domingo, 31 de mayo de 2015

POESÍA. "Como ventana al cierzo". Fermín Herrero (Ausejo de la Sierra, Soria, 1963)

Fermín Herrero

De pobres no pasamos ya, eso
está claro. Que a nadie extrañe nuestro
horizonte de pedregada rasa si nos fue
negado el mar y el día después
de la fiesta. Al arrimo del hábito somos
lo que la tierra dicta, lo que deja
en las venas sembrando bien somero. Llevamos
el olor a tomillo, la lentitud
del animal marcada a fuego, un crujido
de granzas como viento en la encina, la sed
por los rastrojos. Sólo crecemos al amparo
de la lluvia, por una linde la sangre
hierve y el frío nos reseca, de por vida,
el corazón. Por eso son anchas las paredes
de las casas y hasta los ríos son
conatos y cada cosecha elegía
y si el dolor nos cruza en lugar de ablentarlo
lo enquistamos, por donde nadie pase. Sólo
quien se resigna vive por estos pegujales,
por eso —huyendo voy de mí— nos sobra
lo poco que juntamos.

—Como ventana al cierzo—

PRENSA CULTURAL. "Incertidumbre". Fernando Savater

Fernando Savater

   En "El País":

La física ha sido algo así como la diosa Kali del siglo XX, venerada y temida, capaz de todos los milagros y de todos los crímenes. Y la responsabilidad, la inconsciencia o los retortijones de conciencia de los sabios dedicados a cultivarla han brindado dramas argumentales a incontables obras literarias de las últimas décadas. Mi pobre erudición sería incapaz de enumerarlas, aunque fuese de modo incompleto. De mi adolescencia recuerdo dos piezas dramáticas que me impresionaron, una Los físicos de Friedrich Dürrenmatt, que transcurre en un manicomio dónde tres locos que creen ser Einstein, Newton y Moebius -y no lo son, pero tampoco están locos- se enfrentan y combaten por la posesión de un secreto aniquilador, socialmente más demente que cualquier demencia privada; otra, El caso Oppenheimer de Heinar Kipphardt, sobre los tormentos morales del inventor de la bomba atómica, que a mediados de los años sesenta representó el Piccolo Teatro de Milán bajo la dirección del gran Giorgio Strehler. Mucho más reciente pero girando también en torno a un tema apocalíptico semejante puedo mencionar la intrigante novela En busca de Klingsor, del mexicano Jorge Volpi. Y tantas más, entre las que no podemos descartar las tan populares historias del genéro de espionaje o ciencia-ficción centradas en la figura del "sabio enloquecido".
Hace pocos meses apareció en Francia una de las piezas más interesantes que he leído de este vasto y redundante mosaico literario: Le principe (El principio), de Jérôme Ferrari, editado por Actes Sud. De ese autor, uno de los novelistas actuales más destacables de su país, hay traducidas al español la novela con que ganó el premio Goncourt, El sermón sobre la caída de Roma (Random House) y una anterior, Donde dejé mi alma (Demipage), ambas absolutamente recomendables. En El principio, un joven aspirante a filósofo —y como tal atribulado y poco seguro de sí mismo— se obsesiona con la trayectoria vital de Werner Heisenberg, genial desde que en su juventud acuñó su celebérrimo "principio de incertidumbre" (¡que estupendo oxímoron!) que desconcertó a sus maestros, para después sentar las bases de la mecánica cuántica, lo que le valió el premio Nobel de Física a los treinta y un años. Su obra se gesta durante el ascenso del nazismo, en competencia o colaboración con la generación excepcional de los Einstein, Louis de Broglie, Max Planck, Niels Bohr, Schrödinger, Paul Dirac, Carl Friedrich von Weizsäcker, Otto Hahn, etc… Los jerarcas nazis les presionaron para conseguir la bomba atómica que les hubiera dado la victoria y que finalmente consiguió Oppenheimer en Estados Unidos. Algunos se escabulleron de patronos tan peligrosos pero otros, como Heisenberg, se dejaron querer, no por ideología nacionalsocialista sino para poder seguir investigando tranquilamente. Después de la guerra, recluidos por los vencedores, algunos sintieron culpabilidad por haber sido cómplices, pero otros no entendían que es lo que se les reprochaba a ellos, que sólo habían seguido con su trabajo: poner al descubierto la íntima belleza objetiva del universo.
El principio de incertidumbre de Heisenberg, en física cuántica, dice que no se puede conocer al mismo tiempo la posición y la velocidad de una partícula elemental. De modo semejante, el sabio no logra conocer la conjunción de su situación histórica y el vértigo acelerado de sus descubrimientos. Y quizá tampoco ninguno de nosotros sepa determinar juntamente dónde está y a dónde va en este mundo hermoso y atroz.

PRENSA. "El gusto por las curvas femeninas a través de 2 500 años de arte"

   En "El País":

El gusto por las curvas femeninas a través de 2.500 años de arte

Un análisis muestra que la relación ideal entre el perímetro de la cintura y la cadera ha variado con el tiempo y se hizo más femenino a partir del Renacimiento

El gusto por las curvas femeninas a través de 2.500 años de arte
El Nacimiento de Venus, de Boticcelli, muestra a una mujer con un índice cintura cadera de 0,724, cercano a lo que se considera el ideal universal

¿Por qué a muchos hombres les gustan Beyoncé Knowles o Kim Kardashian? Habrá quien diga que la fascinación por las curvas es una cuestión cultural, exacerbada por los vídeos musicales de hip hop o la pornografía. Sin embargo, si se pregunta a estudiosos de la evolución humana, muchos defenderán que existe una programación en el cerebro, construida durante millones de años, que nos empuja a buscar unos determinados rasgos físicos que hablan sobre las posibilidades reproductivas de quienes los poseen.
Una de esas señales es el índice cintura-cadera (ICC), la relación que resulta de dividir el perímetro de la cintura de una persona por el de su cadera. El interés por esa característica física tiene varias explicaciones. Por un lado, las nalgas y la cintura son rasgos únicos de los humanos, que no existen en otros simios que no caminan erguidos. Además, las hormonas sexuales determinan cómo y dónde se acumula la grasa. La que se amontona en las caderas sugiere que existen reservas en caso de escasez y que las crías tendrán alimento durante el embarazo y la lactancia. Otra muestra de la información escrita en el ICC se observa a partir de la menopausia, cuando las mujeres comienzan a tener un índice más parecido al de los hombres. En general, esta relación es una señal para detectar a primera vista juventud y fertilidad.
Varios estudios han estimado que el ICC ideal, al menos en los países occidentales, es aquel en el que el que la cintura tiene el 70% del perímetro de la cadera. Sin embargo, esta relación varía dependiendo de las circunstancias de los hombres a los que se pregunta. Un índice más bajo de 0,7, más femenino, suele despertar más interés en condiciones de mayor bienestar. Sin embargo, cuando el entorno es más complicado, un ICC mayor puede ser más deseable. De hecho, algunos artículos científicos han mostrado que los hombres de bajo nivel socioeconómico prefieren a mujeres más pesadas que los de un nivel elevado. La explicación podría estár en los andrógenos, un tipo de hormonas entre los que se encuentra la testosterona. Su presencia favorece la acumulación de grasa en torno a la cintura, restando feminidad, pero aumentan la resistencia y la competitividad. En situaciones de estrés, estas virtudes pueden resultar más interesantes que la cintura de avispa que favorecen las hormonas femeninas.
Para tratar de obtener más información sobre la universalidad del ICC, dos investigadores de la Universidad del Instituto de Ciencias Evolutivas de la Universidad de Montpelier (Francia) han analizado obras de arte e imágenes representando el cuerpo femenino de los últimos 2.500 años para ver cuál era su índice cintura cadera. Tomaron 216 obras de arte, 160 pinturas y 56 esculturas, que representaban a mujeres desde el año 500 a. C. hasta el presente. De ellas, 150 representaban a ejemplos de belleza, como las diosas Afrodita o Venus, o la joven Psique, tan hermosa que enamoró a Eros, el hijo de Afrodita. Las otras 66 obras escogidas representaban a mujeres a las que no se atribuye una belleza especial, como Eva, la primera mujer creada por Dios según el mito hebreo.
Las obras de arte empleadas se reparten en dos periodos. El primero, entre el 500 a. C. y el 400 d. C., y el segundo, entre el 1400 y el 2014. En medio queda un periodo en el que, debido a la oposición del cristianismo, casi no se encuentran cuerpos desnudos en el arte. Además, durante el último siglo, se analizó el ICC de modelos de Playboy y ganadoras de concursos de belleza.

Los estándares de belleza empezaron a cambiar en el siglo XV, con una preferencia por curvas más pronunciadas”
El análisis de las obras de arte mostró que el índice se mantuvo constante durante el periodo de novecientos años de la antigüedad, algo por encima del 0,7, y comenzó a descender en el periodo más reciente, entre 1400 y 2014. Así, la Afrodita de Siracusa de Praxíteles, del 450 a. C., da un ICC de 0,753, una Afrodita anónima de hace 2.000 años, 0,793, y una Venus anónima del siglo IV d. C., 0,731. Cuando se observan los ICC a partir del 1400, empiezan a bajar de 0,7, como una Venus pintada por Hans Baldung en el siglo XVI, con 0,693, o la escultura de Psique abandonada que Agustin Pajou realizó en 1790, con 0,685.
Entre las playmates y modelos del siglo XX, se observa una curva media que comienza ligeramente por encima del 0,7 en los años 20, desciende durante los 60 y 70, y vuelve a subir a partir de los 80 hasta superar el 0,7 durante la última década. En los extremos entre las modelos, se situaron Mickey Winters, que fue la chica Playboy de septiembre de 1962, con un ICC de 0,529 (cintura de 45,7cm y cadera de 86,3), y Ashley Hobbs, portada de diciembre de 2010 con un ICC de 0,844 (68,5 de cintura y 81,2 de cadera).
Para Jeanne Bovet, investigadora de la Universidad de Montpellier, estos resultados muestran que “frente a lo que se suele afirmar, la preferencia por un ICC ha cambiado a lo largo del tiempo”. Además, ante la opinión de que la forma ideal de mujer ha cambiado dramáticamente durante el último medio siglo debido a la influencia de los medios de comunicación, los resultados de su estudio sugieren que “los estándares de belleza, al menos en lo que se refiere al ICC, empezaron a cambiar en el siglo XV, con una preferencia por curvas más pronunciadas”.


'Venus y el amor', de Hans Baldung.
Lo que no tiene claro Bovet son las razones detrás de las variaciones observadas en el arte a lo largo de los últimos veinticinco siglos. “Podría deberse a un cambio en las condiciones de vida, que hubiesen pasado a ser más fáciles, con menos trabajo que antes”, apunta. No obstante, recuerda que la mayor parte de las obras fueron realizadas por artistas relativamente acomodados por encargo de aristócratas, con lo que sus preferencias no tienen porqué ser representativas de las de su sociedad. “Puede tratarse de un cambio cultural y no solo adaptativo, aunque cultura y biología se influyen mutuamente”, afirma.
Para tratar de separar en la medida de lo posible la parte cultural de la inscrita en los genes, algunos investigadores han planteado experimentos originales. En 2009, un equipo dirigido por Johan C. Karremans, de la Universidad Radboud en Nimega (Holanda), comparó las preferencias de ICC de hombres que veían con las de ciegos de nacimiento. Con este enfoque pretendían comprobar hasta qué punto influyen los medios audiovisuales y en general el aprendizaje visual a la hora de construir el gusto por determinadas formas femeninas. Sus resultados mostraron que los hombres invidentes, igual que los que veían, tenían preferencia por los ICC reducidos cercanos al 0,7. No obstante, esa preferencia era más intensa entre los que tenían bien la vista, lo que sugiere que la referencia visual desempeña un papel de refuerzo.
Bovet explica que, con el fin de entender mejor sus resultados e interpretar su significado, trabajan “con historiadores del arte para obtener más información sobre la vida de los artistas, que podría influir en lo que pintaban”, y tratan de acumular más artistas de distinta procedencia. Además, añadirán a su análisis otros rasgos físicos que pueden estar relacionados con el atractivo femenino, como el índice de masa corporal o las facciones del rostro, “para ver si mantienen la misma pauta en relación con el ICC”, concluye.

sábado, 30 de mayo de 2015

PRENSA. Viñeta de EL ROTO

   En "El País" (29 mayo 2015):

PRENSA. "Los costes del nazismo alemán para Grecia (y para España)". Vicenç Navarro

Vicenç Navarro

   En "Blogs.publico.es":

Pensamiento crítico

Vicenç Navarro

Los costes del nazismo alemán para Grecia (y para España)

24mar 2015

Vicenç Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra
Para entender la crisis existente en la Unión Europea, ayuda el conocer la que ocurrió en los años treinta en Europa, y como ambas crisis han afectado la relación de Alemania -el centro del sistema económico europeo- con la periferia, centrándonos en este artículo en Grecia, y con algunas notas también de la relación de Alemania con España en ambos periodos históricos.
En Alemania, la primera crisis, generada en parte por la enorme deuda pública acumulada, resultado de las exigencias de los países vencedores de la I Guerra Mundial de que este país pagara las reparaciones por los daños infligidos a los países enemigos durante el conflicto bélico, determinó la elección de un gobierno Nazi liderado por Hitler. La enorme austeridad de gasto público, con los grandes recortes realizados con el objetivo de pagar la deuda, y las reformas del mercado laboral que contribuyeron al crecimiento del desempleo generado por aquellos recortes, causaron un rechazo de la población hacia los partidos que impusieron tales medidas y llevaron a la primera elección de un gobierno Nazi en Europa. Hay que recordar que el nazismo alcanzó el poder en Alemania por la vía democrática debido a su atractivo electoral (y también a la división de las izquierdas, concretamente entre el Partido Socialdemócrata y el Partido Comunista).
El nazismo sacó a Alemania de la crisis económica mediante la militarización de su economía (keynesianismo militar) y al expolio de los países periféricos, incluyendo Grecia. La ocupación de Grecia (1941-1945) fue de las más brutales que hayan existido en Europa. Aquel periodo se caracterizó por un sinfín de atrocidades. Pueblos y ciudades fueron testigos de aquellas brutalidades. Mousiotitsa (153 hombres, mujeres y niños), Kommeno (317 hombres, mujeres y niños, donde incluso 30 niños de menos de un año fueron asesinados y 38 personas fueron quemadas vivas en su casa), Kondomari (60 asesinados), Kardanos (más de 180), Distomo (214 muertos), y así una larga lista. Más de 460 poblaciones fueron destruidas y más de 130.000 civiles fueron asesinados, además de más de 60.000 judíos que representaban la mayoría de la población judía en Grecia. El sacrificio humano fue enorme. Y la represión estaba encaminada a sostener una enorme explotación y latrocinio. En realidad, el III Reich robó el equivalente en moneda alemana de 475 millones de marcos, que significaría en moneda actual 95.000 millones de euros. Ante esta situación, ¿cómo puede pedírsele a las clases populares, que fueron las que sufrieron en mayor medida la represión, que olviden esta etapa de su vida? (ver Conn Hallinan: “Greece: Memory and Debt”, Znet Magazine, 18.03.15, de donde extraigo la mayoría de datos de este artículo).
Y lo que es importante subrayar es que los responsables de tanta brutalidad, los militares que dirigieron los asesinatos, el expolio y el latrocinio, recibieron sanciones menores en Alemania, muy por debajo de lo que la población griega exigía. El General Hubert Lanz, que dirigió una de las divisiones responsables de tales atropellos, pasó solo tres años en prisión, llegando luego a ser asesor en temas de seguridad del Partido Liberal alemán. La tolerancia, cuando no complicidad, de los gobiernos occidentales (que ayudaron más tarde a las derechas griegas –que anteriormente habían colaborado con el nazismo- a derrotar a las milicias antinazis en lo que se llamó la Guerra Civil) con los dirigentes nazis, es también conocida y recordada. Los gobiernos occidentales, que se presentaban y autodefinían como democráticos, ayudaron, como también pasó en España, a que se mantuvieran las mismas estructuras oligárquicas que han mantenido a Grecia en la pobreza y en la miseria por tantos años. En la Alemania Oriental (bajo ocupación soviética), sin embargo, los militares nazis sufrieron penas mayores. El General Karl von Le Suire (el carnicero de Kalavryta) fue capturado por la Unión Soviética y murió en un campo de concentración en 1954, y el General Friedrich Wilhelm Müller (que ordenó las masacres de Viannos) fue ejecutado por los propios griegos en 1947.
Las supuestas reparaciones del gobierno alemán
El gobierno alemán nunca ha aceptado la demanda del gobierno griego de pagarle 677.000 millones de euros para compensar todos los daños causados en su ocupación devolviendo, además, los recursos –incluyendo el dinero del Banco Central griego- que habían robado las tropas alemanas. Solo en 1960 el gobierno alemán pagó 115 millones de marcos alemanes, una cantidad insignificante a la luz del daño causado. Durante el periodo en que Alemania estaba dividida, la postura del gobierno alemán era la de que no podía hablarse de pago por reparaciones hasta que hubiera de nuevo una Alemania unida. Y cuando la hubo (en 1990), el argumento fue de que ya habían pasado muchos años, y que ya se le habían pagado a Grecia los 115 millones de marcos alemanes. ¿Cómo puede pedírsele al pueblo griego que se olvide de su enorme sacrificio y de los recursos que le robaron?
Ver estas demandas que está haciendo el gobierno Syriza como mera táctica de negociación con el gobierno alemán en la renovación del segundo rescate (aprobado por el gobierno anterior) es trivializar el significado de la ocupación nazi en Alemania y el enorme sufrimiento y pobreza que esta impuso al pueblo griego. El gobierno Syriza es el primer gobierno progresista y de izquierdas, claramente representante de las clases que sufrieron más la represión nazi, y es de justicia que una de las primeras reivindicaciones sea recuperar la memoria histórica de los vencidos y exigir reparaciones. Ver esa reivindicación como mera táctica de negociación con Alemania, como los mayores medios de comunicación españoles lo han presentado, es desconocer la historia de Grecia y de Europa, lo cual, por cierto, es muy común entre tales medios.
La doble moralidad  de los países llamados democráticos
Es importante destacar también, además de la enorme insensibilidad del gobierno alemán hacia tal sufrimiento, el contraste entre como se resolvía el gran problema de la deuda pública que el gobierno alemán debía a los aliados después de la II Guerra Mundial, y lo que el gobierno alemán ha intentado imponer al gobierno griego en el pago de su deuda a los bancos alemanes (entre otros) que prestaron dinero a Grecia (para muchos proyectos que, por cierto, les originaron grandes beneficios, sin que beneficiaron en nada o en muy poco a las clases populares griegas). Los aliados en 1953 (en el Tratado de Londres) le perdonaron al Estado alemán el 50% de toda la deuda, condicionando además su pago a la existencia de un crecimiento económico que facilitara tal pago, precisamente la misma petición que está ahora haciendo el gobierno Syriza. El gobierno alemán se ha opuesto duramente a que se tratara a Grecia como se les trató a ellos en su momento. Syriza pedía las mismas condiciones, y fue el gobierno alemán el que dirigió la oposición a que tal propuesta incluso fuera considerada. ¿Cómo se le puede pedir al pueblo griego que no mire al pasado para resolver el futuro? Esta petición tiene dimensiones de cinismo. Las declaraciones del portavoz de la Canciller Merkel de que “Grecia debería concentrarse en temas actuales, mirando el futuro” es de una enorme insensibilidad, preñada de cinismo. La Sra. Merkel ignora u oculta que gran parte de los problemas existentes en Grecia se basan en lo que ocurrió en el pasado.
El nazismo y su influencia en España
La petición de la Sra. Merkel es semejante a la petición de las derechas españolas, hoy dirigidas por el Sr. Rajoy (el gran aliado de la Sra. Merkel), herederas de los que vencieron la mal llamada Guerra Civil (pues fue un golpe de Estado que venció como consecuencia de la ayuda militar del gobierno Nazi alemán e impuso una de las dictaduras más brutales que hayan existido en Europa), pidiendo a las víctimas de aquel genocidio que se olviden del pasado, mirando solo al futuro. Se ha intentado por todos los medios hacerle olvidar al pueblo español que en España hubo un golpe militar dirigido por el Ejército y por el Partido Fascista (junto con la Iglesia) que inició cuarenta años de una enorme represión (España es, después de Camboya uno de los países que tiene un mayor porcentaje de personas asesinadas y desaparecidas por motivos políticos), imponiendo un enorme subdesarrollo económico, social y cultural del país. Y nunca debería olvidarse que la victoria del golpe militar nunca hubiera existido sin la ayuda de la Alemania nazi. El gobierno nazi jugó un papel clave en garantizar la superioridad militar de los golpistas españoles. Y fueron las estructuras de poder dominantes del Estado español las que –como he mostrado en mis escritos- han sido responsables de la enorme pobreza del Estado español, de su carácter eminentemente represivo, con escasa conciencia social, y muy poco redistributivo, altamente corrupto y poco sensible a su plurinacionalidad (ver mi libro  El Subdesarrollo Social de España: causas y consecuencias). Aparecieron cambios, sobre todo en su etapa después de la Transición democrática, pero debido al gran desequilibrio que hubo en el periodo de la Transición entre las derechas –que controlaban al Estado y la gran mayoría de los medios- y las izquierdas –que lideraron las fuerzas democráticas- la democracia fue muy limitada. Y como consecuencia, el Estado español continúa teniendo estas mismas características. España y Grecia tienen el mayor número de policías y agentes del orden por cada 10.000 habitantes, y el menor número de adultos trabajando en su Estado del Bienestar, las mayores tasas de fraude fiscal y corrupción, y el gasto público social más bajo.
Otra Europa, otra Alemania, otra Grecia y otra España (y otra Catalunya) son posibles.
La situación actual en Europa es el resultado de una alianza entre los establishments financieros, económicos y políticos que gobiernan la vida política, financiera y económica (y mediática) de la Eurozona, frente a las clases populares de tales países, mayores recipientes de las políticas de austeridad y reformas laborales que se están imponiendo a la población sin ningún mandato popular, a costa de un enorme coste humano. Lo que se requiere es una alianza de fuerzas políticas y movimientos sociales que se opongan a tales políticas, para desarrollar otra Europa que cambie la relación centro-periferia que está dañando tanto a las clases populares de la periferia como también del centro.
En este aspecto hay que saludar y aplaudir el apoyo que la izquierda alemana que, en representación de la clase trabajadora alemana (cuyas condiciones se han deteriorado considerablemente con las medidas adoptadas de los gobiernos Schröder y Merkel) han aprobado la petición del gobierno Syriza de que el gobierno alemán pague al gobierno griego las reparaciones debidas a este pueblo. Este signo de solidaridad es el mejor indicador de la posibilidad de establecer alianzas transnacionales, impidiendo y dificultando que el establishment alemán pueda utilizar tópicos casi racistas (como que los pensionistas alemanes están pagando las vacaciones de los trabajadores griegos que, además, son vagos), que reproducen los medios de mayor difusión alemanes. Hay que evitar presentar el conflicto actual como el conflicto entre el pueblo alemán por un lado, y el español y griego por otro. Verlo y presentarlo de esta manera es dificultar enormemente la necesaria alianza para construir otra Europa. El conflicto es entre las minorías financieras, económicas, políticas y mediáticas que dominan y gobiernan la gran mayoría de países de la Eurozona por un lado, y las clases populares de tales países por el otro, que están dañando el bienestar y calidad de vida de todas ellas. El elevado nivel de deterioro del mercado de trabajo alemán es un claro ejemplo de ello. El “éxito exportador alemán”, como bien ha documentado Oskar Lafontaine (que fue en su día Ministro de Finanzas del gobierno Schröder), se basa precisamente en unos salarios que están muy por debajo de lo que deberían, forzando una situación de competitividad entre los países de la Eurozona para que bajen los salarios. Mientras tanto, se le dice al trabajador alemán que el problema se debe al obrero griego que es poco disciplinado en su trabajo. Y así los medios del establishment alemán, con una narrativa incluso racista, como durante el nazismo, ofenden diariamente al obrero griego (y al alemán).
De ahí la urgencia de que se redescubran en los análisis políticos categorías de análisis olvidados desde hace bastante tiempo (como la existencia de clases y de conflicto entre ellas, que existen en cada país) que permitan establecer alianzas transnacionales de las clases populares que impidan que se utilicen narrativas orientadas a dividirlas.

PRENSA. "Vivir del libro en tiempos de Franco"

   En "El País":

Vivir del libro en tiempos de Franco

Un estudio analiza las dificultades y desarrollo de la industria editorial durante la dictadura


Puestos de libros en la madrileña Cuesta de Claudio Moyano en diciembre de 1940. / EFE
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Desde que el 1 de abril de 1939 la voz del locutor Fernando Fernández de Córdoba anunció por radio: "La guerra ha terminado", hasta que el presidente del Gobierno Carlos Arias Navarro dijo el 20 de noviembre de 1975: "Españoles, Franco ha muerto" pasaron los 36 años de la dictadura. Ese es el periodo que estudia con exhaustividad el volumen Historia de la edición en España 1939-1975, publicado por la editorial Marcial Pons y presentado ayer en la Biblioteca Nacional.
El director de la obra, Jesús A. Martínez, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid, señala que el régimen franquista, "sin paragón en su época con otros países ni en la historia de España", lógicamente condicionó la labor editorial, pero a la larg cayó en lo que califica de "gran contradicción". Según Martínez, el franquismo consideró el libro "como una industria prioritaria, con editores que prosperaron cobijados por las subvenciones y por las redes clientelares cercanas al poder", sin embargo "al extenderse la publicación de obras, predispuso a una sociedad sensible al cambio, a una sociedad que pensara en un futuro distinto y con sentido crítico". Es decir, fuera del control deseado.
A lo largo de 1.000 páginas y 32 capítulos escritos por 23 expertos, esta obra —continuación de Historia de la edición en España 1836-1936— analiza cómo se difundieron libros, tebeos, periódicos y revistas en aquella España. Junto a Martínez, comentaron este libro y el mundo editorial en tiempos de Franco el secretario de la Federación de Gremios de Editores de España, Antonio María Ávila; Carlos Pascual del Pino, de la editorial Marcial Pons, y el adjunto al director de EL PAÍS y exeditor Juan Cruz.
Martínez, autor de la introducción de la obra y de seis de sus capítulos, afirma que en los primeros años la dictadura ejerció un control muy estricto gracias a la censura de guerra vigente y el adoctrinamiento. "Es una etapa en la que se mutila todo lo que pudiera haber tenido contacto con la República, se barre lo que no fuera adhesión al régimen; la mayoría de los escritores está en el exilio y las editoriales solo podían publicar reediciones". Los presos podían redimir sus pecados políticos "con la lectura y las colaboraciones en revistas".

La censura no era un sistema organizado; los autores dependían de los criterios de cada censor
En cuanto a la censura, Martínez subraya que no se trataba de un sistema organizado, como por ejemplo en la Alemania nazi, "sino más perverso". Los autores "no sabían cómo sortearla ya que los criterios eran heterogéneos y dependían de cada censor". Para poder publicar, los editores tuvieron que acercarse a las personas y organismos que detentaban el poder. "Los que mejor se adaptaron incluso pudieron lanzar obras contestatarias".
Historia de la edición en España 1939-1975 dedica un amplio apartado al ámbito económico: el coste de los libros, la evolución de las artes gráficas, las librerías, los quioscos, la venta puerta a puerta... y el nacimiento de las nuevas editoriales desde finales de los cincuenta: "Como Seix Barral, con un tono más intelectual, y Planeta, con un criterio más comercial". En el ámbito educativo destacarán Anaya y Santillana, "que son las que estarán más preparadas cuando se apruebe la nueva ley de Educación de 1970". Precisamente ese año el número de editoriales alcanza las 927, cuando 30 años antes eran menos de la mitad, 420.
El desarrollismo de los sesenta propició la popularización del libro de bolsillo, "un equipaje cotidiano de las masas", como lo denomina Martínez; el éxito de un formato "manejable, atractivo y de calidad que había triunfado en otros países 20 años antes".

El desarrollismo de los sesenta propició la popularización del libro de bolsillo
La última etapa estuvo marcada por la Ley de Prensa e Imprenta, de 1966, conocida como Ley Fraga por ser su mentor el entonces ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga. "El discurso oficial fue que se terminaba la censura previa de la ley de 1938", pero en realidad "se aprobó para intentar sujetar algo que se les iba de las manos". Por eso, se incluyó "la consulta voluntaria", matiza Martínez. "Esta figura suponía que cualquier editor podía hacer un libro sin pasar por la censura, pero como después podía ser retenido, en la práctica todos pasaban por el control de siempre, para no arriesgarse. Si un libro no obtenía autorización, los gastos que sufría el empresario eran terribles".
Casi 40 años después de la muerte de Franco, Martínez habla de una industria editorial radicalmente diferente y que podría ser desmenuzada en un nuevo tomo de Historia de la edición. "Desde los ochenta ha habido una gran transformación empresarial y una revolución tecnológica. Muchas editoriales comienzan a ser absorbidos por corporaciones internacionales". A la vez, a inicios de este siglo principia la proliferación de pequeños sellos, hasta el boom actual. Las consecuencias: "La desaparición de la clase media editorial y una bipolarización. Por un lado, los grandes grupos, y por otro un minifundismo de editoriales independientes que buscan sobre todo la calidad. Estos sellos modestos están recuperando el equilibrio que se daba en la dictadura entre lo comercial y lo  intelectual".
Y un apunte final sobre los lectores: "Ahora se lee más", dice sin dudar Martínez, "pero el debate es cómo se lee. Se hace de forma más fragmentaria, a saltos, y por lo tanto la lectura es más dispersa. No deja ideas reposadas ni un pensamiento tan crítico".

PRENSA CULTURAL. "La eterna franqueza poética de León Felipe"

   En "El País":

La eterna franqueza poética de León Felipe

‘Castillo interior’ reúne textos inéditos del autor español exiliado en México


El poeta León Felipe, en 1960. / COLITA (CORBIS)

Fue un poeta, para el estudioso Gonzalo Santonja, “por encima de las circunstancias”. Franco, desgarrado, incómodo entre los dogmas, generoso en la mano tendida hacia quienes recalaron tras él en el exilio mexicano. Enemigo de los antólogos, desconfiado con los editores, increíblemente humilde para reconocer la valía de sus discípulos, como hizo en el caso de Juan Larrea.
Desdeñoso con los santones se mostró León Felipe (Tábara, Zamora, 1884-México DF, 1968), valiente, oscuro, tremendamente contemporáneo de cualquier época —es decir, eterno, ajeno a modas—, curioso, sediento… Un faro que tendió puentes, según le reconocía Octavio Paz, que buscó la luz en la oscura travesía de una vida marcada por el infortunio y que Santonja y Javier Expósito reivindican ahora en este Castillo interior de ecos teresianos, editado dentro de la colección Cuadernos de Obra Fundamental (Fundación Banco Santander).
Discursos, correspondencia inédita, componen un fresco de lo que es, según ambos, “el obrador de León Felipe”. Un creador “adánico, prometeico”, comenta Expósito, director de la colección, que está alumbrando algunos de los secretos más enjundiosos de la literatura española. Abierto de par en par, en estos documentos únicos, salidos del Archivo Histórico Provincial de Zamora y de la Residencia de Estudiantes, se nos desvelan aspectos y miradas sorprendentes de Felipe, plasmadas con la franqueza y la profundidad que le convirtieron en una figura poco dada a los algodones y las buenas palabras, salvo sentidas excepciones. Para prueba, lo que sigue.
Los antólogos: “He sabido que van a publicar ustedes una Antología Hispanoamericana con un criterio político más que poético donde, movidos por preferencias y odios personales, aparecen los que son deseables para ustedes. Como yo soy un indeseable en otras latitudes, según su criterio, supongo que también en este de la poesía, lo seré. Pero, por si no fuese así, les escribo para manifestarles que no es ‘deseable’ para mí, aparecer en esta Antología”. (Carta a la editorial Séneca, 1941).
Luis Buñuel: “Necesita torturar, humillar y matar a mucha gente. No entiende ni cree en la inmortalidad del símbolo. Es un bruto sádico aragonés con un surrealismo trasnochado que aquí ahora suena muy bien con la nueva música de Sartre. Nuestra amistad se ha enfriado. Esta noche le dan una cena a la que creo no asistiré”. (Carta a Juan Larrea, mayo de 1951).
Camilo José Cela: “Es usted muy bueno. Además de ser un gran escritor, es usted una gran persona. Todos me lo dicen. Me gustaría ser joven para ofrecerle a usted una amistad verdadera. Así como ando ahora no soy más que un puñado de huesos viejos y sin destino”. (Carta a Cela, abril, 1959)
Octavio Paz: “Voy a decirte una cosa: acaba de salir un libro de Octavio Paz: El arco y la lira. Es un gran libro del que se va a hablar y polemizar. Está escrito en un estilo brillante y poético, pero no hace más que jugar con ideas que tú ya has dejado atrás y que a mí me son tan familiares por habértelas oído tanto. Si Octavio no fuese tan vanidoso y egoísta y no se hubiese puesto ya la corona de rey… Le estorban todos. Y no será posible trabajar ni avanzar junto a él. Más ninguno ha llegado donde tú. Nadie ha abierto las puertas que tú has abierto”. (Carta a Juan Larrea, abril de 1956).
Gonzalo Losada y Guillermo de la Torre: “Estoy muy enfadado con vosotros. Me habéis hecho una jugarreta: Cuando hace seis años estaba enfermo y loco de una enfermedad que los médicos no supieron nunca cómo se llamaba y tuvieron que mandarme al infierno porque en ningún sanatorio me admitían, publicasteis mis obras completas. Yo le dije a Gonzalo que no se publicaran… Pero la cosa no para ahí. Hicisteis un libro grande. Con una ‘preciosa encuadernación’ (el papel no es muy bueno y las erratas innumerables). ¡Y qué precio le habéis puesto! Con el valor de un solo ejemplar podéis pagarme los funerales. Pero esto no me importa. Lo que me tiene muy enfurecido y por lo que os escribo esta carta es por otra cosa. Por esto. Al libro, con su ‘preciosa encuadernación’, le pusisteis una camisa de celuloide, más fuerte que una camisa de fuerza y la metisteis (me metisteis) en una caja de cartón dura y gris con una cerradura japonesa: un perfecto catafalco. Así me quisisteis enterrar. Pero no estoy muerto”. (Carta a Gonzalo Losada y Guillermo de la Torre, editores, junio de 1965).
Juan Larrea. “Creo que tengo cuerda para unos meses más y no quiero irme sin verte y abrazarte. Después de todo, tú eres el único ser en el mundo con quien yo puedo consolarme. Quiero oírte y que tú me cuentes de viva voz todo lo que has descubierto. Puedo ir a Córdoba [Argentina]. A España no quiero ir. No quiero más que hablar contigo. Y verte. Y oírte, sobre todo. Nada más esto quiero. (Última carta a Juan Larrea recogida en el volumen y fechada en enero de 1967).

Poesía relegada por la política

León Felipe es una de las voces poéticas más relevantes del siglo XX español. Su poesía, sin embargo, permaneció relegada durante la dictadura.
Estudió Farmacia forzado por su entorno familiar, pero dedicó su vida a la literatura. Profesor y traductor de Walt Whitman, en los años veinte publicó Versos y oraciones del caminante.
Intelectual comprometido con la República, se vio obligado a partir hacia el exilio en 1937. Dos años después publicó Español del éxodo y del llanto, uno de sus libros más conocidos.
Durante sus años en México y otros países de América, León Felipe escribió obras como Antología rota (1947), Llamadme publicano (1950) o El ciervo (1958).

viernes, 29 de mayo de 2015

PRENSA. Viñeta de EL ROTO

   En "El País" (12 mayo 2015):

PRENSA CULTURAL. "Más creadoras que musas"

   En "El País":

Más creadoras que musas

Mujeres como Camille Claudel fueron eclipsadas por la fama de sus parejas


Robert Schumann y Clara Wieck, en un retrato de 1847.

Sylvia Plath (1932-1963), autora de uno de los grandes poemarios del siglo XX (Ariel) y ganadora de un Pulitzer póstumo, se encargaba de pasar a máquina los versos de su marido, Ted Hughes (1930-1998). En la Universidad de Cambridge se conocieron, se apasionaron y se casaron casi a la par. Tuvieron dos hijos. La cooperación inicial se resquebrajó con la convivencia, el éxito de él y la crisis de creatividad de ella. “Sylvia es la que limpia la casa, la que ejerce de secretaria de su marido. Y lo hace por miedo a perderlo, porque piensa que si no lo hace, él encontrará a alguien que sí lo hará”, sostiene la escritora Laura Freixas, que ha profundizado sobre la relación del matrimonio, al que dedicará una conferencia el 2 de junio dentro del ciclo Ni ellas musas, ni ellos genios, que se celebra en Caixaforum, en Madrid, a lo largo de mayo para abordar historias de parejas de creadores, donde el papel femenino ha sido oscurecido por su cónyuge.
Una cuestión que la propia Sylvia Plath constató en su diario. “Tengo celos de los hombres. Una envidia profunda y peligrosa que puede corroer, imagino, cualquier tipo de relación. Una envidia nacida del deseo de ser activa y hacer cosas, no ser pasiva y sólo escucharlas”, escribió en unas páginas donde conviven varias pugnas a un tiempo: “¿Puede una mujer autosuficiente, excéntrica, celosa y con poca imaginación escribir algo que valga realmente la pena?, y ¿puede formar una pareja?”.


Ted Hughes y Sylvia Plath.
Mientras la carrera de Hughes despega, la vida de Plath se desmorona. Le asaltan la bestia de la depresión (“Tienes miedo de quedarte sola con tu propia mente”, confiesa) y el monstruo de los celos. Finalmente Hughes la abandona -y a sus hijos- para irse con Assia Wevill. Durante los dos años siguientes Plath escribe los poemas "que me harán famosa”, confía a su madre. El 11 de febrero de 1963, con 30 años, metió la cabeza en el horno y abrió el gas. De su muerte nació su mito. Y la leyenda negra de Hughes, visto como el detonante del suicidio y censor confeso de sus diarios, con la excusa de proteger a sus hijos pequeños.
“Una mujer con ambiciones artísticas es muy vulnerable porque se enfrenta, por un lado, al techo de cristal, y por otro, a la soledad. A medida que ellos triunfan, les resulta más fácil encontrar una pareja sumisa. A medida que ellas triunfan, les resulta más difícil encontrar a alguien igual”, sostiene Freixas, una de las escritoras que más ha reflexionado sobre la desigualdad en el ámbito de la cultura  y que dirige la asociación Clásicas y Modernas, dedicada a combatir la discriminación. La autora, además, acaba de publicar El silencio de las madres (Aresta), donde se recopilan 32 artículos sobre el tema.

Amores y colaboraciones

John Stuart Mill y Harriet Taylor Mill. A él le habían educado para ser un reformador social. Ella era autodidacta, socialista y feminista, casada con John Taylor y madre de tres hijos. Se casaron cuando Harriet Taylor enviudó. Juntos escribieron obras fundamentales para el feminismo, como La sujeción de la mujer (1869), Ensayos sobre el matrimonio y el divorcio (1831-1832) y La emancipación de la mujer (1851), firmado por Harriet Taylor. Un caso atípico, ya que Stuart Mill (1806-1873) defendió con ardor los derechos de las mujeres —fue un pionero en pedir el sufragio femenino desde su escaño en la Cámara de los Lores—, un aspecto poco resaltado por los estudiosos de su obra.
Sonia Terk y Robert Delaunay. Dos figuras fundamentales de las vanguardias artísticas del siglo XX, militantes del orfismo, una variante del cubismo cercana a la abstracción. Sobre su relación hablará mañana, martes 26, Marian López Fernández Cao, profesora de Educación Artística en la Universidad Complutense y presidenta de Mujeres de Artes Visuales (MAV), una de las organizadoras del ciclo junto a la asociación Clásicas y Modernas.
La relación de Camille Claudel (1864-1943) y Auguste Rodin (1840-1917), que compartieron 10 años de intensa creatividad, acabó en el hundimiento físico, psíquico y artístico de la escultora, que solo en las últimas décadas está recibiendo el reconocimiento que no tuvo en vida. Claudel, que a los 12 años ya llamaba la atención con sus esculturas, se convirtió en amante, modelo y ayudante de Rodin al poco de llegar a París. Él tenía 44 años y estaba casado. Ella tenía 19 y nunca se liberó del rol de amante.
En esa década, dieron lo mejor de sí, aunque uno entre aplausos y otra entre silencios. En opinión de Rosa Montero, que ha escrito en varias ocasiones sobre esta relación,asegura que la invisibilidad “terminó siendo tan asfixiante que la escultora se separó de él para intentar sacar adelante su propia obra. Fue la lucha final, desesperada e inútil”. Se hundió en la pobreza y en el delirio. En 1913 su familia la internó en el psiquiátrico de Montdevergues, donde permaneció tres décadas. Nunca más volvió a esculpir.
La vida de Clara Wieck Schumann (1819-1896) y Robert Schumann (1810-1856) no alcanzó las cotas trágicas de las anteriores, aunque encarna “el ejemplo paradigmático del patriarcado”, en opinión de Marisa Manchado, compositora y vicedirectora del conservatorio Teresa Berganza de Madrid, que abordó en este ciclo la relación entre ambos. “Clara fue la gran pianista del siglo XIX, con un unánime reconocimiento como virtuosa, pero también fue una grandísima compositora y todavía hoy se dice que fue menor”, expone Manchado, que considera que el Trío para Piano en sol menor Opus 17 compuesto por ella en 1846 está "a la altura de los tríos canónicos de Beethoveen”.
Clara Wieck, que había sido educada por su padre, el reconocido profesor de piano Friedrich Wieck, debutó como pianista a los 11 años. Su carrera no cesó de crecer desde entonces. “A los 15 es recibida en la corte de Viena, donde le dan el título de virtuosa, algo rarísimo siendo tan joven, extranjera y mujer”, recuerda Marisa Manchado.
Después de casarse con Robert Schumann, pese a la oposición familiar, prosigue su carrera de intérprete, comienza la de madre de familia numerosa y la de devota defensora de la música de su marido, al que ella introduce en los circuitos de la elite europea y al que difundirá con ahínco tras su muerte. “Era la actual superwoman. Y puso siempre su talento al servicio de los hombres. Primero de su padre, luego de Liszt, su marido y Brahms”, sostiene Manchado. La propia Wieck minimizó la creatividad que llevaba dentro: “Una mujer no debe desear componer. Nunca ha habido alguna capaz de hacerlo. ¿Debería creer que yo seré capaz?”, inquiría en 1839. Años después escribiría el Opus 17.

PRENSA CULTURAL. "Genealogía del hombre sin atributos". Juan José Saer

Dibujo de Fernando Vicente

   En "El País":
JUAN JOSÉ SAER 1 ENE 2005
Un ser sin cualidades ni características particulares. Así es el célebre protagonista de la monumental e inacabada novela de Robert Musil El hombre sin atributos, una metáfora de la quiebra del Imperio Austrohúngaro y de la frágil condición moderna. Con todo, esa misma condición puede rastrearse en lo que algunos maestros budistas del siglo IX llamaban el "hombre verdadero sin situación", un ente marginal y carente de esencia fija y de definición cerrada.
Un día, a mediados del siglo noveno,en el noreste de la China, en el monasterio que dirigía Lin Tsi, el maestro de la secta budista T ch'ang (en japonés zen,ambas pronunciaciones locales del sánscrito Dhyâna, "meditación"), subió a la cátedra y dictó la más célebre de sus lecciones: "Sobre vuestro conglomerado de carne roja hay un hombre verdadero sin situación, que sin cesar entra y sale por las puertas de la cara. ¡A ver qué opina de esto alguno que no haya hablado todavía!'. Uno de los monjes salió del grupo y preguntó cómo era el hombre verdadero sin situación. El maestro bajó de su banco de meditación y atrapando al monje e inmovilizándolo, le ordenó: '¡Dilo tú mismo, dilo!'. El monje vaciló. El maestro lo soltó y dijo: 'El hombre verdadero sin situación es un montoncito cualquiera de excremento'. Y se volvió a su celda".

"Toda definición de hombre verdadero sólo puede ser impropia, vil, sucia"
La expresión "un montoncito cualquiera de excremento" es en el original mucho más cruda y, para su publicación en este diario, ha sido sustituida por la presente, que aparece en otra versión de esta misma escena. El eminente sinólogo francés Paul Demiéville, traductor en 1977 de las Lecciones de Lin Tsi, comenta así la brutal comparación, que resulta todavía más sorprendente cuando sabemos que también se la utiliza a menudo para designar a Buda: "Toda definición del hombre verdadero sólo puede ser impropia, vil, sucia, puesto que por definición es lo que escapa a toda definición".
En lo referente al hombre verdadero sin situación, el profesor Demiéville ofrece el comentario siguiente: "La expresión hombre verdadero deriva directamente de los filósofos taoístas de la Antigüedad, aunque también haya sido utilizada para designar a Buda y al Arhat (el santo liberado) en las primeras traducciones chinas de los textos búdicos. La palabra situación se aplica en el vocabulario administrativo a la situación de un funcionario en la jerarquía oficial. Como esa jerarquía incluía a toda la élite social, que era la única que contaba en la antigua China, un hombre sin situación era un ente marginal, carente de estatuto, una entidad indeterminada. Es más o menos en el sentido de Lin Tsi que el novelista austriaco Robert Musil, que se interesaba tanto por Lao Tsé poco antes de su muerte trágica en 1942, concebía a su héroe como un hombre sin características particulares, Der Mann ohne Eigenschaften (El hombre sin atributos en la traducción castellana)".
En la exacta referencia que antecede, hay un solo error: la muerte de Musil fue tal vez prematura (tenía 61 años) pero no trágica. Su mujer, Martha Marcovaldi, la cuenta así en una carta: "Después de una mañana tranquila, pasada en parte en su mesa de trabajo y en parte en el jardín, subió la escalera que conducía al baño diciendo: 'Voy a darme un baño antes de almorzar'. Y mientras se desvestía, durante un ejercicio físico o simplemente a causa de un movimiento brusco fue derribado por un ataque. Unos minutos después de que subió, abrí la puerta del baño para llamarlo y lo encontré sin vida. Era imposible admitir que estuviese muerto, a tal punto parecía vivo con su aire de sorpresa irónica en la cara".
¡Qué bien le cuadra esa muerte al discreto mentor del hombre sin atributos! Morir, podría decirse, en plena salud, y experimentar no temor sino una sorpresa irónica ante la irrupción imprevista de la muerte, es tal vez la confirmación irrefutable de sus teorías. Porque el hombre sin atributos es aquel que, desembarazándose de todas las convenciones, las posturas sociales, los contenidos intelectuales o morales, las máscaras identitarias, los sentimientos y emociones calcados de los que difunde el medio ambiente, la sexualidad canalizada por los diques de lo socialmente permitido, volviendo al grado cero de la disponibilidad, construirá su vida oponiéndose a todo automatismo y a todo lugar común de la inteligencia, de la vida afectiva y del comportamiento.
En el Imperio Austrohúngaro declinante, agobiado por las pomposas pretensiones de la Corte y por las constantes reivindicaciones del archipiélago de pequeñas y grandes naciones y culturas que lo componían, ser un hombre sin atributos, reivindicar sólo la propia disponibilidad, sin previas adhesiones obligatorias a supuestas causas, sagradas o no, a determinadas normas de conducta, dictadas de una vez y para siempre y destinadas a regir la sucesión de generaciones fugitivas, supuestamente idénticas unas de otras, representaba no una forma de egoísmo o una manera de volverle la espalda a la realidad, sino una sana desconfianza hacia lo consabido, lo no reflexionado, lo impuesto por la inercia aplastante del mundo.
Musil nació en una pequeña ciudad austriaca en 1880. Destinado a una carrera militar o científica, poco a poco fue abandonándolo todo, a pesar de perspectivas prometedoras en sus otras actividades, para dedicarse enteramente a las letras. Y aunque escribió varios magníficos relatos, una obra de teatro, algunos ensayos minuciosos y un apasionante diario íntimo, podría decirse que también abandonó la literatura entregándose por completo a la redacción de El hombre sin atributos, novela que le llevó casi treinta años de su vida y que quedó inconclusa. Los únicos dos volúmenes que publicó en vida, en 1930 y en 1933, tuvieron un gran éxito de crítica pero no se vendieron, el segundo sobre todo, cuya aparición coincidió con la llegada de Hitler al poder. Musil, que estaba en Berlín en ese momento, emigró primero a Viena y después a Zúrich y a Ginebra, donde vivió en la miseria hasta su muerte en 1942. En 1938, los nazis incluyeron sus libros en la lista de obras "indeseables y nocivas" y las prohibieron en Alemania. Pero en el año 2000, una encuesta entre los principales críticos literarios de Alemania demostró que una importante mayoría de entre ellos consideraba El hombre sin atributos como la más importante novela del siglo XX escrita en alemán.
Ulrich, el protagonista, no tiene nada de un aventurero o un sensualista que quisiese gozar indefinidamente de nuevas experiencias a la manera de los decadentes de finales del siglo XIX. Es un espíritu racional, sistemático, amable y jovial. Su vida transcurre en el marco de una banal existencia burguesa. El único acto verdaderamente transgresivo es su relación amorosa con su media hermana, que, a medida que avanza la novela, va transformándose en el elemento simbólico de una vida sistemáticamente dirigida a trascender las convenciones exorbitantes que el mundo impone a los individuos.
El hombre verdadero sin situación del enérgico maestro Lin Tsi, retorna entonces inesperadamente en nuestro tiempo en la gran novela de Robert Musil. Pero, en otro registro, también podrían representarlo a su manera esas hilachas de hombres que son los personajes de Samuel Beckett. En todo caso, está presente en las reflexiones actuales sobre la crisis y el estatuto del sujeto, y en la desconfianza de algunos hacia todas aquellas ideologías que exaltan, sin mayores precisiones, los méritos discutibles del concepto de identidad.