viernes, 23 de septiembre de 2011

PRENSA CULTURAL. MÚSICA. "Canciones para matar nazis", por Diego A. Manrique

   En "El País":
Canciones para matar nazis

DIEGO A. MANRIQUE 19/09/2011

   En los últimos conciertos de Leonard Cohen, hay un momento especialmente trascendente. El canadiense, claro, tiene suficiente cancionero para no necesitar recurrir a las (escasas) piezas ajenas que ha grabado. Pero rompe su discurso íntimo al interpretar The partisan, que ahora suena más mediterránea con la aportación de Javier Mas.
   Me intriga la permanencia de The partisan en el arsenal de Leonard Cohen. Si quería conectarse con los remolinos del pasado siglo, pudo elegir dos momentos decisivos en los que sí estuvo presente -la crisis de los misiles cubanos, la guerra de Yom Kippur- y que generaron canciones.
   Sin embargo, Cohen prefiere enraizarse en la llamada 'Última Buena Guerra'. Y elige una canción poco conocida durante el conflicto. El himno de la Resistencia francesa era Le chant des partisans, ritmo marcial con letra belicosa -"a los matadores, con bala o con cuchillo debéis matar rápido / saboteador, cuidado con tu fardo, es dinamita"- que conecta con el espíritu sangriento de La Marsellesa.
   Le chant des partisans tuvo un lanzamiento de altura. Los aviones de la RAF dejaron caer miles de partituras sobre la Francia ocupada. Era sintonía de las emisiones francesas de la BBC. Con sus partes silbadas, Le chant... hasta resultaba apta para el trabajo clandestino.
   La autora de la música era Anna Marly. Que también firmó el hermano menor de Le chant..., su antítesis en realidad: La complainte du partisan. O, como es conocido gracias a Cohen, The partisan. El secreto está en el letrista, el extraordinario Emmanuel d'Astier de la Vigerie. Bala perdida de una familia aristocrática, fue teniente de Marina, periodista y militante de extrema derecha. Volvió a vestir uniforme con la declaración de guerra y, como a todos sus compatriotas, se le atragantó la derrota de Francia.
   Le desmovilizaron el 11 de julio de 1940. Unos días después, en un hotel de Cannes, reunió a un hermano y un amigo y les propuso organizar un grupo de resistencia a los alemanes y sus colaboradores. Tal vez fue el primer francés del interior en exteriorizar un plan semejante pero daba poca seguridad: tenía aspecto de estrella de cine y, además, consumía opio.
   Emmanuel d'Astier puso en marcha un núcleo de saboteadores llamados 'La Última Columna'. Nombre demasiado melodramático, aunque certero: el grupo fue desarticulado rápidamente. Tuvo más suerte con la siguiente red, 'Libération', germen de la publicación del mismo nombre.
   Hacia 1942, D'Astier viajó a Londres, donde quedó fascinado por el general De Gaulle. También representó a la Francia Libre en Washington, pero volvió a la clandestinidad en tiempos durísimos, cuando había caído el mítico Jean Moulin.
   Escrita en Londres, La complainte du partisan carece del aliento épico de Le chant des partisans. La voz de Cohen parece especialmente adecuada para esos versos desolados, cuando el resistente aprieta los dientes -"ayer todavía éramos tres / solo quedo yo"- y acepta que sus actividades van dejando un rastro de muerte... entre los suyos: "Un viejo nos ha escondido / durante la noche en un granero / los alemanes le han detenido / ha muerto sin sorpresa".
   Cohen canta en francés y en inglés. La adaptación, de Hy Zaret, altera el final. En el original, el protagonista asume que, cumplida su misión, le espera al anonimato: "El viento sopla sobre las tumbas / volverá la libertad / se olvidarán de nosotros / volveremos a las sombras". Hay grandeza en esa aceptación y, quizá, una consigna gaullista: el general detestaba la idea de civiles armados, con proyectos revolucionarios. Pero la versión inglesa opta por un cierre triunfal: "La libertad pronto llegará / y entonces saldremos de las sombras".
   Nunca se me ocurrió preguntar a Leonard por ese matiz. Imagino que, para él, el partisano es una figura eterna, que tiene sentido fuera de las coordenadas de la II Guerra Mundial. Y no hay muchos héroes en el repertorio de Cohen, que cada vez se nos antoja más ambiguo, apocalíptico, misántropo.

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