miércoles, 4 de mayo de 2011

PRENSA CULTURAL. "Babelia". LITERATURA ESPAÑOLA. "De la posguerra a la generación X" (y 2)

Juan Ramón Jiménez, María Zambrano, Juan Benet, Rafael Sánchez Ferlosio, Miguel Delibes y Fernando Savater en una ilustración de Fernando Vicente. ("El País")


   En Babelia, suplemento cultural de "El País":
De la posguerra a la generación X (y 2)

    Abecedario de los últimos 70 años de la literatura en España. Ese es el periodo que cubre el nuevo volumen del proyecto Historia de la literatura española. Derrota y restitución de la modernidad: 1939-2010.

LITERATURA
   En un poema contra Franco, León Felipe daba por sentado que los exiliados se habían llevado la canción. En parte fue así. Y nada se diga de las literaturas en lengua no castellana, que no tuvieron cauce normalizado hasta el fin de la longa noite de pedra (Ferreiro). En el erial franquista comenzaron a emerger algunos islotes existenciales, en versión espasmódica (Dámaso Alonso) o apagada (Laforet). El agonismo de los cuarenta, que hablaba directamente con Dios o con la Nada, bajó un día de las nubes a la calle. Se inauguraba así el socialrealismo, que a menudo supeditó el arte a su función testimonial. Pero no siempre: en ese tiempo de silencio Martín Santos mostró la inconsecuencia de subvertir el orden con el lenguaje del orden. La literatura del tardofranquismo se sacude el costumbrismo y su dependencia excesiva de la tradición española. Muerto Franco y abolida la censura, no salieron en tropel del armario obras geniales de autores amordazados, como se había supuesto. Viejos o jóvenes, los escritores hubieron de relacionarse con un lector ya no por fuerza cómplice. Al apuntar el tercer milenio, con el lector había cambiado también el entorno de la escritura, y solo parecía quedar en pie aquella pregunta de Sartre: ¿qué es la literatura?
                                               Ángel L. Prieto de Paula

MERCADO
   La actividad editorial no se detuvo durante la guerra ni en la posguerra. En 1939 llegó a Barcelona con las tropas nacionales un capitán de la Legión, José Manuel Lara, que fundaría con el tiempo el imperio Planeta. En 1944 regresó del exilio el gran editor José Janés y ese mismo año, la editorial Destino, fundada por catalanes de Burgos, creó el 'Premio Nadal'. La editorial se convirtió en la más importante de la posguerra y su premio fue fundamental para dar a conocer autores: Delibes, Sánchez Ferlosio, Matute, Martín Gaite... Bruguera fue refundada y los quioscos se llenaron de colecciones del Oeste (Marcial Lafuente Estefanía o Silver Kane). En los años cincuenta y sesenta surgió un estimulante mercado negro del libro impulsado por las editoriales españolas de América Latina (Losada o Sudamericana). José Ortega Spottorno, el hijo del filósofo José Ortega, se puso al frente de la editorial 'Revista de Occidente' en 1940 y fundó años más tarde Alianza Editorial. En ella Javier Pradera y Jaime Salinas, que había sido el factótum de Seix Barral, lanzaron la colección 'El Libro de Bolsillo', que tuvo un éxito arrollador y que se mantiene. Como Austral, de Espasa Calpe, que llegó a vender un millón de ejemplares de la edición en bolsillo del Quijote. Taurus, que habría de ser una de las editoriales más importantes de pensamiento, fue creada en 1955. Ese año, Víctor Seix y Carlos Barral crearon Seix Barral. Una década después llegaron Lumen, Alfaguara (la de las tapas azules) y un poco después Anagrama y Tusquets, todas ellas imprescindibles para la modernización de la España literaria. Los años ochenta fueron los de la concentración. El paradigma es el Grupo Planeta, que hoy es propietario, entre otras editoriales, de Seix Barral, Destino, Crítica, Espasa, Ariel, Minotauro, Temas de Hoy, Backlist, el grupo francés Editis, las cadenas de librerías Casa del Libro y Bertrand, y un largo etcétera. Random House Mondadori agrupa, entre otros sellos, Mondadori, Lumen Grijalbo y Plaza & Janés. El Grupo Santillana posee Alfaguara, Taurus, Aguilar, Suma, Ediciones Generales, Educación y los brasileños Editora Moderna, Editora Objetiva, Editora Fontaner y Uno Educaçao, entre otros. Una de las últimas grandes operaciones es el acuerdo entre Planeta y Enciclopèdia Catalana para quedarse con la veterana Edicions 62. La primera década del siglo XXI está marcada por el contraste entre grandes grupos, editoriales pequeñas-medianas (Pre-Textos, Renacimiento, Quaderns Crema/Acantilado, Páginas de Espuma o DVD) y el florecimiento de pequeñas y combativas editoriales (Minúscula, Periférica, Menoscuarto o Libros del Asteroide, Barril y Barral o Funambulista). España es un país de premios, de premios a obras inéditas y con una calculada estrategia comercial, inaugurada con el 'Premio Nadal' y el 'Planeta', luego. Ha habido premios fundamentales, como el 'Biblioteca Breve' (Seix Barral) en su primera etapa; y otros más como el 'Herralde de Novela' o el 'Alfaguara', ahora en su segunda etapa. El 'Anagrama de Ensayo' canalizó el nuevo pensamiento español. En el apartado de memorias y biografías destaca el 'Premio Comillas', de la editorial Tusquets. En poesía están el 'Adonais', durante toda la posguerra, y más recientemente el 'Hiperión' y el 'Loewe'. Entre los premios institucionales están los nacionales, los de la 'Crítica'. El debate actual gira en torno al libro electrónico y las futuras formas de lectura.
                                             R. Mora

NOBEL
   Contraste lacerante entre el momento de amargura en que Juan Ramón Jiménez recibió el Nobel, en 1956, y el jaleado (en España) galardón a Camilo José Cela, en 1989. El poeta de La estación total, En el otro costado o Dios deseante y deseado estaba en el exilio y poco se celebró en España. Su mujer, Zenobia Camprubí, estaba gravemente enferma y murió cuatro días después de que le fuera comunicado el premio. Juan Ramón no le iba a sobrevivir mucho más de un año. Cela, al que muchos aún le recordaban como censor y cuya literatura producía ya un cierto cansancio, lo recibió en olor de multitud. El Nobel le pareció poco y en 1994 ganó el suculento 'Premio Planeta' con La cruz de San Andrés, escrita con ciertas prisas y que fue acusada de plagio. También lo recibió en este periodo el poeta Vicente Aleixandre (1977), que se sumaría a los ya otorgados a José de Echegaray (1904) y Jacinto Benavente (1922).
                                                 R. Mora

NOVÍSIMOS
   Nueve novísimos poetas españoles (1970), de Josep Maria Castellet, nació, como alguna otra antología suya, con cierto aire de provocación. Hecha con el concurso de Pere Gimferrer, incluyó a poetas y memorialistas como Antonio Martínez Sarrión y José María Álvarez; a escritores como Félix de Azúa, Vicente Molina Foix y Ana María Moix, que progresivamente dejaron la poesía; a poetas como Guillermo Carnero y Leopoldo María Panero, y a autores de varios registros, como Manuel Vázquez Montalbán y el propio Gimferrer. El libro es estupendo y da tristeza que algunos autores no continúen escribiendo poesía. Como era de prever, hubo polémica: ¿por qué no estaban José-Miguel Ullán, Clara Janés o Antonio Colinas, Luis Antonio de Villena, por ejemplo? La crítica más articulada llegó del grupo 'Claraboya' (Luis Mateo Díez, Agustín Delgado o José María Merino). De todos modos la generación del setenta -que tuvo su versión narrativa en los primeros libros de José María Guelbenzu, Julián Ríos, Germán Sánchez Espeso, Mariano Antolín Rato- no fue toda tan experimental, ahí están nombres como Eloy Sánchez Rosillo, Miguel D'Ors o Juan Luis Panero.
                                                 R. Mora

Ñ DE ESPAÑOL
   Ha sido la reconquista dentro del universo literario.
   Un idioma de mil años cuya presencia e importancia han crecido paralelas a su número de hablantes y a la calidad de su producción literaria. Si en los años sesenta los autores latinoamericanos pusieron en el mapa internacional la literatura en castellano del siglo XX, desde los ochenta esa presencia se ha reafirmado con los nombres surgidos a partir de la llegada de la democracia española a mediados de los setenta. Tras el paréntesis de la dictadura franquista, España empezó a recuperar el gran espíritu y momento creativo que vivió antes de la Guerra Civil, al pasar de las sombras del franquismo a la restitución de la modernidad. La diversidad y pluralidad de la creación literaria en el extranjero, tanto en América Latina como en traducciones, es un reclamo en aumento con nombres como Javier Marías, Antonio Muñoz Molina, Enrique Vila-Matas o Arturo Pérez-Reverte. Dentro del valor literario, también está el comercial y popular que lo ha llevado a entrar en el mercado de los superventas internacionales con escritores como Carlos Ruiz Zafón.
                                                W. Manrique Sabogal

OBSERVATORIO
   Descifrar el mundo, hacerle las preguntas correctas, expresar de manera adecuada sus derroteros. La distancia de otros tiempos, ese observatorio distante e impoluto, ya casi queda como una referencia inalcanzable: el pensador de nuestro tiempo ha tenido que afanarse con sus ideas en medio de las contradicciones y batirse con las sombras. Algunos han explorado en la tradición filosófica (Emilio Lledó), otros se han mezclado con el arte o la literatura (Rafael Argullol, Félix de Azúa), han sufrido la tentación de la política (Xavier Rubert de Ventós), de las letras o la filología (Claudio Guillén, Francisco Rico) o incluso han pensado a partir de los Beatles (José Luis Pardo). Hay quienes han sido más sistemáticos, como Eugenio Trías, que ha centrado su filosofía en la idea de límite, y quienes han disparado a distintas dianas, como Miguel Morey o José María Ridao. Caminos muy distintos para una riqueza inagotable.
                                                J. A. Rojo

POESÍA
   P de poesía y también de péndulo. Pintada con brocha gorda, la lírica de la posguerra -"un arma cargada de futuro"- vio cómo, junto al clasicismo oficialista, triunfaba el compromiso social. Sus representantes no siempre estuvieron a la altura de Blas de Otero y Gabriel Celaya y la generación del 50 -Ángel González, José A. Goytisolo- elevó el listón y trufó la ética de estética para dar dignidad al tono conversacional. Alrededor de 1968, los novísimos cambiaron conversación por experimentación hasta que la poesía figurativa de los ochenta -Luis García Montero, Felipe Benítez Reyes- volvió a poner los pies en la tierra de lo cotidiano. Los poetas de hoy no quieren matar al padre sino comer en la mesa del hermano mayor. Con todo, el péndulo, de vez en cuando, se da un paseo por el ya centenario repertorio de las vanguardias. La actualidad siempre ha sido ecléctica.
                                                    J. Rodríguez Marcos

POSGUERRA
   La posguerra duró 20 años, con dos etapas diferenciadas. La primera se vivió bajo la asfixiante coacción del fascismo nacional católico, una idea dogmática de la hispanidad y un férreo control ideológico, del que ni siquiera pudieron escapar algunos de los vencedores. El objetivo básico fue erradicar las ideas de la 'Institución Libre de Enseñanza', el laicismo y restituir el pensamiento de Menéndez Pelayo. La universidad fue descabezada. Como diría tardíamente Pedro Laín Entralgo, se produjo un "atroz desmoche". El proceso de modernización se inició en los años cincuenta. Referentes como Unamuno, Ortega, Baroja, Juan Ramón Jiménez o Antonio Machado se sentían próximos. Carmen Laforet ganó el primer 'Premio Nadal' en 1944 con Nada, y en 1948 Miguel Delibes con La sombra del ciprés es alargada. Escritores como Matute, Sánchez Ferlosio, Fernández Santos, Martín Gaite o Valente hablan con un lenguaje nuevo. Josep Maria Castellet publica Notas sobre la literatura española contemporánea en 1955. La larga posguerra tiene muy buenos relatores. Prácticamente toda la obra de Juan Marsé narra la Barcelona derrotada. Si te dicen que caí, Un día volveré, Ronda del Guinardó, El embrujo de Shanghai, Rabos de lagartija y la reciente Caligrafía de los sueños son algunos de sus títulos sobre esos tiempos oscuros. Antonio Rabinad, que mereció un mayor reconocimiento, nos legó dos buenas historias de Barcelona de la posguerra: Los contactos furtivos y Memento mori. Juan Eduardo Zúñiga centra su espléndida trilogía sobre los desastres de la guerra (Largo noviembre en Madrid, La tierra será un paraíso y Capital de la gloria) en el Madrid republicano de la Guerra Civil, pero también trata la posguerra, tema que aborda en El coral y las aguas, una novela simbólica, de episodios casi independientes. Luis Mateo Díez cuenta la vida en una ciudad de provincias en los años cincuenta en La fuente de la edad.
                                             R. Mora

QUIJOTE
   El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha no solo es la obra más importante del español y uno de los libros esenciales de la literatura universal, sino una de las obras con la que permanentemente dialogan los escritores. Acaso por ser una de las cunas de la novela moderna y contener muchas de las claves de la narrativa actual. En estos setenta años su categoría de clásico se ha desempolvado y acercado más a la gente. La reivindicación de la obra de Miguel de Cervantes Saavedra y su influencia en la segunda mitad del siglo XX es notoria y los escritores reconocen que pertenecen, como dijera Carlos Fuentes, a ese territorio de 'La Mancha'.
                                              W. Manrique Sabogal

REVISTAS
   De la extensa pero a veces efímera hemeroteca literaria, 'Escorial' (1940-1947/ 1949-1950) merece el primer recuerdo, por su esfuerzo en recuperar el espíritu de 'Revista de Occidente' o de 'Cruz y Raya' de antes de la guerra: cierto liberalismo intelectual de alto vuelo. Ella y 'Destino' (1937-1980), con un longevo tono más informativo, disimularon el erial de posguerra. Por contra, seis números bastaron a 'Revista Española' (1953-1955) para afrontar las nuevas realidades de los cincuenta, por eso fue la primera que sintieron como propia la generación de Ignacio Aldecoa, Fernández Santos y Sánchez Ferlosio. Para sus colegas poetas la cabecera decisiva sería durante décadas 'Ínsula'. Labor notable también entonces la de 'Papeles de Son Armadans' (1956-1979) que dirigió Cela, primer gran puente entre la vanguardia del interior y el exilio. Por su parte, el vínculo entre las letras españolas y latinoamericanas sería 'Cuadernos Hispanoamericano's. Ya en el tardofranquismo, 'Camp de l'Arpa' (1972-1981), editada por José Batllo (creador de 'El Bardo') y con Vázquez Montalbán de director, abrió desde Cataluña mensualmente una ventana que permitió el canon del momento. También desde la periferia (Asturias) llegaría la posmodernidad del crisol temático en los 59 números de 'Los Cuadernos del Norte' (1981-1990) que dirigió Juan Cueto. 'Quimera', 'Revista de Libros', 'Clarín', 'Turia' y 'Letras Libres' toman, de algún modo, el relevo hoy. Creada ya en 1980, 'Quimera' es la primera revista literaria para jóvenes de la democracia, de una cultura democrática que ya no es antifranquista. La segunda, de matriz mexicana, abrió redacción en España en 1999 y, ya centenaria en números, es un ensayo de revista cultural de formato claramente combativo en lo político e intelectual. Con vocación más popular surgió a finales de los noventa la revista 'Qué Leer'.
                                                C. Geli

SANCHÉZ FERLOSIO, RAFAEL
   Empezó por una novela de la que luego renegó, El Jarama, pero que lo colocó entre los maestros de la palabra. Después se entretuvo con las andanzas de Alfanhuí, y atrapó el aire de los mitos y las viejas narraciones. Más adelante fue abducido por otros intereses que acaso resumen bien el narrador de El testamento de Yarfoz: "Dio primero en volver a sus veleidades de gramático y pseudo-filósofo y después en meterse a periodista". Se enfrascó en cosas del lenguaje y empezó a transitar por los asuntos relacionados con la actualidad: la guerra, las razones de Estado, los medios de comunicación, el deporte, la moda... Todo lo tocó con una escritura compleja y rigurosa, atenta a cada argumento, y con la fiereza de un pensamiento radical, que va al fondo: a mover las aguas turbias sobre las que se sostiene la pulcra apariencia de la realidad.
                                                J. A. Rojo

SAVATER, FERNANDO
   Tener los sentidos enchufados al ruido del mundo y la artillería de las palabras dispuesta para intervenir han sido dos de las marcas con que Fernando Savater ha estado al lado de los lectores desde que publicó su primer libro. Filósofo, por servirse de ideas y conceptos para desentrañar los hechos y los embrollos de las gentes en su lucha con la muerte; ciudadano ilustrado, por servirse de argumentos para intervenir en los asuntos de la polis; novelista, por el gusto de contar, y hombre de teatro (amén de otras cosas), por el afán de que sus palabras toquen al público desde un escenario, Savater ha hecho de la alegría un emblema y de la inteligencia, su arma más eficaz para agitar las conciencias, y se ha servido del entusiasmo para contagiar su pasión por sus lecturas y sus maestros, una de sus mayores y más gratificantes habilidades.
                                                 J. A. Rojo

TRANSICIÓN
   Empieza a restituirse la modernidad. El 23 de abril de 1975, pocos meses antes de la muerte de Franco (el 20 de noviembre), se publicó La verdad sobre el caso Savolta, primera novela de Eduardo Mendoza. Parecía el pistoletazo de salida de una nueva narrativa española. Pero, en lo literario, la transición había empezado antes. Con el precedente de Tiempo de silencio (1962), de Luis Martín-Santos, tres novelas muy significativas se publicaron en la segunda mitad de los años sesenta: Señas de identidad (1966), de Juan Goytisolo; Últimas tardes con Teresa (1966), de Juan Marsé, y Volverás a Región (1967), de Juan Benet. En la Transición los lectores españoles empezaron a leer cada vez con mayor interés a autores españoles. Se recuperó el paréntesis de la guerra, había nacido la 'Nueva narrativa española'. Javier Marías, Álvaro Pombo, Soledad Puértolas, Antonio Muñoz Molina, Julio Llamazares, Luis Mateo Díez, Juan José Millás, José María Merino, Jesús Ferrero, Alejandro Gándara, Ignacio Martínez de Pisón, Almudena Grandes, Rafael Chirbes, Luis Landero y un largo etcétera conquistaron al público. Paulatinamente fue disminuyendo el gusto por los textos políticos, que tanto habían interesado en los años setenta. Jorge Herralde, fundador de Anagrama en 1969, fue el primero en advertirlo y dio un giro importante a su editorial.
                                                 R. Mora

URGENCIA
   De Azorín a Ortega, las letras españolas no serían las mismas sin los periódicos. Por un lado, porque hay periodistas como Manuel Chaves Nogales, Josep Pla o Julio Camba que merecen su propio capítulo en los manuales. Por otro, por los cientos de páginas que han publicado en la prensa autores como Miguel Delibes, Francisco Umbral, Juan Goytisolo, Manuel Vázquez Montalbán, Rosa Montero o Juan José Millás.
                                               J. Rodríguez Marcos

VANGUARDIA
   La literatura española ha contado en cada decenio con nombres que abrieron brecha, una especie de vanguardias, nunca numerosas ni pronunciadas. Entre los años cuarenta y cincuenta el neorrealismo que permitirá una interpretación de la guerra y sus crudas consecuencias desde una cierta ética e independencia vendrá facilitado por Rafael Sánchez Ferlosio y su reconocida (premio Nadal 1956) El Jarama. El otro gran nombre será Carmen Martín Gaite, quien, por ejemplo, en Entre visillos (1957), mira las cenizas de la guerra de forma muy distinta. La punta de lanza, ya en los sesenta, de la reinstauración de la modernidad literaria europea en España será para Luis Martín-Santos. En Tiempo de silencio hay retazos de Kafka, Proust, Faulkner..., pero sobre todo del Joyce triturador de Ulises. Junto a él, Juan Benet aunará complejidad, sutileza y estilo que cederá generoso a la nueva novela española. Esta será ya absolutamente homologable con la tercera oleada, cercanos los ochenta. Tres conquistadores: Álvaro Pombo, Javier Marías y Javier Cercas.
                                                 C. Geli

WHISKY
   A medida que pasa el tiempo, el whisky, el tinto y la ginebra van quedando recluidos en el anecdotario de la generación de los años cincuenta. Niños durante la guerra y, a la altura del medio siglo, bebedores y vividores -"partidarios de la felicidad"-, los miembros de esa galaxia policéntrica forman el gran grupo clásico de la posguerra española, los maestros de hoy. Como narradores (los Aldecoa, García Hortelano, Juan Benet, Luis Martín-Santos, Jesús Fernández Santos, Carmen Martín Gaite, Juan Marsé, Ana María Matute, Juan Goytisolo); como poetas (Claudio Rodríguez, Jaime Gil de Biedma, José Ángel Valente, Francisco Brines, María Victoria Atencia, Antonio Gamoneda) o como dramaturgos (Alfonso Sastre, Lauro Olmo). O como narradores y ensayistas (Ferlosio) o poetas y narradores (José Manuel Caballero Bonald). La distancia, además, permite comprobar que la amistad que unió a muchos de ellos no impidió que cada uno explotara su singularidad: del socialrealismo al hermetismo y de la ironía a la metafísica.
                                                  J. Rodríguez Marcos

X, GENERACIÓN
   La eterna incógnita. El triunfo de la sociedad de consumo abrió paso con la democracia a la primera generación que estaba en primaria cuando murió Franco. Ya lo habían hecho los autores del 68, pero ellos radicalizaron sin complejos la promiscuidad entre alta y baja cultura, biblioteca y discoteca. Además, autores como Ray Loriga demostraron en los noventa que de aquella mezcla podía salir buena literatura (y un ejército de epígonos). Una década después, el pop se convirtió en afterpop cuando Agustín Fernández Mallo publicó su trilogía Nocilla, demostrando que toda cultura -incluida la de masas- es susceptible de generar su propio culturalismo.
                                               J. Rodríguez Marcos

YO
   Aunque España no gozaba de una gran tradición de libros de memorias, diarios o autobiografías en el último medio siglo no han faltado escritores que han cultivado este género. Una de las mejores autobiografías españolas es Automoribundia (1948), de Ramón Gómez de la Serna, mientras La arboleda perdida, de Rafael Alberti, recorre todo el siglo XX, relatado también a su modo por compañeros suyos de generación como Francisco Ayala, Rosa Chacel y Max Aub. Con el tiempo, los escritores se han ido uniendo a la corriente literaria de la autoficción (Jorge Semprún, Carlos Barral, Juan y Luis Goytisolo, José Manuel Caballero Bonald, Antonio Gamoneda y Antonio Martínez Sarrión). La reelaboración y potenciación de la primera persona tiene importantes registros en Carmen Martín Gaite, Esther Tusquets, Enrique Vila-Matas y Juan José Millás. En cuanto a diarios contemporáneos destaca Andrés Trapiello con su proyecto Salón de pasos perdidos. Y a su lado la obra de José Jiménez Lozano, Miguel Sánchez Ostiz y José Luis García Martín. Una vuelta de tuerca es la mezcla de géneros narrativos y ensayísticos como en Visión desde el fondo del mar, de Rafael Argullol.
                                              W. Manrique Sabogal

ZAMBRANO, MARÍA
   Fue antes que nada pensadora, porque venía de la tradición de los filósofos, pero tuvo siempre una pata metida en la poesía, así que su obra está llena de resonancias. Se sirvió de la imaginación y de la metáfora para proponer un conocimiento que, más allá de los sistemas, supiera atrapar las minúsculas y sutiles transformaciones de las cosas.
                                               J. A. Rojo

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