jueves, 14 de julio de 2011

VACACIONES

POESÍA. "Primer día de vacaciones", de Luis García Montero

Luis García Montero

Primer día de vacaciones

Nadaba yo en el mar y era muy tarde,
justo en ese momento
en que las luces flotan como brasas
de una hoguera rendida
y en el agua se queman las preguntas,
los silencios extraños.

Había decidido nadar hasta la boya
roja, la que se esconde como el sol
al otro lado de las barcas.

Muy lejos de la orilla,
solitario y perdido en el crepúsculo,
me adentraba en el mar
sintiendo la inquietud que me conmueve
al adentrarme en un poema
o en una noche larga de amor desconocido.

Y de pronto la vi sobre las aguas.

Una mujer mayor,
de cansada belleza
y el pelo blanco recogido,
se me acercó nadando
con brazadas serenas.
Parecía venir del horizonte.

Al cruzarse conmigo,
se detuvo un momento y me miró a los ojos:
no he venido a buscarte,
no eres tú todavía.

Me despertó el tumulto del mercado
y el ruido de una moto
que cruzaba la calle con desesperación.
Era media mañana,
el cielo estaba limpio y parecía
una bandera viva
en el mástil de agosto.
Bajé a desayunar a la terraza
del paseo marítimo
y contemplé el bullicio de la gente,
el mar como una balsa,
los cuerpos bajo el sol.
                                     En el periódico
el nombre del ahogado no era el mío.

POESÍA. "El muro", de Jorge Galán (San Salvador, 1973)

Jorge Galán

El muro

Lo quitaron tan tarde, que todos habían olvidado que estaba allí
y nadie recordaba quiénes eran los otros
los del otro lado
por eso no hubo abrazos de bienvenida ni llantos ni vociferaciones
salvo de asombro
días más tarde, quizá meses más tarde,
cuando, serpenteando en los follajes genealógicos
descubrieron que eran parientes, y de ahí esos ojos marrones,
coincidentes, de esas abuelas melancólicas.

PRENSA. Barómetro de hábitos de lectura y compra de libros (primer semestre de 2011)


   En "El País":
El 61,9% de los españoles mayores de 14 años lee libros

   El número de lectores en soportes digitales aumenta hasta el 52,5%

WENDY ÁLVAREZ - Madrid - 13/07/2011

   Por entretenimiento o por interés cultural, los españoles dedican más tiempo a la lectura. Así se resume el 'Barómetro de hábitos de lectura y compra de libros' de la Federación de gremios de editores de España correspondiente al primer semestre de 2011. El porcentaje de lectores entre los mayores de 14 años alcanza el 58%, un punto más que a finales de 2010. El 61,9% de ellos afirma leer libros.
   El nivel de estudios continúa siendo determinante en el hábito de la lectura. Los que tienen un título universitario son los que más leen (82,8%), a diferencia de los que cuentan con estudios de secundaria y primaria, siendo este último el segmento con menor costumbre (34,4%). Pese a ello, los jóvenes son los que más leen, principalmente las mujeres.
   Desde 2009 el número de lectores frecuentes o habituales ha ido registrando un importante crecimiento. Entre finales de 2010 y el primer semestre de 2011, este segmento ha pasado del 43,7% al 45,1% de la población mayor de 14 años. Asimismo, las personas que leen por placer se sitúan en un 28,8%.
   ¿Qué motiva a los españoles a leer más? El barómetro apunta que entretenimiento y la mejora del nivel cultural son las principales razones. Pocos leen por obligación académica. La mayoría prefiere lecturas en castellano, aunque casi el 47% asegura leer en dos o más lenguas. El inglés es el segundo idioma escogido por los lectores (un 22,5%), mientras que el tercero es el catalán (14,9%). Les siguen el francés, el gallego, el valenciano y el euskera.
  
   El 3% tiene un libro electrónico
   La lectura en soportes digitales continúa aumentando su difusión entre los españoles. Según el barómetro, del total de la población lectora, el 52,5% opta por los formatos digitales, aunque solo el 6,8% lee libros. De hecho, solo el 3% de los entrevistados afirma tener un libro electrónico, lo que representa un incremento del 75% con respecto al semestre anterior. En este segmento se incluye a lectores que utilizan ordenadores, telefónos móviles, agendas electrónicas, entre otros soportes.
   Los españoles con estudios universitarios son los que más utilizan las nuevas tecnologías para leer. El mayor segmento de lectores en formato digital se concentra en municipios muy poblados. Y aunque los españoles no renuncian a la comodidad de su casa para leer (90,3%), algunos prefieren hacerlo mientras viajan en el transporte público: en la Comunidad de Madrid, por ejemplo, alcanza el 30,2%, y en Cataluña, el 22%.
   La falta de tiempo figura como el principal motivo que argumentan los lectores ocasionales y los no lectores para no leer, sobre todo en la franja de edad que va de los 24 a los 54 años. Ese segmento es precisamente el de máxima ocupación laboral.

   ¿Qué leen los españoles?
   Los periódicos, libros, revistas y cómics son las principales fuentes de lectura. Más del 60% prefiere los libros y un 77% los periódicos, principalmente entre personas mayores a 25 años. En los últimos 12 meses, la compra de libro por persona se sitúan en una media de 8.6 unidades. La mayoría compra sus libros en librerías, los grandes almacenes, las cadenas de librerías, los clubs de lectores y los hipermercados.
   El tiempo entre costuras, de María Dueñas; El Ángel perdido, de Javier Sierra; y Si tú me dices ven lo dejo todo pero dime ven, de Albert Espinosa, son las tres obras que más demanda tuvieron en el primer semestre de este año, según el barómetro de 'Hábitos de lectura y compra de libros' del gremio de editores de España.
   En cuanto a los autores más comprados aparecen Pierre Dukan, con No consigo adelgazar, Las recetas de Dukan y El método Dukan ilustrado; Albert Espinosa y Federico Moccia.

BARÓMETRO DE HÁBITOS DE LECTURA Y COMPRA DE LIBROS

CUENTO. "La lengua de las mariposas", de Manuel Rivas. Recursos didácticos sobre la guerra civil española (75 aniversario de su comienzo)


   Así comienza
La lengua de las mariposas:

   «¿Qué hay , Gorrión? Espero que este año podamos ver por fin la lengua de las mariposas».
   El maestro aguardaba desde hacía tiempo que le enviaran un microscopio a los de la instrucción pública. Tanto nos hablaba de cómo se agrandaban las cosas menudas e invisibles por aquel aparato que los niños llegábamos a verlas de verdad, como si sus palabras entusiastas tuvieran un efecto de poderosas lentes.
   «La lengua de la mariposa es una trompa enroscada como un resorte de reloj. Si hay una flor que la atrae, la desenrolla y la mete en el cáliz para chupar. Cando lleváis el dedo humedecido a un tarro de azúcar ¿a que sienten ya el dulce en la boca como si la yema fuera la punta de la lengua? Pues así es la lengua de la mariposa». Y entonces todos teníamos envidia de las mariposas. Qué maravilla. Ir por el mundo volando, con esos trajes de fiesta, y parar en flores como tabernas con barriles llenos de jarabe.
   Yo quería mucho a aquel maestro. Al principio, mis padres no podían creerlo. Quiero decir que no podían entender cómo yo quería a mi maestro. Cuando era un «picarito», la escuela era una amenaza terrible. Una palabra que cimbraba en el aire como una vara de mimbre.
   «¡Ya verás cuando vayas a la escuela!».
   Dos de mis tíos, como muchos otros mozos, emigraron a América por no ir de quintos a la guerra de Marruecos. Pues bien, yo también soñaba con ir a América sólo por no ir a la escuela. De hecho, había historias de niños que huían al monte para evitar aquel suplicio. Aparecían a los dos o tres días, ateridos y sin habla, como desertores de la batalla del Barranco del Lobo. Yo iba para seis años y me llamaban todos 'Gorrión'. Otros niños de mi edad ya trabajaban. Pero mi padre era sastre y no tenía tierras ni ganado.
   Prefería verme lejos y no enredando en el pequeño taller de costura. Así pasaba gran parte del día correteando por la Alameda, y fue Cordeiro, el recolector de basura y hojas secas, el que me puso el apodo. «Pareces un gorrión».
   Creo que nunca corrí tanto como aquel verano anterior al ingreso en la escuela. Corría como un loco y a veces sobrepasaba el límite de la Alameda y seguía lejos, con la mirada puesta en la cima del monte Sinaí, con la ilusión de que algún día me saldrían alas y podría llegar a Buenos Aires. Pero jamás sobrepasé aquella montaña mágica.
   «¡Ya verás cuando vayas a la escuela!».
   Mi padre contaba como un tormento, como si le arrancara las amígdalas con la mano, la manera en que el maestro les arrancaba la jeada del habla para que no dijeran ajua ni jato ni jracias. «Todas las mañanas teníamos que decir la frase 'Los pájaros de Guadalajara tienen la garganta llena de trigo'. ¡Muchos palos llevábamos por culpa de Juadalagara!». Si de verdad quería meterme miedo, lo consiguió. La noche de la víspera no dormí. Encogido en la cama, escuchaba el reloj de la pared en la sala con la angustia de un condenado. El día llegó con una claridad de mandil de carnicero. No mentiría si les dijera a mis padres que estaba enfermo.
   El miedo, como un ratón, me roía por dentro.
   Y me meé. No me meé en la cama sino en la escuela.
   Lo recuerdo muy bien. Pasaron tantos años y todavía siento una humedad cálida y vergonzosa escurriendo por las piernas. Estaba sentado en el último pupitre, medio escondido con la esperanza de que nadie se percatara de mi existencia, hasta poder salir y echar a volar por la Alameda.
   «A ver, usted, ¡póngase de pie!».
   El destino siempre avisa. Levanté los ojos y vi con espanto que la orden iba para mí. Aquel maestro feo como un bicho me señalaba con la regla. Era pequeña, de madera, pero a mí me pareció la lanza de Abd el-Krim.
   «¿Cuál es su nombre?».
   «Gorrión».
   Todos los niños rieron a carcajadas. Sentí como si me batieran con latas en las orejas.
   «¿Gorrión?».
   No recordaba nada. Ni mi nombre. Todo lo que yo había sido hasta entonces había desaparecido de mi cabeza. Mis padres eran dos figuras borrosas que se desvanecían en la memoria. Miré cara al ventanal, buscando con angustia los árboles de la alameda.
   Y fue entonces cuando me meé.
   Cuando se dieron cuenta los otros rapaces, las carcajadas aumentaron y resonaban como trallazos.
   Huí. Eché a correr como un loquito con alas. Corría, corría como solo se corre en sueños y viene tras de uno el Sacaúnto. Yo estaba convencido de que eso era lo que hacía el maestro. Venir tras de mí. Podía sentir su aliento en el cuello y el de todos los niños, como jauría de perros a la caza de un zorro. Pero cuando llegué a la altura del palco de la música y miré cara atrás, vi que nadie me había seguido, que estaba solo con mi miedo, empapado de sudor y de meos. El palco estaba vacío. Nadie parecía reparar en mí, pero yo tenía la sensación de que toda la villa estaba disimulando, que docenas de ojos censuradores acechaban en las ventanas, y que las lenguas murmuradoras no tardarían en llevarle la noticia a mis padres. Las piernas decidieron por mí. Caminaron hacia el Sinaí con una determinación desconocida hasta entonces. Esta vez llegaría hasta A Coruña y embarcaría de polizón en uno de esos navíos que llevan a Buenos Aires.

   Aquí podemos leer el cuento completo y acceder a una serie de recursos didácticos sobre la película del mismo título y la guerra civil española.

PRENSA. 14 julio 2011

   En "El País":

1. ¡En guardia! Columna de Maruja Torres.

2. ¿Qué 'Ética para Amador' en 2011? Por Juan Cruz. Veinte años después el libro de Fernando Savater, verdadero fenómeno editorial, sigue planteando las preguntas que el autor quiso responder en 1991 a su hijo adolescente.

3. La muerte del artista enfermo. Por Vicente Verdú.

4. Tanto Tuenti no los vuelve raritos. Reportaje de Ana Alfageme y María Victoria Ennis. Los adolescentes pasan mucho tiempo en las redes sociales, pero ni se aíslan ni se obsesionan - Las plataformas son aceleradores de amistades que ya existen y ayudan a interase a los solitarios. Amistad y violencia en Facebook. Análisis de Rosario Ortega Ruiz, jefa del Departamento de Psicología de la Universidad de Córdoba, directora del doctorado en Aplicar la Psicología y Máster en Intervención Psicológica e Investigación sobre la Justicia, Salud y Bienestar Social.

5. ¿Adónde va la izquierda europea? Artículo de Samí Naïr, profesor invitado de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla. Sin una reforma en profundidad de su visión del mundo, de sus métodos de acción y de sus medios de funcionamiento, la socialdemocracia corre el riesgo de seguir perdiendo apoyo en el Viejo Continente.

6. La venganza de los serios. John Carlin, sobre el escándalo de los tabloides en Inglaterra.

7. Afpak, paquete explosivo. LLuís Bassets, sobre Afganistán y Pakistán.

miércoles, 13 de julio de 2011

POESÍA. "Lo terrible", de Jorge Galán (San Salvador, 1973)

Jorge Galán

Lo terrible

La luz es un cadáver que flota inadvertido.
Sus pupilas decrecen sobre nuestras pupilas.
Ese sol de esta tarde no es real:
es una gota espesa de llanto inmaculado
que cae sin descanso y flota y cae.
Ni siquiera es real su eternidad.

La muchacha que amé olvidó su nombre.
Hoy es un cuerpo intacto que no puedo llamar.
La muchacha que amé ya no regresa,
bebe su café a solas cada tarde,
le palpa el rostro un viento sin memoria.
Nada que nos recuerde podría regresar.

La muchacha que amé se duerme sola,
ella toda penumbra: ya no puede soñar.

Se va y camina sola y siente frío,
quiere abrazarse y no encuentra sus brazos.
La muchacha que amé no puede más.

Si espera bajo el sol siente más frío,
pero ella espera, cree, no distingue
que ese sol de esta tarde no es real.

PRENSA. "Sombras chinescas", por Francisco G. Basterra


   En "El País":
Sombras chinescas

FRANCISCO G. BASTERRA 09/07/2011

   Mientras Europa se asoma al abismo de la deuda y Obama discute con el Congreso en Washington elevar el techo de la norteamericana para evitar que EE UU declare el impago de sus obligaciones, China celebra estos días el 90º aniversario del partido comunista que fundara Mao. "Sin el PCCh no habría una nueva China", pregonan los carteles sobre fondo rojo, igual que las banderas, lo único rojo que aún persiste en el Imperio del Centro. Es una historia de éxito, heredera sin embargo de algunas de las mayores salvajadas del siglo XX cometidas por el Gran Timonel: el Gran Salto Adelante con la colectivización de la agricultura, 45 millones de muertos, y la Revolución Cultural, ahora oficialmente sepultadas en el olvido. El PCCh, el dinosaurio que aplicó una implacable ingeniería social sobre una población miserable e inerme, ha sabido adaptarse mientras el comunismo era enterrado por la historia. Los 78 millones de miembros del partido son hoy los capitalistas con más éxito en el mundo. Han sacado de la pobreza a más de 300 millones de chinos y en las últimas seis décadas han multiplicado por 30 el PIB del país, loado sea el pequeño Deng; China ha superado ya económicamente a Japón y Alemania y, en 10 o 15 años, adelantará a EE UU. Se ha creado una amplia clase media que aún soporta, a cambio de bienestar, la represión de las libertades. Los chinos de la última generación saben ya que vivirán mejor que sus padres; en Europa y en Estados Unidos, los hijos admiten que no alcanzarán el nivel de sus mayores. Todo parece darle la razón a la canción de REM: es el fin del mundo como lo hemos conocido.
   Desde Occidente vemos con una mezcla de estupefacción e inquietud el ascenso de China. Su emergencia es el primer desafío geoestratégico del siglo XXI. Kissinger, autor de la normalización diplomática entre Washington y Pekín, estima en su libro On China que EE UU debe ceder el paso al ascenso de China para evitar un conflicto trágico. Por el contrario, la actual jefa de la diplomacia norteamericana, Hillary Clinton, acaba de declarar a la revista The Atlantic que el sistema chino está condenado al fracaso, porque al suprimir la democracia va contra la historia. El constante intento que hacemos desde Occidente por descifrar China provoca un espectáculo de sombras chinescas. La luz que utilizamos es insuficiente, lo mismo que la herramienta: nuestra percepción, nuestra cultura, nuestros prejuicios. El resultado en la pared de enfrente es un teatro de sombras incapaz de ofrecer una imagen completa y real del país en el que vive casi la cuarta parte de la humanidad. Los que lo intentan producen una rara unanimidad. Vean los últimos libros publicados por especialistas: Cuando China gobierne el mundo: El final del mundo occidental y el nacimiento de un nuevo orden global, o El consenso de Pekín. Cómo el modelo autoritario chino dominará el siglo XXI.
   China SA: un capitalismo desmandado, pero con planes quinquenales y el tipo de cambio del yuan manipulado, no permite la propiedad privada de la tierra. Gestionado de una manera no ideológica con potentes inversiones en grandes infraestructuras: el recién inaugurado tren rápido Pekín-Shanghai, menos de cinco horas para 1.318 kilómetros, el segundo aeropuerto de Pekín y otros 54 nuevos aeródromos en otras tantas ciudades. Nueve caballeros de mediana edad, bien trajeados y repeinados, como jefes de planta de un gran almacén, dirigen China desde Zhongnanhai, la Ciudad Prohibida. Integran el Comité Permanente del Politburó; todos, menos uno, son ingenieros. Entre ellos se encuentra ya un principito, taizadang, heredero dinástico. Xi Jinping, hijo de un héroe de la Larga Marcha, designado para convertirse en 2012 en el número uno, sucediendo a Hu Jintao en el previsto cambio de liderazgo. Los nueve actúan por consenso y han adoptado una importante decisión. El modelo económico basado hasta ahora en las exportaciones baratas, producidas con salarios bajos, debe dar paso a un crecimiento espoleado por el consumo privado. Los salarios están subiendo. Pero las costuras estallan: excesivo endeudamiento de los bancos y los Gobiernos locales, la burbuja inmobiliaria amenaza con reventar, se multiplican los conflictos sociales; aumentan las distancias entre el campo y las ciudades; la población china envejece y pronto desaparecerá el dividendo demográfico que producía una ininterrumpida mano de obra joven y barata; la corrupción ha enraizado. Los dirigentes están preocupados. Temen que el fuerte crecimiento no vaya acompañado de la armonía que persiguen y desequilibre la sociedad provocando desórdenes. Refuerzan las medidas represivas, censuran Internet, espían a sus ciudadanos. El sistema se siente vulnerable. Con todas las sombras que proyecta el consenso de Pekín, China está demostrando que el modelo occidental no es la medida de todas las cosas. En tiempos de crisis, el autoritarismo eficaz gana legitimidad.

   fgbasterra@gmail.com

PRENSA. "La primavera y el otoño", artículo de Cristovam Buarque. (Sobre ls manifestaciones sociales en el mundo árabe y en España y Europa)

   En "El País":
La primavera y el otoño

CRISTOVAM BUARQUE 08/06/2011

   En el curso de unas pocas semanas, el mundo ha podido asistir a una serie de manifestaciones sociales sorprendentemente parecidas en lugares muy diferentes. La movilización de la plaza Tahrir, en El Cairo, y las de la plaza de Cataluña, en Barcelona, y la Puerta del Sol, en Madrid. Ambos movimientos se asemejan, especialmente en su descontento con los políticos y los partidos tradicionales. A partir de ahí todo es diferente, en sus causas y en sus perspectivas.
   El movimiento árabe es el comienzo de una nueva época democrática. El movimiento europeo es el fin de una época, de un modelo exitoso, aunque insatisfactorio. Por eso, si se habla de primavera en Egipto, en las dos plazas españolas cabría hablar de otoño.
   La primavera árabe tiene como causa la falta de legitimidad de regímenes que no permiten la alternancia en el poder: basados en partidos únicos o casi únicos, han edificado corruptos sistemas que mezclan con promiscuidad lo público y lo privado, han llevado al enriquecimiento de las familias que ocupan el poder y han perpetuado sistemas económicos incapaces de conseguir que disminuyan los sufrimientos de la pobreza.
   El otoño europeo se produce porque, a pesar de disponer de todo lo que los árabes están descubriendo ahora, el sistema ofrece signos de agotamiento. Se ha terminado el maridaje que hace siglos permitió a Europa unir la democracia política con el crecimiento económico y la justicia social. El crecimiento económico encuentra barreras de signo ecológico para su desarrollo y ha dejado de generar empleo, sobre todo para los jóvenes; el Estado de bienestar se ve estrangulado a causa de las limitaciones fiscales, que impiden la ampliación de los servicios públicos a los jóvenes de hoy. Aparte de eso, los partidos han dejado de representar alternativas. Los dictadores árabes crearon partidos únicos, pero en la democracia europea los partidos han acabado siendo tan parecidos que es difícil considerarlos diferentes. La primavera árabe es el resultado de la falta de legitimidad de la política; el otoño europeo es la consecuencia de la falta de imaginación de los políticos.
   La imaginación árabe se limita a la búsqueda de la democracia que Europa ya posee. Por tal razón, es una primavera con la posibilidad de llegar al modesto verano de una nueva constitución que permita organizar partidos, separar los negocios públicos de los privados y hasta detener a los políticos corruptos, elegir presidentes, alcanzar la libertad de imprenta y la independencia de los poderes legislativo y judicial. Todo lo que Europa ya tiene.
   En Egipto se quería derribar a Mubarak y elegir un nuevo presidente. En Europa, los indignados quieren derribar a los actuales gobernantes, pero no quieren colocar a la oposición en su lugar. Rechazan el presente, pero carecen de certezas sobre el futuro. El mundo árabe vive una primavera porque el verano al que aspira es el presente de Europa, que se está agotando. Por tal razón, lo que a Europa se le presenta por delante es la posibilidad de un invierno.
   El optimismo de la primavera en los países árabes proviene de la modestia de propósitos realizables; el pesimismo en Europa proviene de la imposibilidad de ir más allá de lo que ya se ha hecho.
   El gran desafío para transformar el otoño en una primavera es idear alternativas viables para una nueva época. No limitándose a repetir experiencias, a copiar proyectos ya puestos a prueba, como lo que intentan los jóvenes árabes. En Europa se trata de inventar un nuevo modelo. Los jóvenes árabes miran hacia tierras europeas, los españoles miran hacia el futuro. Eso exige un cambio mucho más profundo que el que conduce de la dictadura a la democracia, o del capitalismo al socialismo. El desafío europeo consiste en imaginar una nueva civilización, que vaya más allá de la industrial, más allá del PIB, en pos de un nuevo concepto de riqueza, de consumo material y privado, en pos del bienestar público e inmaterial. En lugar de más coches, más tiempo libre, sin depredación ambiental. Salir de la globalización excluyente en pos de una internacionalización incluyente.
   La motivación de los jóvenes árabes es política, la de los españoles es moral.
   Este difícil desafío de la imaginación no es más que el primer paso, pues queda levantar un proyecto político: el de difundir las nuevas ideas y conseguir el apoyo de las masas hacia una propuesta que exigirá una nueva mentalidad. Los jóvenes de Tahrir desean un mundo diferente al de sus padres. No se sabe si lo que los indignados españoles desean es un mundo diferente al de sus padres o los privilegios de los que estos gozaron gracias a la euforia del maridaje entre crecimiento económico, democracia y justicia social, que les facilitó el bienestar, un alto consumo y hasta la solidaridad con los inmigrantes. Los jóvenes de Egipto quieren ser incluidos en la política, los de Europa lo que quieren es no quedar excluidos de la economía, sino conservar el bienestar social del consumo, por más que el crecimiento se haya detenido, el empleo escasee y los beneficios sociales se hayan vuelto inviables.
   A pesar del optimismo que han despertado los árabes, es en Europa donde podemos albergar esperanzas en la formulación de lo nuevo, que vaya más allá de lo que es el nuevo Egipto, ya viejo, sin embargo, para España. Es en la plaza de Cataluña o en la Puerta del Sol donde está lo más difícil, pues es de ahí de donde podrá salir realmente lo nuevo, porque el verano árabe es el verano del año pasado y solo después de que pase el otoño podrá llegar el verano del próximo año.
   Los jóvenes egipcios quieren afiliarse a los partidos y votar a sus candidatos; los españoles quieren repudiar a los partidos y votar nulo, o no votar siquiera. Recurren a acciones como votar en blanco, retirar todos juntos el dinero del banco en un mismo día, establecer un día sin compras, dejar de usar coches y usar el transporte público.
   En la plaza Tahrir había una consigna -"¡Fuera Mubarak!"-, en la plaza de Cataluña o en la Puerta del Sol vemos diversos grupos, debatiendo temas diferentes, indignados, aunque sin una propuesta aglutinadora todavía. Todos unidos en el descontento. Pero ¿cuántos aceptarán el decrecimiento para mantener el equilibrio ecológico? ¿La reducción de la jornada de trabajo con más tiempo libre y pleno empleo, aunque con menores salarios? ¿La solidaridad con los inmigrantes a costa de reducir los beneficios sociales? ¿La garantía de estabilidad monetaria y equilibrio fiscal a cambio de la reforma de la Seguridad Social?
   Tahrir es el símbolo de un pequeño avance que se aprecia con nitidez; las plazas europeas son símbolos de perplejidad antes de un gran salto. Antes de esto, sin embargo, el tiempo aquí es otoñal; allá, de primavera.

   Cristovam Buarque es profesor de la Universidad de Brasilia y senador de la República de Brasil. Traducción de Carlos Gumpert.

PRENSA. 13 julio 2011

   En "El País":

1. Buena noticia. Columna de Elvira Lindo.

2. Una lamentable manipulación. Por Santos Juliá. Telemadrid estrena el sesgado documental 'El asesinato de Calvo Sotelo'.

3. La atracción del abismo. Por Manuel Rodríguez Rivero.

4. País de parados busca inmigrantes. Reportaje de Mariángela Paone y Ricardo M. de Rituerto. La crisis no ha detenido el flujo de extranjeros, solo lo ha ralentizado - Las políticas restrictivas son inútiles a largo plazo - La globalización se demuestra irreversible.

5. 'Primavera árabe', otoño occidental. Artículo de Shlomo Ben Ami, exministro de Relaciones Exteriores israelí; es vicepresidente del 'Toledo International Centre for Peace' y autor de Scars of War, Wounds of Peace the Israeli-Arab Tragedy. © Project Syndicate, 2011.

martes, 12 de julio de 2011

POESÍA. "Paseo de una niña en la playa", de Jorge Galán (San Salvador, 1973)

Jorge Galán

Paseo de una niña en la playa

Ya sin tocar el suelo, sus pies casi de agua
se deslizan, lentísimos, sobre la arena parda
matizada de espuma. Es casi mediodía,
sobre ella las gaviotas planean dulcemente,
el mar que hizo en la piedra motivo de su furia
no se atreve en sus pies, retrocede, no vuelve
sino en rocíos lentos de un azul menos ávido.
Le toca con su música, con su arrullo y se vuelve
un amante imposible que encuentra en la tristeza
el motivo preciso para intentar dormirle,
hechizarla, volverla su sueño, su deleite.
Frágil como la rama que a punto de quebrarse
se aferra al tronco anciano, así el viento se amarra
a su raíz más honda: su cabello que ondea
como bandera única de un país exquisito.
Esbelta como el aire que de puntillas anda
por las altas palmeras, mínima como el frío
que el corazón del alba guarda en su luz más íntima,
inmensa como el cielo que habita en la pupila,
se vuelve la palabra que el día le musita
a los antiguos siglos: el nombre de su orgullo.
Con su traje de baño, tan ingenua, tan simple,
sin sospechar aquello que en su torno sucede,
o notando, si acaso, la tibieza del agua
o las lentas gaviotas que vagan dulcemente.
Nada posee entonces semejante pureza.

PRENSA. "El fin de la erudición", por Ignacio Sánchez-Cuenca

Ignacio Sánchez-Cuenca

   En "El País":
El fin de la erudición

IGNACIO SÁNCHEZ-CUENCA 04/06/2011

   En la clasificación universal de los pelmazos, el erudito sobresale por encima de todos los demás. Resulta más insoportable incluso que el pedante. Aunque el pedante sea una figura unánimemente vilipendiada, conviene recordar que, a diferencia del erudito, tiene cierta querencia por hacer el ridículo ante los demás, lo cual acaba provocando la hilaridad general. El erudito, en cambio, ni siquiera mueve a la risa. El erudito es un personaje profundamente irritante. En una tertulia o en una cena pasará por las narices de sus compañeros datos de toda índole que solo una mente enciclopédica como la suya es capaz de almacenar. Hablará con idéntico aplomo sobre el origen de la tabla periódica de los elementos, el canon digital o la nueva narrativa uzbeka, que, como todo el mundo sabe, está de moda.
   Al erudito ninguna pregunta le sorprende. Incluso sabe qué se cuece en el Comité Federal del PSOE. No se olvide que hay eruditos desviados que malgastan su talento aprendiendo datos absurdos sobre equipos de fútbol o competiciones de fórmula 1. Esta variedad es tan insustancial que no merece perder más tiempo con ella. Otra derivación erudita asimismo lamentable es la de quien está a la última de todo y conoce todo lo que se está haciendo en cada momento y en cada campo del saber y de las artes. Tampoco diré nada sobre el erudito obsesivo, que llega a saberlo todo sobre la vida de Napoleón Bonaparte pero luego no sabe quién es Carmen de Mairena.
   El erudito suele pertenecer al género masculino. Carece de sentido del humor y adopta un tono severo y grave ante la estupidez circundante. Como es natural, su ecosistema más favorable es el académico. Recuerden esas tesis doctorales que se escriben sobre el uso del dativo en Terencio.
   Si se trata de hombre y catedrático de universidad, la probabilidad de que acabe siendo un erudito es 0,763, según los estudios más solventes. Los aires de importancia que se dan nuestros catedráticos son directamente proporcionales a su grado de erudición. Cuando se encuentran varios de ellos, en una oposición, tribunal de tesis o reunión académica, se establece una competición, no menos ritualizada que la que entablan los machos cabríos en celo, por ver quién es capaz de demostrar una erudición más rebuscada.
   Al erudito no le interesa la fama ni el dinero. Se contenta con presumir de que es un sabiondo. ¿Hay acaso algún rasgo de la personalidad más repelente que este?
   Pues bien, traigo malas noticias para los eruditos. Constituyen una especie en peligro de extinción. Internet amenaza su supervivencia. Antiguamente, el erudito se aprovechaba de un acceso privilegiado a las fuentes de información. Sabía dónde buscar, qué leer y a quién citar. Hoy los datos están al alcance de todos, a golpe de ratón. Basta asomarse a Google, teclear cualquier expresión, por remota o inverosímil que resulte, y al instante tenemos decenas, cuando no miles de páginas en las que podemos encontrar la información que buscamos. El instrumento más asombroso es la Wikipedia. Ahí parece estar todo.
   Hay en la Red toda clase de trabajos sobre los temas más variopintos, referencias bibliográficas, citas, anécdotas, notas a pie de página prefabricadas..., un auténtico festín para el estudiante perezoso. No debe extrañar que se detecte un aumento exponencial del plagio. Demasiado tentador es Internet. Todo esto horroriza al erudito, quien actúa como un verdadero aristócrata del saber. Impávido ante su decadencia, el erudito sabe más acerca de Internet y de Google que cualquiera de sus usuarios ordinarios. Pero de nada le sirve ya, pues estamos asistiendo a una democratización integral del conocimiento que hace irrelevante su figura.
   Esta revolución del conocimiento tendrá como consecuencia que ya no se valoren los trabajos por la información que reúnen, sino por su originalidad y creatividad. El valor añadido de la erudición es mínimo en la situación presente. Los profesores tendrán que pedir otro tipo de trabajos a sus estudiantes. Los lectores demandarán algo más que información bien ordenada y presentada. Y el prestigio del intelectual o del investigador no dependerá de su memoria particular, sino de su capacidad para decir algo interesante.
   Ay, esos catedráticos a los que antes he aludido y que saben sobre Habermas más que el propio Habermas, ven ahora cómo el arte del refrito, con tanta maestría cultivado durante décadas, pierde el aprecio del público. Quizá les dé por decir algo original, todo es posible en este mundo globalizado y en cambio permanente. Internet se está transformando en biblioteca universal y memoria común de la humanidad. Todo queda allí depositado. ¿Para qué nos hacen falta intermediarios?
   Permítanme que acabe con una cita erudita. Antes de que existiera Internet, los apuntes de clase, la imprenta o la fotocopiadora, Heráclito de Éfeso, apodado El Oscuro, ya dejó su sentencia lapidaria: "La mucha erudición (polimathia) no enseña a tener inteligencia". Si teclean en Google "Heráclito" + "erudición" encontrarán 75.500 resultados. La frase a mí me la enseñó mi profesor de griego clásico, Rafael Castillo, y durante años presumí pronunciándola en su lengua original. Qué tiempos aquellos.

   Ignacio Sánchez-Cuenca es profesor de Sociología en la Universidad Complutense y autor de Más democracia, menos liberalismo (Katz).

PRENSA. "Luces y sombras del español en el mundo", por Manuel Rico

Manuel Rico

   En "El País":
Luces y sombras del español en el mundo

   Crece la importancia y la presencia de nuestro idioma. Ahora hay que conseguir que eso se traduzca en un incremento de su peso en organismos internacionales y en foros científicos, tecnológicos y literarios.

MANUEL RICO 04/06/2011

   Nadie duda de la vitalidad de que goza hoy el español en el mundo. Los más de 450 millones de hablantes en los cinco continentes, el incremento sostenido de su presencia en Estados Unidos, el peso creciente de la cultura en español generada en América y su presencia, como tercera lengua de comunicación, en Internet son factores que lo ponen de relieve por encima de cualquier otra consideración. Subrayar esos aspectos, a los que expertos de las más diversas disciplinas e instituciones como el 'Instituto Cervantes' o la RAE, o los departamentos de español de las más prestigiosas universidades de España y América se vienen refiriendo con insistencia desde hace casi una década, es casi una tautología.
   ¿Significa esa realidad cuantitativa que todo, en el "estado de la cuestión" de nuestro idioma, vaya bien? No del todo: utilizando un magnífico título de Gonzalo Torrente Ballester, cabe señalar que junto a los muchos e indiscutibles gozos hay algunas sombras que no conviene infravalorar.
   Deducir, como se ha apuntado más de una vez, que ocupar la segunda posición en la clasificación de lenguas de comunicación internacional o la tercera en Internet confieren, por sí mismas, un estado óptimo a una lengua es como afirmar que solo el nivel de audiencia (el share) determina la valoración de una cadena televisiva por encima de cualquier otra variable. Son datos fundamentales, sin duda, pero que no deben ocultar la existencia de zonas de debilidad o de sombra que han de ser analizadas. La primera es su condición de lengua subalterna en las instituciones de la Unión Europea. El hecho de que hace solo unos meses fuera desestimada como una de las lenguas oficiales de la 'Oficina de Patentes' es un elemento de preocupación, pero no el único. Para que el lector se sitúe, la realidad que se da en las instituciones europeas es que el español no forma parte de sus lenguas efectivas de trabajo (son el inglés, el alemán y el francés) y que en su actividad diaria solo el 3,2% de la comunicación oral se produce en nuestro idioma, porcentaje que desciende al 1,2% en la comunicación interna escrita. Esa situación es aún más preocupante si valoramos que entre las lenguas consideradas en la Unión Europea como más útiles para el desarrollo profesional y personal, el español sea solo valorado por un 2% de los ciudadanos frente a un 68% del inglés, un 23 % del francés y un 17% del alemán.
   Es decir, un idioma que se habla en más de 20 países de cuatro continentes cuenta en Europa con un grado de reconocimiento institucional y ciudadano similar al de lenguas minoritarias como el flamenco, el finés o el polaco. En pleno 2011, más de un cuarto de siglo después de la entrada de nuestro país en la Unión, no parece razonable ni justo ese tratamiento. Sobre todo porque la cuantificación del número de hablantes en el viejo continente se establece solo con los habitantes de las comunidades de España que no son bilingües, lo que reduce su número a 30 millones frente a los 46 millones reales. A ese factor es preciso añadir dos no menos importantes: el primero, que al comienzo de la segunda década del siglo XXI no es posible sustraernos a la nueva realidad generada por la creciente presencia, en los más diversos países europeos, de una población inmigrante de primera y segunda generación y de origen latino e hispanohablante por encima de los cuatro millones de personas; el segundo, que un país (una lengua) que cuenta en el territorio de la Unión con casi 40 centros de una institución como el 'Cervantes', que, además, viene jugando desde hace años un papel de puente entre Europa e Hispanoamérica, ha de contar con el reconocimiento oficial de esa realidad.
   Por otro lado, la presencia del español en Internet, en las redes sociales, en la web 2.0, no nos habla solo de vitalidad. Pese a haber crecido un 650,9% entre 2000 y 2009 y ser una lengua multicultural (como la inglesa o, en menor medida, como la francesa) a través de la cual se canaliza el 33,2% de las consultas en Internet, hay que destacar que solo el 7,9% de los usuarios se comunican en español en la Red. A ese respecto es llamativo el hecho de que la página web del "Día del español", celebrado por el 'Instituto Cervantes' en 2009 y 2010, pese a la difusión y al éxito que tuvo en el universo hispanohablante, recibiera en su segunda edición y a lo largo de dos meses y medio cerca de 760.000 visitas de todo el mundo, es decir, el equivalente al nivel de audiencia del informativo más seguido de las cadenas televisivas de presencia intermedia de nuestro país, algo que previsiblemente será superado con creces en próximas ediciones pero poco revelador de la vitalidad y extensión del idioma. Y si nos referimos al ámbito de la enseñanza constatamos que, en el mundo, solo el 6% de los estudiantes de lengua extranjera estudian español frente al 69% del inglés, por debajo del francés, que alcanza el 7%, y casi empatada con el 5% de estudiantes de alemán. Existe, por tanto, una notable descompensación entre las cifras que aporta la Red, el número de personas que tienen el español como lengua materna (o de hispanohablantes en su conjunto) y el volumen de población interesada en aprender español. Es evidente que en la última década todos los indicadores han mejorado (es clave, en ello, el crecimiento demográfico en Latinoamérica), pero de manera asimétrica y descompensada. Porque, desde el punto de vista cualitativo, está muy lejos de existir una correspondencia entre la vitalidad del español en la Red y el volumen de consultas que se producen en los buscadores de mayor uso (sobre todo en Google), de un lado, y la reducida presencia de hispanohablantes en los foros internacionales de mayor nivel científico, tecnológico, literario, de pensamiento, de otro. Al igual que ocurre con las publicaciones científicas en papel, la lengua inglesa domina en ese tipo de páginas y portales de manera casi absoluta, siendo en ellos el peso del español poco más que testimonial.
   La lengua de Varga Llosa y Blas de Otero, de Antonio Gamoneda o Ricardo Piglia, de Gloria Stefan y Silvio Rodríguez o de Pedro Guerra e Ismael Serrano, del diario EL PAÍS o del chileno La Tercera, goza de una enorme vitalidad, sin duda. Y es una lengua en permanente renovación, que metaboliza aportaciones de la más diversa procedencia. Pero esa conciencia no puede llevarnos a la autosatisfacción. La autocrítica siempre es saludable y no son pocas las razones para ejercerla. En cualquier caso, las sombras señaladas ponen de relieve la importancia de invertir en español, de recuperar, al tiempo que salimos de la crisis, el ritmo de apertura de nuevos centros del 'Cervantes' en el mundo. Todos los recursos que se destinen a impulsar y desarrollar esa "industria" poliédrica, a veces intangible, serán pocos. El desafío de más enseñanza de nuestra lengua, de más cultura en español es, en el fondo, una apuesta por más economía, más empleo, más posibilidades de negocio, de intercambios comerciales, de influencia social, civil y política en definitiva.

   Manuel Rico es escritor y crítico literario. Su última novela, Verano, obtuvo el Premio 'Gómez de la Serna' 2009 de narrativa. Entre julio de 2007 y mayo de 2010 fue directivo del 'Instituto Cervantes'.

PRENSA. 12 julio 2011

   En "El País":

1. La bestia. Columna de Rosa Montero.

2. Más tronos. Por David Trueba.

3. La burbuja del morbo ha estallado. Por Vicente Verdú. El sensacionalismo inhumano asqueó al lector de tabloides - El público ya no traga tanto. ¿Y de qué se ríen? Análisis de Juan Cruz.

4. La humanidad amenazada. Artículo de Javier Solana, presidente del Centro de Economía y Geopolítica Global de ESADE; y Daniel Innerarity, director del Instituto de Gobernanza Democrática de la Universidad del País Vasco. Ambos acaban de editar el libro La humanidad amenazada: el gobierno de los riesgos globales (Paidós).

5. Europa del Este: un espejo convexo. Artículo de la escritora Monika Zgustova.

lunes, 11 de julio de 2011

POESÍA. "Trenes", de Jorge Galán (San Salvador, 1973)

Jorge Galán

Trenes

Solo algunos ancianos quedan en la mañana.

Ellos conversan sobre trenes, recuerdan ciertos viajes
hasta ciertos lugares que hace mucho no existen.
Visitan los cafés, las esquinas, las albas, los jardines.
Se detienen para escuchar el murmullo de las lechuzas,
para recoger una almendra del suelo humedecido,
para mostrar una fotografía que siempre ha sido antigua,
para mirar unas montañas que ya no recordaban.
Para ellos el viento siempre será un cabello largo
y el aroma de los jardines ya no será algo más que muchacha.
El calor para otros es una camiseta que baja lentamente,
pero ellos están fríos a la orilla de un río todavía diáfano.
No morirán esta mañana, eso lo saben, por eso están felices,
por eso están hablando que se han vuelto siluetas,
que se han tornado oscuros como sus propias voces,
que su piel macilenta casi se ha vuelto viento.

Solo algunos ancianos permanecen, conversan...

Los trenes que recuerdan son cada vez más lentos.

PRENSA. "Fresas con nata", de John Carlin

John Carlin

   En "El País":
Fresas con nata

   Es tentador ponerse moralista ante las prácticas de los tabloides ingleses. El consenso, incluidos los lectores del 'News of the World', es que se ha cruzado una línea. Pero la verdad es que se cruzó al pagar por la información.

JOHN CARLIN 09/07/2011

   Tuve mi primer contacto con el mundo del periodismo inglés cuando tenía 19 años, mucho antes de que se me ocurriera que algún día acabaría ganándome la vida vendiendo palabras a los diarios. Me contactó un reportero de un tabloide londinense y me dijo que si le conseguía determinada información, a la que yo tenía acceso privilegiado, me pagaría 10 libras. Me dio un poco de yuyu la propuesta, pero el imperativo económico venció mis escrúpulos. Le dije que sí.
   Estaba trabajando en Wimbledon, donde ese mismo día arrancaba el famoso campeonato de tenis, como parte de un equipo de jóvenes cuya tarea diaria consistiría en recoger la basura abandonada por el público que acudía al venerable torneo. Tenía que ganar dinero para poder pagar la universidad y, para mí, 10 libras era una suma importante. En aquel día inaugural el gran tema para los tabloides no era si Bjorn Borg saldría campeón una vez más, o si le superaría John McEnroe, sino cuál sería el precio que cobraría la empresa que tenía el monopolio del catering en Wimbledon por un plato de fresas con nata. Cada año la historia era la misma. "¡Qué vergüenza! Una vez más suben el precio. ¡Cómo abusan de la gente!". La indignación vende, no solo en España, y generarla es uno de los objetivos primordiales de la prensa tabloide inglesa.
   El objetivo específico de mi amigo el reportero, un antiguo compañero de secundaria, era averiguar el precio de las fresas antes que el resto de la competencia. Como yo estaba dentro del recinto de Wimbledon antes de que se abrieran las puertas al público, el plan era que me acercaría a los puestos donde se iba a vender el plato insignia del torneo, vería lo que cobraban y le llamaría con la información desde un teléfono público. Todo fue como la seda. Él consiguió su exclusiva y unas horas después nos encontramos detrás de un árbol donde, como buen gentleman, me pasó el prometido billete.
   Pasarían seis años hasta que iniciara yo mi carrera en el periodismo y descubriera que pagar por información no era la única manera de conseguir buenas historias. Aunque tampoco pasaría mucho tiempo para que me diera cuenta de que para vender gigantescas cantidades de periódicos, para conseguir las historias más jugosas, de mayor interés para el mayor número de personas, no había más remedio que recurrir a la antigua práctica conocida en Inglaterra como chequebook journalism, periodismo de talonario. He aquí la raíz del escándalo que ha sacudido la prensa inglesa, e impactado en el mundo político británico en general, y cuyo desenlace ha sido la extraordinaria decisión del magnate Rupert Murdoch de cerrar el News of the World, tabloide sensacionalista por excelencia.
   El detonador fue la noticia de que el News of the World, la primera adquisición de varias que ha hecho Murdoch en la prensa inglesa (siguieron The Sun, The Times y Sunday Times), había interceptado ilegalmente los teléfonos de unos 4.000 individuos -no solo de famosos, sino de parientes de soldados muertos en Afganistán o de víctimas de crímenes célebres- con el fin de lograr exclusivas. Para lograrlo pagaron sustanciales sumas de dinero a detectives privados. Se alega también que consiguieron información confidencial pagando a policías. Ha habido detenciones y habrá más. Todo esto es la consecuencia lógica de considerar aceptable la premisa de pagar por información en un mercado mediático ferozmente competitivo en el que, hace tiempo -concretamente desde que Murdoch compró el News of the World en 1969- prácticamente todo vale.
   Ahora, señalar solo a Murdoch, que tantos enemigos tiene, sería hipócrita y oportunista. ¿Quién sabe cuál será el siguiente diario nacional inglés en caer en desgracia? El Mirror, el Express, el Daily Mail y, por supuesto, The Sun también practican, y con igual descaro, el periodismo de talonario. Me decía un amigo que trabaja para el Mail esta semana que los dueños del diario, rival a muerte de Murdoch, estaban "meándose los pantalones" ante la posibilidad de que ellos también sean señalados. Todos, independientemente de sus predilecciones políticas, participan en el juego. No existe ninguna agenda secreta, propia de Murdoch, detrás de este lío. No es que los dueños de estos diarios o sus periodistas sean racistas o derechistas o antigais, o incluso unos sátiros a lo Dominique Strauss-Kahn. Son lobos de la información que operan en un entorno en el que la única ley que rige es la de la selva. Los periodistas de la cultura tabloide utilizan todos los métodos a su disposición con el fin único y exclusivo de obtener, lo más rápido posible, información que venda, y la que más vende es casi siempre la que está relacionada con el sexo, el denominador común universal, y particularmente con las vidas sexuales de los famosos; o con casos criminales que despiertan el interés de toda la nación, como el de Madeleine McCann, la niña desaparecida hace cuatro años en un balneario portugués.
   Las recompensas económicas para estos diarios, que venden cinco, seis o siete veces más ejemplares que el diario de más venta en España, EL PAÍS, son enormes. Y para los periodistas también. Ganan mucho más que los que trabajan para la prensa seria inglesa, la que no paga por la información. Lo curioso, visto desde fuera, es que los periodistas de los diarios The Guardian, The Independent, The Times, Telegraph o Financial Times están más preparados. La mayoría tiene títulos universitarios. Saben redactar historias complejas. Muchos de los que reciben grandes sueldos de The Sun, por ejemplo, no son capaces de escribir un primer párrafo publicable, mucho menos una historia de principio a fin. Consiguen la materia prima y se la pasan un nutrido grupo de profesionales de la palabra -conocedores del estilo sensacionalista, exprimidores de indignación- en la mesa de redacción.
   Las dos culturas periodísticas inglesas reflejan la marcada división de clases sociales en Inglaterra, tanto en cuanto a los lectores de los diarios como a los que trabajan en ellos. Mi amigo de secundaria triunfó en el mundo tabloide a una temprana edad. Poco después de la historia de las fresas dio el salto a los escándalos sexuales de la familia real y de otros famosos, como el caso de un célebre actor de cine casado al que pilló in fraganti con una jovenzuela tras irrumpir sin permiso en su chalet caribeño. De 120 chicos que había en mi año en el colegio él sacó las peores notas. Abandonó sus estudios con 16 años, se metió en el periodismo, accedió al Daily Mirror y con 22 años, mientras yo estudiaba en la Universidad y seguía cada verano recogiendo basura en Wimbledon, se compró una casa de cuatro pisos en un lujoso barrio de Londres.
   Los incentivos para los periodistas son considerables y los fondos de los que disponen los tabloides para comprar historias casi no tienen límite. Por elegir un caso entre miles, el News of the World le pagó medio millón de libras a Rebecca Loos en 2004 para que le contara los pormenores de su affaire (salaces mensajes de texto incluidos) con David Beckham cuando el entonces personaje más famoso de Inglaterra, casado con la casi igual de famosa Posh de las Spice Girls, jugaba en el Real Madrid. La inversión le resultó rentable al diario. Nadie (ningún inglés, al menos) que hubiera pasado por un quiosco de periódicos aquel domingo por la mañana y hubiera visto el titular del News of the World podría haberse resistido a comprarlo.
   Es tentador ponerse solemne y moralista ante estas prácticas de los tabloides ingleses, y sin duda es la única reacción posible a la barbaridad recién destapada -principalmente por el impoluto The Guardian- de los teléfonos interceptados. El consenso, desde el primer ministro británico hasta los lectores del News of the World, es que se ha cruzado una línea. Pero la verdad es que se cruzó hace mucho tiempo, cuando pagar por información -trátese del precio de las fresas con nata o de los amoríos de Beckham o la princesa Diana- se convirtió en rutina. Todos los lectores de los tabloides saben por dónde van los tiros y nunca les ha impedido comprarlos. La sociedad inglesa ha sido cómplice de lo que en otras culturas se verían como inaceptables excesos.
   La consecuencia de la actual tormenta es que la prensa inglesa se civilizará un poco. Pero no tanto. Seguirán pagando por historias y los diarios ingleses seguirán siendo los más irreverentes, más salvajes y -sí- más entretenidos del mundo; y también, tanto los diarios serios como los tabloides, los más independientes. Son la expresión más visible de una democracia fuerte y sana. Compran, pero no son comprados. Para bien, aunque a veces para mal, que siga la juerga.

PRENSA. "El movimiento del movimiento", por Vicente Verdú

Vicente Verdú

   En "El País":
El movimiento del movimiento

VICENTE VERDÚ 04/06/2011

   Umberto Eco me decía hace unos meses que, a diferencia de los años sesenta en que se publicó Apocalípticos e integrados (Bompiani, 1965. Lumen 1968), los medios de comunicación de masas y su cultura de masas habían dejado de ser una zanja que separaba a los más cultos de los menos instruidos, a los mayores de los jóvenes y a los poetas de los autores de cómics.
   Por entonces, la cultura culta veía una invasión bárbara en la midcult y una degeneración amenazante en la expansión de los mass media. Durante varios decenios, intelectuales de prestigio no se permitieron tener televisor y la caja tonta fue el sobrenombre que resumía todo cuanto podía esperarse de ella. Era tonta y para tontos, era embrutecedora y manipuladora -el número uno de la llamada "industria de manipulación de las conciencias"-, trivial e inmoral. No era la primera vez que ocurría un rechazo semejante a las nuevas tecnologías de la comunicación. Bergson odiaba la fotografía y la agrupación de los más finos pensadores europeos se habían prometido no pisar un cine jamás.
   La diferencia hoy, respecto a entonces, me decía Eco es que ya nadie, ni alto ni bajo, ni erudito ni zoquete, se alza contra la proliferación de aparatos, de todo orden, móviles o tabletas, webs o nubes que han sobresaltado los mares de la comunicación. De la comunicación de masas y de la comunicación general, de la naturaleza de la cultura, el sexo, la religión y de la política ancestral.
   Pocas veces -y una fue precisamente hace un siglo- ha sido más patente la influencia de la tecnología sobre la filosofía y la comunicación con las ganas de vivir más. Con una particularidad añadida: los cambios de paradigma que se hayan producido son compartidos por todas las clases, catedráticos u oficinistas, empresarios y voluntarios de una ONG. Los integrados y los apocalípticos de antes no luchan ahora entre sí.
   La masa es ruidosa si grita pero no es pestilente como parecía en la Gran Depresión. La masa no es ya un animal exterior que viene a devorarnos la vida cultivada sino que esa plantación somos todos, todos nadando en el precipitado de hombres y mujeres, niños y jubilados, aglomerados un día ante un museo, otro en un cine, un estadio o una fiesta rave. El fenómeno del lleno que tanto incomodaba a Marañón u Ortega y Gasset ha pasado a ser lo normal y por si faltaba poco todavía no ha terminado la acumulación de ciudades pobres como Lagos a ricas como Tokio o la conurbanización de Nueva York. Al finales de este año la población habrá doblado a la de hace cincuenta años y aunque no se tema un desbordamiento planetario, el hacinamiento de muchos y muy heterogéneos se encuentra aquí.
   Se encuentra, sin ir más lejos, en la Puerta del Sol o en la Plaza de Cataluña. Se encuentra plasmado en un nuevo sistema de organización política que con el tiempo dejará de entenderse así y lo político, tan rancio como del siglo XVIII, habrá finalmente terminado.
   Tanto en Madrid como en Barcelona lo que ha representado el Movimiento 15-M es el carácter de la nueva sociedad emergente, nueva en la condición de sus sujetos como en su modelo de organización. ¿Falta de líderes? ¿Falta de programas concretos? Efectivamente. Lo característico del sistema naciente no serán los líderes políticos ni los programas demasiado escritos.
   Si algo se aprende de los nuevos medios que forman las redes sociales es que tanto los amigos como las buenas ideas van tejiéndose al compás de la comunicación. Saber con precisión lo que se quiere es, cabalmente, un factor propio de los viejos tiempos. En la plasticidad de nuestras sociedades, modas y siniestros, parejas y parajes, profesiones y aventuras no se prestan a una terminante redacción.
   Los muros de piedra donde antes se esculpían las consignas y compromisos han sido remplazados por el muro de Facebook tan fugaz como inmediato.
   En suma, todas las críticas que se hagan a los movimientos del 15-M censurando sus ideas flou, sus propósitos variantes o sus propuestas en granel, carecen de pertinencia. Son señal, ni más ni menos, de que no se ha entendido nada. Y no ya de ese interesante movimiento sino del actual movimiento del mundo.

PRENSA. 11 julio 2011

   En "El País":

1. Vacaciones. Columna de Almudena Grandes.

2. Tesoros. Por Carlos Boyero.

3. Huchas más vacías y milagros a fin de mes. Reportaje de Sebastián Tobarra. El ahorro de las familias cae por primera vez en dos años - En crisis hace falta analizar y priorizar cada euro para economizar.

4. El 'caso DSK'. Artículo de Timothy Garton Ash, catedrático de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford, investigador titular en la 'Hoover Institution' de la Universidad de Stanford. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

5. Ideas falsas sobre Europa. Por Jean-Marie Colombani.

6. Instrucciones para abandonar el fusil. Reportaje de José Miguel Calatayud. Un ex niño soldado de Sudán del Sur relata cómo fue su infancia en la guerrilla independentista y su actual lucha contra el desempleo en un país recién nacido.

domingo, 10 de julio de 2011

POESÍA. "Postal de Praga", de Fernando Valverde (Granada, 1980)

Fernando Valverde

Postal de Praga

Quiero traerte al mundo que conozco,
a mi mundo de voces y fantasmas,
de ciudades que tienen un rincón
donde buscar la muerte.

Mi mundo es tan oscuro sin el tuyo...

Ahora miro el Moldava,
el agua se suicida en cada margen,
la ciudad está quieta,
es un dolor sin dioses ni esperanza,
muchas guerras después
aquí la gente huye
de cualquier ilusión pronosticable
y el cuerpo se contagia
de un temblor parecido a la humedad.

Las paredes son grises como el humo,
hay un final después de las palabras
que parece romperse.

Y en Vysehrad se mueren las palomas,
el invierno es tan frío que resulta
una herida en las manos y en los pies.

Pero aquí nadie tiembla, todos saben
que es cuestión de fortuna y de equilibrio.

Todos creen en la espera.

Y el dolor se acostumbra,
el tiempo se acostumbra,
el miedo y la tristeza se acostumbran
a vivir sin rencor.

Nada tiende a romperse, todo queda
empapado después de una tormenta,
de una frágil tormenta que sostiene
un milagro de voces,
un dolor tan amargo como el frío.

PRENSA. "Un mundo amurallado", por Daniel Innerarity

Daniel Innerarity

   En "El País":
Un mundo amurallado

   La actual proliferación de barreras para impedir el tránsito de personas ilustra un retroceso en el sueño de un 'mundo global'. Se desnacionaliza la vida económica y a la par se renacionaliza la vida política.

DANIEL INNERARITY 03/06/2011

   La actual pretensión danesa de controlar las fronteras con Alemania y Suecia viene tras los cierres de Francia e Italia, pero resulta aún más inquietante si lo ponemos en relación con una tendencia en el mundo actual a cerrar, impedir el paso y controlar, que responde a la demanda creciente de protección. Desde que en 1989 cae el muro de Berlín, la construcción de nuevos muros se ha multiplicado, como si se tratara de una carrera frenética por hacer frente a una nueva desprotección: entre México y Estados Unidos, en Cisjordania, entre India y Pakistán, entre Irak y Arabia Saudí, entre África del Sur y Zimbabue, entre España y Marruecos (rodeando las ciudades de Ceuta y Melilla), entre Tailandia y Malasia...
   ¿En qué consisten estos muros? ¿Cuál es su utilidad o el propósito con que se levantan? Estas barreras no están pensadas para impedir el ataque de ejércitos enemigos, sino para impedir el tránsito de personas; quieren hacer frente a fuerzas persistentes y desorganizadas más que a estrategias militares o económicas; son más post-, sub- y transnacionales que internacionales; son una respuesta a los flujos desconectados de las soberanías estatales. Los muros actuales no responden a la lógica de la guerra fría sino que son muros de protección; indican la desconfianza frente al otro, el extranjero, y dicen mucho acerca de las ambigüedades de la globalización. Se dirigen contra el movimiento de bienes y personas que muchas veces no tienen su causa en una invasión exterior sino en la demanda interna: mano de obra, drogas, prostitución...
   Un muro no es tanto una cosa material como algo mental que traza una línea de separación entre un "adentro" que se siente amenazado y un "afuera" amenazante, considerado como enemigo, estereotipado, ubicuo y en ocasiones fantasmal. Los muros funcionan como un icono tranquilizador en la medida en que restablecen una distinción nítida entre el interior y el exterior, entre el amigo y el enemigo, que se hace coincidir frecuentemente con las fronteras nacionales. Todos los procesos de guetización participan de esa misma lógica al segmentar la ciudad de una manera invisible, arruinando así su vocación de aproximar a sus habitantes. Las barreras recuperan una modalidad de poder soberano, material y delimitado en un entorno, para algunos inquietante, en el que el poder se presenta como una realidad difusa y débil. Los muros son una respuesta psicosociológica al desdibujamiento de la distinción entre el interior y el exterior, al que acompañan otras distinciones que se han vuelto problemáticas, como la diferencia entre ejército y policía, los criminales y los enemigos, la guerra y el terrorismo, derecho y no-derecho, lo público y lo privado, el interés propio y el interés general.
   La construcción de muros no solamente ilustra un retroceso en el sueño de un "mundo global", sino que testimonia unas tendencias subterráneas de la globalización que alimentan el retorno de ciertas formas de "neofeudalización" del mundo. Un mundo en el que son asombrosamente compatibles la integración de la economía global y el aislamiento psicopolítico. Cabría incluso afirmar que la defensa de esta compatibilidad se ha convertido en un objetivo ideológico en esa síntesis de neoliberalismo político y nacionalismo estatal de cierta nueva derecha cuyo proyecto ha sintetizado Saskia Sassen en el doble objetivo de "desnacionalización de la vida económica y renacionalización de la vida política". No vivimos en un mundo ilimitado, sino en la tensión entre una geografía de los mercados abiertos que tiende a abolir las fronteras y una territorialidad de la seguridad nacional que tiende a construirlas. No hay coherencia entre la práctica geoeconómica y la práctica geopolítica que equilibre las diferentes agendas del comercio y de la seguridad.
   Sabíamos desde Maquiavelo que las fortalezas suelen ser más perjudiciales que útiles. Los muros proyectan una imagen de jurisdicción y espacio asegurado, una presencia física espectacular que se contradice con los hechos: por lo general no contribuyen a solucionar los conflictos e impiden muy escasamente la circulación. Complican el objetivo, obligan a modificar el itinerario, pero en tanto que prohibiciones de paso suelen ser poco eficaces.
   El ejemplo más elocuente de ello lo encontramos en el control de la emigración, que aumenta o disminuye por factores que no están vinculados a la rigidez o porosidad de las fronteras. Hay emigración porque hay un diferencial de oportunidades o, si se prefiere, porque las desigualdades son actualmente percibidas en un contexto global. Cuando se piensa que el establecimiento de barreras es la solución para el incremento del número de los emigrantes y refugiados es porque se ha considerado previamente que la causa de esos desplazamientos era la flexibilidad de las fronteras, lo que es radicalmente falso.
   Si no cumplen esa función que se les asigna, entonces ¿para qué sirven esas fronteras que adoptan la forma de muros? Dada su falta de eficacia, lo que hay que preguntarse es cuáles son las necesidades psicológicas que su construcción satisface. Y la respuesta está en la necesidad de limitación y protección de quienes se perciben a sí mismas -muchas veces contra toda evidencia- como "sociedades asediadas" (Bauman). En lo que hace referencia a los muros está claro que aluden inmediatamente a la defensa contra unos asaltantes venidos de un "afuera" caótico, pero sirven como instrumentos de identificación y cohesión, responden al miedo frente a la pérdida de soberanía y a la desaparición de las culturas homogéneas. De esta manera se construye una siniestra equivalencia entre alteridad y hostilidad, lo que es además un error de percepción (la mayor parte de los atentados que se han cometido en EE UU han provenido de terroristas del interior). Y se asienta el prejuicio de que la democracia no puede existir más que en un espacio cerrado y homogéneo.
   Así pues, se trata de remedios físicos para problemas psíquicos, de una teatralización con efectos más visuales que reales. Un muro aparenta ofrecer seguridad en un mundo en el que la capacidad de protección del Estado ha disminuido, en el que los sujetos son más vulnerables a las vicisitudes económicas globales y a la violencia transnacional. Todo lo que acompaña a la escenografía rotunda de los muros no son sino gestos políticos destinados a contentar a cierto electorado, a suprimir la imagen de un caos políticamente embarazoso y sustituirla por la de un orden reconfortante. Aunque es imposible muchas veces cerrar completamente las fronteras, es peor dar la impresión de que no se hace nada. Construir una barrera es la mejor manera de no hacer nada dando la impresión de que se hace algo; de este modo se despliega una seductora salva política dirigida contra un conjunto de problemas especialmente complejos, a los que es imposible aportar una solución de corto plazo.
   Los muros serían inicuos si se limitaran a dejar sin resolver los problemas que de manera tan simplista pretenden delimitar. Pero no es ese el caso: los muros generan zonas de no-derecho y conflictividad, agravan muchos de los problemas que tratan de resolver, exacerban las hostilidades mutuas, proyectan hacia el exterior los fracasos internos y excluyen toda confrontación con las desigualdades globales. Además, cuando se acentúa ostentativamente la seguridad se provoca al mismo tiempo un sentimiento de inseguridad. Son demasiados daños laterales como para que compensara la débil protección que pueden proporcionar.
   Frente a la nostalgia por el orden perdido que clama por límites crispados y barreras de exclusión, la reivindicación de una frontera que comunique, demarque, equilibre y limite puede ser una estrategia razonable para transformar esos espacios de choque, cierre y soberanía en zonas porosas de contacto y comunicación. La alternativa, en cualquier caso, no es entre la frontera y su ausencia, sino entre las fronteras rígidas que siguen colonizando buena parte de nuestro imaginario político y una frontera red que permitiría pensar el mundo contemporáneo como una multiplicidad de espacios que se diferencian y entrecruzan, creando así unos puntos fronterizos que son también puntos de paso y comunicación.

   Daniel Innerarity es catedrático de Filosofía Política y Social, investigador Ikerbasque en la Universidad del País Vasco y director del 'Instituto de Gobernanza Democrática' (http://www.globernance.com/)