martes, 26 de abril de 2011

PRENSA CULTURAL. "Babelia". Crítica del primer volumen de la "Poesía completa" de Javier Egea

Javier Egea ("El País")

   En Babelia, suplemento cultural de "El País".
Andar erguido y solo

ÁNGEL L. PRIETO DE PAULA 23/04/2011

   Desde su muerte en 1999, Javier Egea ha sido una leyenda de obra inaccesible. Ahora por fin se recopila su poesía completa.

   Para quienes no lo tratamos, no estuvimos en 'La Tertulia' granadina, no nos acercamos a su obra con la adhesión previa derivada de la amistad y no nos sentimos compañeros, ni testigos, ni cómplices, Javier Egea (Granada, 1952-1999) emerge como materia mítica a la que coadyuvó su apartamiento existencial y, desde luego, su suicidio. El lugar de su obra lo ocupa el personaje, recreado novelísticamente (Felipe Alcaraz, La conjura de los poetas, 2010) y convertido por algunos incondicionales en un ariete contra los "supervivientes fraudulentos" (el sintagma lo aplicó Valente a los que cometieron la felonía de sobrevivir a otro poeta de culto); o sea, contra poetas amigos que, al revés que él, se habrían acomodado al sistema y obtenido de ello pingües ganancias. Por su adscripción ideológica y el voluntarismo de sus exégetas, la poesía de Egea sería una síntesis de Góngora y Marx, culmen de ese estupendo oxímoron que es la poesía materialista. Desde esa perspectiva su figura denunciaría la normalización poética iniciada hacia 1982, reflejo del pragmatismo de la Transición ¿con sus transacciones?, a cuyo término se amontonaban los cascotes del muro y el cadáver de las utopías. Así las cosas, se comprenderá la necesidad de volver la mirada a los poemas, a ver qué dicen, y la pertinencia de la publicación de su obra completa, cuya primera entrega recoge la poesía aparecida en libro; también Sonetos del diente de oro (2006), cuaderno póstumo concebido como un bucle de microrrelatos líricos. El volumen viene precedido por un amplio estudio de Manuel Rico, valedor entusiasta del poeta, a quien presenta víctima de una marginación activa. Más militante, Felipe Alcaraz ha afirmado que, de resultas de su coherencia personal, Egea "desaparece del 99% de las antologías publicadas en el ámbito estatal", identificando desaparecer con no ser incluido. En la medida en que ello se deba al escaso conocimiento de su escritura, hay que aplaudir esta edición, al cuidado de J. L. Alcántara y de J. A. Hernández, que ofrecen un centenar de páginas con notas como aparatoso (¿necesario?) atalaje de la operación de fijación textual.
   El primer libro de Egea, Serena luz del viento (1974), de temática amorosa, es un ejercicio métrico bien resuelto (la mayoría de los poemas son sonetos). Caso distinto es A boca de parir (1976): si no lírica excelsa, hay una búsqueda de un yo en situación, figura en un paisaje urbano y reconocible que modula o constriñe al sujeto: "Conozco yo los aires de este mapa sin vida, / de este campo / cuyo nombre es el fruto más granado". Argentina 78 (1983) es una andanada contra el dictador Videla el año del Mundial de fútbol de Argentina, en la línea de la poesía de trincheras. Pero la auténtica revelación de Javier Egea, en la secuencia establecida aquí, es Troppo mare (1984, pero compuesto poco antes que Paseo de los tristes): el título, extraído de Pavese, expresa la conmoción calcinadora que provoca el exceso de realidad. La imaginería marina de un naufragio ¿mástiles rotos, algas, duelas, destrozos de almadía? refleja la derrota del sujeto en un original y muy hermoso locus eremus, entre la almendra de lo íntimo y la cáscara de lo civil. Esta imbricación de lo personal en la historia, y la constatación del fracaso amoroso sobre un fondo de desilusión barroca, se acentúan en Paseo de los tristes (1982), otro libro excelente: "¿A qué vienes, mi amor, si ya no hay nadie, / no quedamos ni un perro ni una espiga, / si se han desmoronado las banderas...?". Queda en estos poemas fijada la estampa de alguien hecho a "esta costumbre vieja de andar erguido y solo". La transitividad comunicativa se quiebra en su último libro publicado en vida, Raro de luna (1990), cuya sección final aborda un discurso de recitativos surreales. En las cancioncillas de las secciones segunda y tercera, la levedad rítmica y el tintineo de las rimas alivian un desasosegante estertor sonámbulo. Felicitémonos, en fin, por disponer de la poesía completa de este autor (se anuncian otros volúmenes con sus poemas inéditos y sus escritos en prosa): para algunos será una confirmación; ojalá constituya para muchos más un descubrimiento.

Poesía completa (volumen I)
Javier Egea
Prólogo de Manuel Rico. Edición de José Luis Alcántara y Juan Antonio Hernández
Bartleby / Fundación Domingo Malagón
Madrid, 2011. 512 páginas. 22 euros

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