diciendo: "Vamos a gastar una cantidad indecente de dinero. Necesitamos a más gente haciéndonos la pelota. A mí no, a ella". Este cuento no es de hadas. Ni tiene final feliz.

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