viernes, 30 de octubre de 2015

CUENTO-LEYENDA. "El monte de las ánimas", de Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870)


El monte de las ánimas

     La noche de difuntos me despertó a no sé qué hora el doble de las campanas; su tañido monótono y eterno me trajo a las mientes esta tradición que oí hace poco en Soria.
     Intenté dormir de nuevo; ¡imposible! Una vez aguijoneada, la imaginación es un caballo que se desboca y al que no sirve tirarle de la rienda. Por pasar el rato me decidí a escribirla, como en efecto lo hice.
     Yo la oí en el mismo lugar en que acaeció, y la he escrito volviendo algunas veces la cabeza con miedo cuando sentía crujir los cristales de mi balcón, estremecidos por el aire frío de la noche.
     Sea de ello lo que quiera, ahí va, como el caballo de copas.
I
     -Atad los perros; haced la señal con las trompas para que se reúnan los cazadores, y demos la vuelta a la ciudad. La noche se acerca, es día de Todos los Santos y estamos en el Monte de las Ánimas.
     -¡Tan pronto!
     -A ser otro día, no dejara yo de concluir con ese rebaño de lobos que las nieves del Moncayo han arrojado de sus madrigueras; pero hoy es imposible. Dentro de poco sonará la oración en los Templarios, y las ánimas de los difuntos comenzarán a tañer su campana en la capilla del monte.
     -¡En esa capilla ruinosa! ¡Bah! ¿Quieres asustarme?
     -No, hermosa prima; tú ignoras cuanto sucede en este país, porque aún no hace un año que has venido a él desde muy lejos. Refrena tu yegua, yo también pondré la mía al paso, y mientras dure el camino te contaré esa historia.
     Los pajes se reunieron en alegres y bulliciosos grupos; los condes de Borges y de Alcudiel montaron en sus magníficos caballos, y todos juntos siguieron a sus hijos Beatriz y Alonso, que precedían la comitiva a bastante distancia.
     Mientras duraba el camino, Alonso narró en estos términos la prometida historia:
     -Ese monte que hoy llaman de las Ánimas, pertenecía a los Templarios, cuyo convento ves allí, a la margen del río. Los Templarios eran guerreros y religiosos a la vez. Conquistada Soria a los árabes, el rey los hizo venir de lejanas tierras para defender la ciudad por la parte del puente, haciendo en ello notable agravio a sus nobles de Castilla; que así hubieran solos sabido defenderla como solos la conquistaron.
     Entre los caballeros de la nueva y poderosa Orden y los hidalgos de la ciudad fermentó por algunos años, y estalló al fin, un odio profundo. Los primeros tenían acotado ese monte, donde reservaban caza abundante para satisfacer sus necesidades y contribuir a sus placeres; los segundos determinaron organizar una gran batida en el coto, a pesar de las severas prohibiciones de los clérigos con espuelas, como llamaban a sus enemigos.
     Cundió la voz del reto, y nada fue parte a detener a los unos en su manía de cazar y a los otros en su empeño de estorbarlo. La proyectada expedición se llevó a cabo. No se acordaron de ella las fieras; antes la tendrían presente tantas madres como arrastraron sendos lutos por sus hijos. Aquello no fue una cacería, fue una batalla espantosa: el monte quedó sembrado de cadáveres, los lobos a quienes se quiso exterminar tuvieron un sangriento festín. Por último, intervino la autoridad del rey: el monte, maldita ocasión de tantas desgracias, se declaró abandonado, y la capilla de los religiosos, situada en el mismo monte y en cuyo atrio se enterraron juntos amigos y enemigos, comenzó a arruinarse.
     Desde entonces dicen que cuando llega la noche de difuntos se oye doblar sola la campana de la capilla, y que las ánimas de los muertos, envueltas en jirones de sus sudarios, corren como en una cacería fantástica por entre las breñas y los zarzales. Los ciervos braman espantados, los lobos aúllan, las culebras dan horrorosos silbidos, y al otro día se han visto impresas en la nieve las huellas de los descarnados pies de los esqueletos. Por eso en Soria le llamamos el Monte de las Ánimas, y por eso he querido salir de él antes que cierre la noche.
     La relación de Alonso concluyó justamente cuando los dos jóvenes llegaban al extremo del puente que da paso a la ciudad por aquel lado. Allí esperaron al resto de la comitiva, la cual, después de incorporárseles los dos jinetes, se perdió por entre las estrechas y oscuras calles de Soria.
II
     Los servidores acababan de levantar los manteles; la alta chimenea gótica del palacio de los condes de Alcudiel despedía un vivo resplandor iluminando algunos grupos de damas y caballeros que alrededor de la lumbre conversaban familiarmente, y el viento azotaba los emplomados vidrios de las ojivas del salón.
     Solas dos personas parecían ajenas a la conversación general: Beatriz y Alonso: Beatriz seguía con los ojos, absorta en un vago pensamiento, los caprichos de la llama. Alonso miraba el reflejo de la hoguera chispear en las azules pupilas de Beatriz.
     Ambos guardaban hacía rato un profundo silencio.
     Las dueñas referían, a propósito de la noche de difuntos, cuentos tenebrosos en que los espectros y los aparecidos representaban el principal papel; y las campanas de las iglesias de Soria doblaban a lo lejos con un tañido monótono y triste.
     -Hermosa prima -exclamó al fin Alonso rompiendo el largo silencio en que se encontraban-; pronto vamos a separarnos tal vez para siempre; las áridas llanuras de Castilla, sus costumbres toscas y guerreras, sus hábitos sencillos y patriarcales sé que no te gustan; te he oído suspirar varias veces, acaso por algún galán de tu lejano señorío.
     Beatriz hizo un gesto de fría indiferencia; todo un carácter de mujer se reveló en aquella desdeñosa contracción de sus delgados labios.
     -Tal vez por la pompa de la corte francesa; donde hasta aquí has vivido -se apresuró a añadir el joven-. De un modo o de otro, presiento que no tardaré en perderte... Al separarnos, quisiera que llevases una memoria mía... ¿Te acuerdas cuando fuimos al templo a dar gracias a Dios por haberte devuelto la salud que viniste a buscar a esta tierra? El joyel que sujetaba la pluma de mi gorra cautivó tu atención. ¡Qué hermoso estaría sujetando un velo sobre tu oscura cabellera! Ya ha prendido el de una desposada; mi padre se lo regaló a la que me dio el ser, y ella lo llevó al altar... ¿Lo quieres?
     -No sé en el tuyo -contestó la hermosa-, pero en mi país una prenda recibida compromete una voluntad. Sólo en un día de ceremonia debe aceptarse un presente de manos de un deudo... que aún puede ir a Roma sin volver con las manos vacías.
     El acento helado con que Beatriz pronunció estas palabras turbó un momento al joven, que después de serenarse dijo con tristeza:
     -Lo sé prima; pero hoy se celebran Todos los Santos, y el tuyo ante todos; hoy es día de ceremonias y presentes. ¿Quieres aceptar el mío?
     Beatriz se mordió ligeramente los labios y extendió la mano para tomar la joya, sin añadir una palabra.
     Los dos jóvenes volvieron a quedarse en silencio, y volviose a oír la cascada voz de las viejas que hablaban de brujas y de trasgos y el zumbido del aire que hacía crujir los vidrios de las ojivas, y el triste monótono doblar de las campanas.
     Al cabo de algunos minutos, el interrumpido diálogo tornó a anudarse de este modo:
     -Y antes de que concluya el día de Todos los Santos, en que así como el tuyo se celebra el mío, y puedes, sin atar tu voluntad, dejarme un recuerdo, ¿no lo harás? -dijo él clavando una mirada en la de su prima, que brilló como un relámpago, iluminada por un pensamiento diabólico.
     -¿Por qué no? -exclamó ésta llevándose la mano al hombro derecho como para buscar alguna cosa entre las pliegues de su ancha manga de terciopelo bordado de oro... Después, con una infantil expresión de sentimiento, añadió:
     -¿Te acuerdas de la banda azul que llevé hoy a la cacería, y que por no sé qué emblema de su color me dijiste que era la divisa de tu alma?
     -Sí.
     -Pues... ¡se ha perdido! Se ha perdido, y pensaba dejártela como un recuerdo.
     -¡Se ha perdido!, ¿y dónde? -preguntó Alonso incorporándose de su asiento y con una indescriptible expresión de temor y esperanza.
     -No sé.... en el monte acaso.
     -¡En el Monte de las Ánimas -murmuró palideciendo y dejándose caer sobre el sitial-; en el Monte de las Ánimas!
     Luego prosiguió con voz entrecortada y sorda:
     -Tú lo sabes, porque lo habrás oído mil veces; en la ciudad, en toda Castilla, me llaman el rey de los cazadores. No habiendo aún podido probar mis fuerzas en los combates, como mis ascendentes, he llevado a esta diversión, imagen de la guerra, todos los bríos de mi juventud, todo el ardor, hereditario en mi raza. La alfombra que pisan tus pies son despojos de fieras que he muerto por mi mano. Yo conozco sus guaridas y sus costumbres; y he combatido con ellas de día y de noche, a pie y a caballo, solo y en batida, y nadie dirá que me ha visto huir del peligro en ninguna ocasión. Otra noche volaría por esa banda, y volaría gozoso como a una fiesta; y, sin embargo, esta noche... esta noche. ¿A qué ocultártelo?, tengo miedo. ¿Oyes? Las campanas doblan, la oración ha sonado en San Juan del Duero, las ánimas del monte comenzarán ahora a levantar sus amarillentos cráneos de entre las malezas que cubren sus fosas... ¡las ánimas!, cuya sola vista puede helar de horror la sangre del más valiente, tornar sus cabellos blancos o arrebatarle en el torbellino de su fantástica carrera como una hoja que arrastra el viento sin que se sepa adónde.
     Mientras el joven hablaba, una sonrisa imperceptible se dibujó en los labios de Beatriz, que cuando hubo concluido exclamó con un tono indiferente y mientras atizaba el fuego del hogar, donde saltaba y crujía la leña, arrojando chispas de mil colores:
     -¡Oh! Eso de ningún modo. ¡Qué locura! ¡Ir ahora al monte por semejante friolera! ¡Una noche tan oscura, noche de difuntos, y cuajado el camino de lobos!
     Al decir esta última frase, la recargó de un modo tan especial, que Alonso no pudo menos de comprender toda su amarga ironía, movido como por un resorte se puso de pie, se pasó la mano por la frente, como para arrancarse el miedo que estaba en su cabeza y no en su corazón, y con voz firme exclamó, dirigiéndose a la hermosa, que estaba aún inclinada sobre el hogar entreteniéndose en revolver el fuego:
     -Adiós Beatriz, adiós... Hasta pronto.
     -¡Alonso! ¡Alonso! -dijo ésta, volviéndose con rapidez; pero cuando quiso o aparentó querer detenerle, el joven había desaparecido.
     A los pocos minutos se oyó el rumor de un caballo que se alejaba al galope. La hermosa, con una radiante expresión de orgullo satisfecho que coloreó sus mejillas, prestó atento oído a aquel rumor que se debilitaba, que se perdía, que se desvaneció por último.
     Las viejas, en tanto, continuaban en sus cuentos de ánimas aparecidas; el aire zumbaba en los vidrios del balcón y las campanas de la ciudad doblaban a lo lejos.
III
     Había pasado una hora, dos, tres; la media noche estaba a punto de sonar, y Beatriz se retiró a su oratorio. Alonso no volvía, no volvía, cuando en menos de una hora pudiera haberlo hecho.
     -¡Habrá tenido miedo! -exclamó la joven cerrando su libro de oraciones y encaminándose a su lecho, después de haber intentado inútilmente murmurar algunos de los rezos que la iglesia consagra en el día de difuntos a los que ya no existen.
     Después de haber apagado la lámpara y cruzado las dobles cortinas de seda, se durmió; se durmió con un sueño inquieto, ligero, nervioso.
     Las doce sonaron en el reloj del Postigo. Beatriz oyó entre sueños las vibraciones de la campana, lentas, sordas, tristísimas, y entreabrió los ojos. Creía haber oído a par de ellas pronunciar su nombre; pero lejos, muy lejos, y por una voz ahogada y doliente. El viento gemía en los vidrios de la ventana.
     -Será el viento -dijo; y poniéndose la mano sobre el corazón, procuró tranquilizarse. Pero su corazón latía cada vez con más violencia. Las puertas de alerce del oratorio habían crujido sobre sus goznes, con un chirrido agudo prolongado y estridente.
     Primero unas y luego las otras más cercanas, todas las puertas que daban paso a su habitación iban sonando por su orden, éstas con un ruido sordo y grave, aquéllas con un lamento largo y crispador. Después silencio, un silencio lleno de rumores extraños, el silencio de la media noche, con un murmullo monótono de agua distante; lejanos ladridos de perros, voces confusas, palabras ininteligibles; ecos de pasos que van y vienen, crujir de ropas que se arrastran, suspiros que se ahogan, respiraciones fatigosas que casi se sienten, estremecimientos involuntarios que anuncian la presencia de algo que no se ve y cuya aproximación se nota no obstante en la oscuridad.
     Beatriz, inmóvil, temblorosa, adelantó la cabeza fuera de las cortinillas y escuchó un momento. Oía mil ruidos diversos; se pasaba la mano por la frente, tornaba a escuchar: nada, silencio.
     Veía, con esa fosforescencia de la pupila en las crisis nerviosas, como bultos que se movían en todas direcciones; y cuando dilatándolas las fijaba en un punto, nada, oscuridad, las sombras impenetrables.
     -¡Bah! -exclamó, volviendo a recostar su hermosa cabeza sobre la almohada de raso azul del lecho-; ¿soy yo tan miedosa como esas pobres gentes, cuyo corazón palpita de terror bajo una armadura, al oír una conseja de aparecidos?
     Y cerrando los ojos intentó dormir...; pero en vano había hecho un esfuerzo sobre sí misma. Pronto volvió a incorporarse más pálida, más inquieta, más aterrada. Ya no era una ilusión: las colgaduras de brocado de la puerta habían rozado al separarse, y unas pisadas lentas sonaban sobre la alfombra; el rumor de aquellas pisadas era sordo, casi imperceptible, pero continuado, y a su compás se oía crujir una cosa como madera o hueso. Y se acercaban, se acercaban, y se movió el reclinatorio que estaba a la orilla de su lecho. Beatriz lanzó un grito agudo, y arrebujándose en la ropa que la cubría, escondió la cabeza y contuvo el aliento.
     El aire azotaba los vidrios del balcón; el agua de la fuente lejana caía y caía con un rumor eterno y monótono; los ladridos de los perros se dilataban en las ráfagas del aire, y las campanas de la ciudad de Soria, unas cerca, otras distantes, doblan tristemente por las ánimas de los difuntos.
     Así pasó una hora, dos, la noche, un siglo, porque la noche aquella pareció eterna a Beatriz. Al fin despuntó la aurora: vuelta de su temor, entreabrió los ojos a los primeros rayos de la luz. Después de una noche de insomnio y de terrores, ¡es tan hermosa la luz clara y blanca del día! Separó las cortinas de seda del lecho, y ya se disponía a reírse de sus temores pasados, cuando de repente un sudor frío cubrió su cuerpo, sus ojos se desencajaron y una palidez mortal descoloró sus mejillas: sobre el reclinatorio había visto sangrienta y desgarrada la banda azul que perdiera en el monte, la banda azul que fue a buscar Alonso.
     Cuando sus servidores llegaron despavoridos a noticiarle la muerte del primogénito de Alcudiel, que a la mañana había aparecido devorado por los lobos entre las malezas del Monte de las Ánimas, la encontraron inmóvil, crispada, asida con ambas manos a una de las columnas de ébano del lecho, desencajados los ojos, entreabierta la boca; blancos los labios, rígidos los miembros, muerta; ¡muerta de horror!
IV
     Dicen que después de acaecido este suceso, un cazador extraviado que pasó la noche de difuntos sin poder salir del Monte de las Ánimas, y que al otro día, antes de morir, pudo contar lo que viera, refirió cosas horribles. Entre otras, asegura que vio a los esqueletos de los antiguos templarios y de los nobles de Soria enterrados en el atrio de la capilla levantarse al punto de la oración con un estrépito horrible, y, caballeros sobre osamentas de corceles, perseguir como a una fiera a una mujer hermosa, pálida y desmelenada, que con los pies desnudos y sangrientos, y arrojando gritos de horror, daba vueltas alrededor de la tumba de Alonso.

PRENSA. "Cerdos y zorras". Luz Sánchez-Mellado

Luz Sánchez-Mellado

   En "El País":

Cerdos y zorras

Maldita la gracia que tiene una lacra que solo acabará cuando ellos, todos ellos, entiendan que “no” significa no. Que no. Ni de coña


Qué prieta vienes hoy, qué buena te estás poniendo, que no me entere yo de que ese culito pasa hambre. Cualquier mujer que haya trabajado con una muestra representativa de hombres ha recibido u oído recibir a otras parecidas perlas de galantería masculina de boca de algún colega y/o jefe en algún momento. Ayer mismo, sin ir más lejos. Oficinas y fábricas, por muy de inteligentes que se las den últimamente, no son un mundo aparte limpio de polvo y paja. Son la misma jungla de relaciones que la calle y la casa, solo que sus moradores están obligados a permanecer en ella las horas reglamentarias y a acatar la autoridad de la especie dominante si desea conservar el trabajo, o sea la bolsa, o sea la vida. Ocurre, todavía, que la mayoría de sujetos alfa de la selva son machos. Y que aún demasiados, aunque solo sea uno, creen que todo monte de Venus es orégano a su disposición absoluta.
Las mujeres aprendemos desde niñas a espantar moscones, driblar babosos y torear cerdos. Eso, aunque no debiera, entra en las reglas del juego, y jugamos cuando nos da la gana. Si nos ponemos igualitarias, nosotras también decimos lo bueno que está el becario, lo mazas que se está poniendo el gerente y el polvazo que tiene el segurata. También ponemos a parir trillizos a la calientabraguetas que va por los despachos pechuga en bandeja. También actuamos según cómo y con quién, solo faltaba. Pero, personalmente, veo claras las líneas rojas. No tengo un abusómetro, pero sí estómago, sentido común y vergüenza. Ayer mismo una presentadora mexicana abandonó un plató porque un baboso la manoseó en directo pese a sus protestas. El cerdo la disculpó ante la audiencia diciendo que su colega debía de estar “hormonal”, o sea menstruando, o sea viva, para tomarse en serio la broma. Maldita la gracia que tiene una lacra que solo acabará cuando ellos, todos ellos, entiendan que “no” significa no. Que no. Ni de coña.

jueves, 29 de octubre de 2015

POESÍA. "Rogatorio". Vicente Gallego (Valencia, 1963), Premio de Poesía Generación del 27

Vicente Gallego
Rogatorio
Por la esfera y la cruz 
de perfección divinas, 
por la idea de un alma 
que nos salve en la muerte, 
por el alma sin vida del que sufre 
el silencio de Dios ante la saña 
incomprensible y fría de sus dioses, 
por esta soledad 
planetaria y devota del amor, 
por la arcana razón del sinsentido, 
por el sueño de aquél 
que en su vuelo encontró 
el ciego pedernal de la vigilia; 
porque no lo sabré, porque no me sabrá,
por lo que sí sabemos: 
por la oscura ceniza 
de la rosa de luz que pudo ser, 
por el será y el fue 
que son el nunca, 
por el instante eterno de sentir 
esta amarga piedad que es la alegría. 

© Vicente Gallego

PRENSA CULTURAL. LENGUA. "Paradojas léxicas". Álex Grijelmo

Álex Grijelmo

   En "El País":

Paradojas léxicas

Cuando hay contradicciones de significado en un discurso o en un escrito, puede que alguna lógica esté fallando


El origen de muchas palabras se desvanece en nuestra memoria. Eso produce a veces efectos insospechados. Por ejemplo, decimos y pensamos “no hay tu tía” para señalar que algo no tiene remedio. En realidad, la expresión más genuina en el lenguaje escrito debe juntar esas últimas dos palabras (“no hay tutía”), pese a que el nuevo Diccionario recoge ya la separación (tu tía). Porque se llamó “tutía” (y antes “atutía”) a un antiguo ungüento compuesto con óxido de cinc y sales metálicas que aliviaba el dolor de algunas heridas.
Esa tutía que leemos a menudo como “tu tía” procede del árabe attutíyya, y su origen más remoto se halla en el sánscrito tuttha. La grafía moderna que se escribe de vez en cuando permite unas oraciones de apariencia tan ilógica como éstas: “No hay tu tía, le dijo tu primo a tu tía”.
El equipo femenino de fútbol del Atlético de Madrid eliminó el pasado jueves al Zorky de Moscú con una remontada. Y el viernes 16 de octubre dijeron en la SER a las 6.28 horas: “Machada del Atlético en féminas”. Esa “machada” de las féminas me recordó otra paradoja léxica leída en las páginas madrileñas del diario El Mundo el 3 de febrero y que hablaba sobre el suelo de la cafetería de la Facultad de Periodismo de la Complutense. Decía así: “Parte de las instalaciones están valladas por el riesgo de hundimiento del firme”.
Y esto hizo a su vez que me viniera a la cabeza el ejemplo similar que le escuché en una conferencia al escritor mexicano Juan Villoro cuando narraba su conversación en un taller de reparación de automóviles, donde el operario le dijo sobre los problemas del ventilador: “Parece que se le acabó el sin fin”.
Y otro día: "Las juntas estaban sueltas".

Tampoco debemos extrañarnos si oímos a un policía que grita mientras persigue a un delincuente: “¡Sujeten a ese sujeto!”
Así que tampoco debemos extrañarnos si oímos a un policía que grita mientras persigue a un delincuente: “¡Sujeten a ese sujeto!”.
Sabemos desde hace años que es posible perder un imperdible, que ciertos políticos populares no son muy populares (Bárcenas, Granados, Rato…) y que otros llamados convergentes han renegado de su convergencia. También hemos visto alguna Caja sin caja y nos siguen contando en televisión que un zurdo da derechazos (Nadal). Hasta se ha creado la “prisión permanente revisable”, con lo cual deducimos que será permanente mientras no se revise.
Cuando esas contradicciones léxicas se incluyen en un discurso o en un escrito, puede que alguna lógica esté fallando.
Y si el firme no es firme, si tu tía no es tu tía, si las féminas hacen machadas, si lo permanente no permanece, si la correa sin fin tiene un final…, bien se podría disculpar entonces que esto sea una columna y que, pese a tratarse de una columna, no consiga sostener realmente nada.

PRENSA. "La amenaza de la desigualdad". Angus Deaton, premio Nobel de Economía, 2015

Angus Deaton

   En "El País":

La amenaza de la desigualdad

La pobreza erosiona la democracia. Si los impuestos se gastan con sensatez, podrá difundirse la libertad


Me emociona haber recibido el Premio en Ciencias Económicas 2015 que otorga el Banco de Suecia en memoria de Alfred Nobel. Me emociona todavía más que el jurado del Nobel subrayara la labor que mis colaboradores y yo hemos realizado en la India. Mi trabajo demuestra lo importante que es que los investigadores independientes puedan acceder a datos que les permitan contrastar las estadísticas gubernamentales y que el debate democrático indio pueda basarse en las interpretaciones de diversos especialistas. La democracia precisa de datos de alta calidad, abiertos a todos y transparentes.
Para medir la pobreza he utilizado datos demoscópicos de los National Sample Surveys. Quizá el principal problema de estas encuestas sea la enorme discrepancia que presentan con las cifras de la contabilidad nacional (NAS). Las primeras “descubren” menos consumo que la segunda, cuyas medidas también crecen con más rapidez. Parte del problema radica en las encuestas (como aumenta el número de personas que gasta más en una gama mayor de productos, la cifra total es difícil de obtener), pero las NAS también tienen sus deficiencias, y a lo largo de los años me ha consternado que los críticos de las encuestas hayan recibido mucha más atención que los de las medidas de crecimiento. ¿Acaso nadie quiere poner sobre la mesa un cambio que disminuya el espectacular índice de crecimiento de la India, por lo menos tal como se mide?
Hay que esforzarse más para abordar este problema. Sin resolverlo no podremos estar seguros de qué está ocurriendo con la pobreza o la desigualdad en la India actual. Medidas que deberían ser conocidas e irrefutables se convierten en objeto de enconados debates partidistas.
La pobreza no es solo falta de dinero. Mi trabajo con Jean Drèze ha demostrado que en la India la nutrición está mejorando, pero que todavía está en una situación espantosa. El ex primer ministro Manmohan Singh calificó de “vergüenza nacional” el retraso en el crecimiento que sufren los niños indios, y lo es. La malnutrición no solo tiene que ver con la falta de calorías, sino que está más relacionada con la variedad de la dieta: con la ausencia de productos como las verduras de hoja verde, los huevos y la fruta. También es crucial su relación con unas condiciones de salubridad deficientes, con el hecho frecuente de que las mujeres no coman lo suficiente durante el embarazo y con los escasos servicios sanitarios de que disfrutan madres y bebés.

Es crucial que los investigadores independientes puedan acceder a datos que les permitan contrastar las estadísticas gubernamentales
Otra vertiente de mi trabajo se ocupa de las ventajas y desventajas de los ensayos aleatorios controlados y de su utilización para el desarrollo de políticas. Esas herramientas no son mágicas. Por ejemplo, para pensar en la posible sustitución del Sistema de Distribución Público por las transferencias monetarias, tendremos que considerar qué cambios implicaría el nuevo sistema, qué pasaría con el aprovisionamiento y el almacenaje, y cómo influiría en el precio de los cereales en el mercado libre. También me preocupa que los experimentos sean soluciones técnicas para problemas políticos que deberían resolverse mediante el debate democrático. Es poco alentador que los experimentos se suelan hacer con los pobres, pero sin su colaboración.
He escrito sobre desigualdad y sobre la amenaza que la desigualdad extrema supone para la democracia. La India ha alcanzado un gran éxito al mejorar la vida de muchas personas. Algunas presentan ahora pautas de consumo parecidas a las de los estadounidenses y los europeos occidentales, y no son pocos los que se han hecho muy ricos. Los pobres podrían apreciar las nuevas oportunidades y comprender que, con educación y suerte, sus hijos e hijas también podrían prosperar.
Pero se corre el peligro de incurrir en terribles desigualdades si quienes han escapado de la indigencia utilizan su riqueza para impedir el paso a los que aún están presos de la miseria. Contar con un buen sistema educativo, una asistencia sanitaria accesible y eficaz, y unos medios de saneamiento eficientes beneficia a todo el mundo, y las nuevas clases medias deberían estar encantadas de pagar impuestos que ayuden a otros a compartir su buena suerte. Adam Smith dijo que “para cualquier persona, un impuesto es un emblema, no de esclavitud sino de libertad”. Si los impuestos se gastan con sensatez, la libertad podrá difundirse ampliamente.

Angus Deaton, economista y escritor británico, recibió el premio Nobel de economía a comienzos de este mes.
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Traducción de Jesús Cuéllar Menezo.

miércoles, 28 de octubre de 2015

PRENSA. Viñeta de EL ROTO

   En "El País" (18 octubre 2015):

PRENSA. "Piratas". Manuel Vicent

Manuel Vicent

   En "El País":

Piratas

El fanatismo, la superstición, el sectarismo, los recortes en la educación, la manipulación de las redes sociales son las formas de piratería que pueden convertir al niño más inteligente en un futuro esclavo


A la hora de explicar algunas características del cerebro humano el profesor decía a sus alumnos que ese órgano es la principal materia prima que existe en nuestro planeta, la única fuente de energía realmente inagotable, sostenible y renovable. Millones de recién nacidos se incorporan cada día a este mundo con ese tesoro instalado en la celda del cráneo. En el momento de nacer ese órgano tiene en todos los casos idéntico valor sin que importe el origen ni el lugar de donde proceda, pero la inmensa mayoría de esos cerebros son desechados, mientras solo muy pocos tienen la suerte de desarrollar toda su energía. No hay injusticia más perversa ni despilfarro más estúpido que desperdiciar ese tesoro. Para animarlos a cultivarlo el profesor decía a sus alumnos que todo lo que aprendan en el colegio y en la universidad será una riqueza invisible que les acompañará siempre a cualquier parte del mundo adonde vayan. No tendrán que declararla en la aduana, el escáner no podrá detectarla, ningún gendarme conseguirá prohibirle el paso y estará siempre a salvo de los ladrones. Pero al observar que uno de sus alumnos, ajeno a estas palabras, permanecía abducido por el videojuego de la tableta el profesor añadió que si bien es muy difícil que te roben el cerebro es muy fácil que te lo coman o te lo laven. En efecto, el lavado de cerebro es la práctica más usual que utilizan hay los piratas para apoderarse de ese tesoro. El fanatismo, la superstición, el sectarismo, los recortes en la educación, la manipulación de las redes sociales son las formas de piratería que pueden convertir al niño más inteligente en un futuro esclavo. Pero junto a la facultad de desarrollar la inteligencia el cerebro lleva también aparejada la forma de rebelarse. Esa rebeldía y no otra cosa es la libertad, el último bastión que habrá que defender contra los piratas.

PRENSA CULTURAL. Sobre Carlos Bousoño y su poesía. Víctor García de la Concha

   En "El País":

De izquierda a derecha, José Antonio Muñoz Rojas, Vicente Aleixandre, Leopoldo Panero, Dámaso Alonso, Carlos Bousoño y José Luis Cano, en 1943.

Cuando Ortega y Gasset vio por primera vez a aquel mozo alto, rubio, de tez blanca y ojos azules, le dijo: “Usted es celta. ¿Dónde nació?”. “En Boal, junto al río Navia”, contestó Carlos. “¿Ve? No me equivoco nunca”. En la vieja casa familiar había descubierto muy niño las obras de Zorrilla y de Campoamor, su paisano, y rompió a escribir miméticamente cual si fuera un muchacho de la época de la Restauración.
Pasó después, en los años del bachillerato ovetense, a la admiración por Rubén y el Modernismo. Y, al fin, Madrid: Dámaso Alonso, maestro cercano en la Universidad, y la casa y la amistad íntima de Vicente Aleixandre abiertas de par en par. En su cenáculo poético iba a encontrarse con Valverde, Gaos, Nora, Blas de Otero...
Entre las ruinas de la guerra civil la poesía se había refugiado mayoritariamente en el garcilasismo: formas clásicas, un simbolismo desleído y una religiosidad sentida o soñada. Hijos de la ira, de Dámaso Alonso, y Sombra del Paraíso, de su amigo Aleixandre, fueron en 1944 “un viento huracanado capaz de barrer de un golpe el amanerado mundo de exquisiteces” (Eugenio de Nora).
Comenzaron a aparecer, audaces, los poetas sociales; junto a ellos quienes, atentos al hombre en su circunstancia concreta, producían una escritura realista, y, en fin, los que, como Bousoño, enraizados en una preocupación ética, se esforzaban en crear una poesía existencialista, buscando una salida para la angustia del vivir.
Creyó Bousoño encontrarla en una dimensión religiosa acentuada en sus dos primeros libros, Subida al amor y Primavera de la muerte. De manera sucesiva cantó en Noche del sentido la realidad contemplada desde la nada o desde la muerte y, al mismo tiempo, la realidad captada en un instante fijo, lo que producía la Invasión de la realidad. El verdadero protagonista de los versos era entonces el tiempo, y los poemas se movían entre la oda o el himno y la elegía. Su ética cívica le hacía escribir: “Tú, España, eres de cosa / rota en el aire de una vida quieta. / Cómo no amarte. Cómo no quererte”.
Entretanto, el Bousoño profesor reflexionaba sobre la teoría poética y publicaba obras absolutamente pioneras en el panorama español, como Teoría de le expresión poética o La poesía de Vicente Aleixandre. Al hilo de esas reflexiones cambió su estilo de escritura y la poesía misma. Del estrofismo lineal que encauzaba la emoción en el ritmo a una complejidad expresiva que nos sorprendía en Oda a la ceniza o Las monedas contra la losa. El análisis se hacía contemplación.
Era Bousoño el académico más antiguo de la Real Española. Todos los jueves formaba grupo invariable con Nieva, Brines y Claudio Rodríguez. Todos ellos siguieron de cerca durante un tiempo la ilusión de Claudio por escribir un largo Poema de senectute que, tras varios intentos, abandonó para adelantarse en la despedida. Carlos fue adentrándose poco a poco en la niebla. Se nos ha ido dejando aquí una obra poética y de magisterio teórico y crítico de primer orden.
Víctor García de la Concha es director del Instituto Cervantes.

martes, 27 de octubre de 2015

PRENSA. Viñeta de EL ROTO

   En "El País" (19 octubre 2015):

PRENSA CULTURAL. Sobre la poesía de Carlos Bousoño. Darío Villanueva

Carlos Bousoño

   En "El País":

Carlos Bousoño, activo miembro de la Real Academia Española durante 35 años, es autor de una obra poética inspirada, sustantiva e intensa, desde su libro juvenil Subida al amor hasta Primavera de la muerte. Poesías completas (1945-1998). Al tiempo, su producción como teórico de la literatura y crítico de poesía fue monumental. Después de su estudio clarividente sobre la lírica del primero de sus grandes maestros, Vicente Aleixandre, Bousoño publicó en 1951 al alimón con el segundo de ellos, Dámaso Alonso, Seis calas en la expresión literaria española, antes de iniciar ya, en solitario, la empresa de toda una Teoría de la expresión poética, premio Fastenrath de la RAE, aventura que cerrará con los dos volúmenes de la quinta edición casi veinte años después de la primera. Completó su teoría con sendos libros sobre el símbolo, que relacionó por una parte con el irracionalismo poético y con el movimiento surrealista por otra. Su aportación a la ciencia de la literatura incluiría también una ambiciosa cala en el terreno de la historia: su tratado en dos tomos Épocas literarias y evolución.
En su conjunto, sus reflexiones sobre el hecho poético y literario en general constituyen uno de los corpus teóricos más coherente y completo de la teoría de la literatura contemporánea, cuyas bases sentó el formalismo ruso a principios del siglo XX y luego desarrollaron el Círculo de Praga, los estructuralismos y la semiótica, con la contribución del close reading anglosajón, alimentado por las reflexiones metaliterarias de grandes poetas como T. S. Eliot o Ezra Pound.
Bousoño voló con alas propias por el vasto espacio abierto por la estilística, nacida en el seno de la romanística europea bajo la inspiración de filólogos alemanes como Vossler, Hatzfeld o Spitzer, pero también gracias a algunos representantes de la escuela de filología española como los dos Alonsos, Amado y Dámaso. A este último le viene como anillo al dedo el rubro de “poeta profesor”, que tuvo entre los miembros de la Generación del 27 otros ejemplos tan destacados como Pedro Salinas, Jorge Guillén o Luis Cernuda. Bousoño lo fue también: un profesor tan brillante, riguroso y elocuente como lo era simultáneamente en su dimensión de poeta. Un poeta de temas trascendentales: desde la angustia existencial y el diálogo del hombre con Dios hasta la afirmación de la vida y la fraternidad (que incluye el tema de España: Mas te amo, patria, vapor, fantasma, sueño), todo ello bajo el misterioso dosel del tiempo.
Al revivir todo lo que Bousoño ha sido, lo que es y será para nuestra literatura, es imposible no pensar en la gran tradición de la poesía metafísica, desde Quevedo hasta los poetas de los lagos. A uno de ellos, Samuel Taylor Coleridge, se debe una definición minimalista de la poesía que bien podría estar en la base y el fundamento de la estilística de Bousoño: las mejores palabras en el orden mejor. Su oficio de poeta le obligaba a porfiar constantemente en esta búsqueda, pues para Bousoño la poesía es ante todo verbo, en cuyo poder taumatúrgico, creativo, cree firmemente.
Pero no basta con el acierto formal para que brote la llamarada poética. Si los componentes verbales del poema pueden ser diseccionados, revelados, estudiados e, incluso, retóricamente aprendidos, para Bousoño solo con esto, que no es poco, nos falta la clave: la emoción lírica. Bien entendido, sin embargo, que esta viene siempre por una sustitución realizada sobre la lengua.
Y es aquí donde Bousoño sitúa, en el origen de su teoría de la expresión poética, no tanto su experiencia como poeta, sino su intuición como lector. Aquella emoción lírica es cointencional: así poesía es comunicación. Siempre a través de las palabras arduamente escogidas del poema el lector proyecta sus propias vivencias sobre las que el poeta haya podido sufrir o gozar. Por eso, orteguianamente, los grandes poetas, como Carlos Bousoño, siempre nos plagian.
Darío Villanueva es director de la Real Academia Española.

lunes, 26 de octubre de 2015

POESÍA. "Análisis del sufrimiento". Carlos Bousoño (1923-24 octubre 2015)

Carlos Bousoño

Análisis del sufrimiento
                                                                               A José Olivio Jiménez.

El cruel es un investigador de la vida,
un paciente reconstructor, un objetivo relojero, un perito
que quisiera conocer la existencia,
el secreto de la vida que en el sufrimiento se explora.

El amante de la sabiduría está listo
para su operación delicada.
Y la materia del análisis queda
a su merced: un hombre sufre.

Horrible es conocer la verdad, y el miserable hallazgo
destruye a quien lo obtiene,
pues nadie en otro pudo ni podrá nunca conocer hasta el fondo
en su verdad palpable, sin morir,
la vida misma revelada.

Sin embargo, es muy cierto
que el sufrimiento expresa
al hombre, aunque lo arruina,
porque tras la experiencia dolorosa
es otro hombre el que nace, al conocerse,
y conocer el mundo.

No siempre, ciertamente,
puede quien ha sufrido
resistir todo el peso de su sabiduría.
Alguno nunca vuelve
a la vida, pues es difícil ser
tras la vergüenza de haberse así sabido.

Otros viven, mas rota
su dignidad en la infamia
que todo dolor es,
indignamente
prosiguen, y una mueca
es su gesto, su hábito.
Hay quien asume
de otro modo el dolor,
la concentrada reflexión que todo dolor es.

Tras la meditación espantosa, el hombre puede oír,
palpar, ver,
y conocerse y ser entre los hombres.

Y he ahí como el cruel se equivoca
en su filosófica labor, porque sólo quien sufre,
si acaso lo merece,
logra el conocimiento que el cruel buscara en vano.

Conoce aquel que sufre y no el que hace sufrir,
éste no sobrevive a su conocimiento,
y aunque tampoco el otro muchas veces
puede sobrellevar esa experiencia
terrible, logra en otras
escuchar sorprendido
el más puro concierto,
la melodía inmortal de la luz inoíble,

en el centro mismo de la humana miseria.

PRENSA. "Sesenta millones: los niños chinos dejados atrás"

   En "El País":

Sesenta millones: los niños chinos dejados atrás

El crecimiento económico ha llevado a millones del campo a la ciudad, pero muchos inmigrantes se ven obligados a dejar a sus hijos en sus pueblos de origen


La guardería que gestiona la profesora Ping, en la aldea de Beikou. / M. VIDAL

Xiu Jiaqi tiene cinco años, unas coletas muy largas y una sonrisa pícara. Aunque hoy está un poco más triste de lo normal. Su padre acaba de marcharse de peón, a construir carreteras. A su madre, que trabaja en Pekín, hace meses que no la ve: “Volverá cuando se acabe el trabajo”, cuenta. Ella se ha quedado al cuidado de sus abuelos y se lamenta de que no pueden ayudarla a hacer los deberes. Su profesora, Ping Xiaorong, lo explica: “Son analfabetos”.
Zhao Yicheng, de seis años, se sienta junto a Xiu. Dice que ella no verá a sus padres hasta el Año Nuevo chino, la única vez en todo el año. Entonces “me traerán regalos. Ropa de color rosa, mi preferido. Y jugaremos juntos. El escondite es lo que más me gusta”.
Las dos pequeñas forman parte de un fenómeno causado por el crecimiento económico en China. Desde 1995 más de 300 millones de personas se han trasladado del campo a la ciudad en busca de una vida mejor. Pero muchos de ellos han tenido que dejar a sus hijos en sus pueblos de origen, generalmente al cuidado de los abuelos. Son los niños “dejados atrás”: según la oficial Federación de Mujeres Chinas suman 61 millones, uno de cada cinco de los menores de todo el país.
En la aldea de Beikou, en Songjiazhuang, en la provincia de Hebei (norte de China) solo quedan 1.700 personas, de las 2.600 que vivían allá hace cuatro o cinco años. Las condiciones de vida son durísimas: al pie de la montaña, y cerca ya del desierto del Gobi, en invierno las temperaturas pueden llegar a 30 grados bajo cero. Las mayoría de las casas no tiene calefacción ni agua caliente. En algunas, las ventanas aún son de papel. La oferta laboral es limitada: o pastor o campesino. Y arrancar a la tierra la cosecha anual de cereales —mijo y maíz, sobre todo— cuesta mucho sudor.
“La gente que se marcha de aquí lo hace, sobre todo, por la educación de sus hijos”, explica la profesora Ping. “Aquí siempre tienen garantizado, mal que bien, un plato de comida. Pero la educación, no”. En Beikou solo se imparten un par de años en la escuela primaria; luego, los niños deben trasladarse a un pueblo mayor. Quienes deseen una formación mejor para sus hijos, y puedan permitírselo, deben enviarlos internos a un colegio privado en la cabeza de comarca. Eso cuesta dinero. Y los padres, cuenta Ping, emigran para conseguirlo.
El problema se ve agudizado por los requisitos del hukou, un permiso de residencia interno que se concede en el lugar de nacimiento y sin el cual los inmigrantes de las zonas rurales carecen de acceso a servicios básicos como la educación o la sanidad. Aunque los padres de Beikou se llevaran consigo a sus hijos a Pekín, no podrían escolarizarlos.
Ping tiene a su cuidado 40 niños, entre los dos años y los seis. El año pasado se ocupaba de 60, aunque 20 se han ido a la ciudad o han pasado a la educación primaria. Ella creó hace seis años, de manera completamente privada, la guardería del pueblo, Shibo, ante la falta de opciones donde dejar a su hijo, entonces de cuatro años. En sus clases, los pequeños aprenden mandarín, matemáticas y un poco de inglés que ella aprendió de forma autodidacta.


Las niñas Xiu y Zhao en la guardería de Beikou. / M. V.
Aproximadamente la mitad de sus alumnos, asegura, son niños dejados atrás. “Se nota la diferencia”, cuenta. “Son más retraídos. Una niña el otro día se echó a llorar en clase porque echaba de menos a su padre… Académicamente también suelen ir un poco peor. Hay casos, como el de Xiu Jiaqi, en el que sus abuelos no saben leer ni escribir, y hay que prestarles un apoyo especial”.
Según un informe del proyecto benéfico Road to School, la ansiedad de los niños aumenta de manera exponencial si no pueden ver a sus padres durante más de tres meses. Pero un 15% de los niños dejados atrás solo ven a los suyos una vez al año; y 15 millones solo reciben una llamada telefónica cada tres meses. Son menores más susceptibles de padecer problemas psicológicos, sufrir abusos o caer en manos del crimen organizado.
Para paliarlo, el Gobierno chino se ha fijado el objetivo de formar a tres millones de trabajadores sociales para 2016, una profesión prácticamente desconocida en el país hasta ahora, apunta Tong Xiaojun, catedrática de Trabajo Social en el Instituto para la Juventud y la Adolescencia de China. Un programa piloto ha establecido una red de trabajadores locales en 120 zonas remotas de las cinco provincias más afectadas por el problema, aunque solamente llega a unos 250.000 menores, una cifra aún ínfima.
Otras ONG también tratan de fomentar la comunicación entre los niños dejados atrás y sus padres, y de convencer a las empresas para que faciliten horarios laborales y días de vacaciones más flexibles, explica Pia McRae, directora para China de Save The Children.

Padres infelices

Xu Yingxia, una limpiadora de casas de 41 años originaria de Anhui, en el sur del país, también alega la educación como gran factor para vivir separada de su hijo. El niño, de 11 años, está interno en Hefei, la capital de su provincia natal. “Podríamos tenerlo con nosotros en Pekín, pero para él no sería bueno. Para nosotros, lo principal es que reciba una buena educación y tenga oportunidades en la vida”.
Para los padres la separación también es dura, y algo que hacen porque sienten que no tienen alternativa. Un estudio de la consultora CCR CSR encuentra que un 80% de quienes han dejado atrás a sus hijos se sienten culpables. El 68% alega que no tiene tiempo para ocuparse de los niños; un 53% explica que carece de dinero para cubrir los gastos básicos. Un 30% se lamenta de que en la ciudad sus hijos no pueden tener acceso a una educación u otros servicios sociales adecuados.
Un 59% de estos padres se declara “carente de compromiso con su puesto de trabajo” debido a la separación familiar. Un 38% admite “errores frecuentes” por la preocupación que le generan sus hijos. Un 33% reconoce ser “infeliz y poco entusiasta”.