miércoles, 31 de octubre de 2012

POESÍA. "Mejor no diga nada...", de Chantal Maillard (Bruselas, 1951)

Chantal Maillard


Mejor no diga nada...

Mejor no diga nada.
Sería inútil. Ya ha pasado.
Fue una chispa, un instante. Aconteció.
Yo acontecí en ese instante.
Puede que usted también lo hiciera.
Suele ocurrir con los poemas:
terminan condensándose las formas
en nuestros ojos como el vaho
sobre un cristal helado;
las formas, con su herida.
Pues quien construye el texto
elige el tono, el escenario,
dispone perspectivas, inventa personajes,
propone sus encuentros, les dicta los impulsos,
pero la herida no, la herida nos precede,
no inventamos la herida, venimos
a ella y la reconocemos.

PRENSA. "Buscar empleo con más de 50", reportaje

Un millón de personas mayores de 50 años están en el paro en España. / DIRK WAEM (AFP) ("El país")

   En "El País":

Buscar empleo con más de 50

Más de un millón de parados españoles supera la cincuentena; un tercio ellos tiene estudios

Los expertos recomiendan mantener horarios y hábitos; hay web especializadas para ellos

 27 OCT 2012

Manuel Marín recita su nombre por teléfono con voz firme y empieza una animada charla sobre su oficio, panadero de toda la vida, en Sevilla, desde que tenía 11 años y su padre le llevaba en el carrito del reparto para que no se mojara los días de lluvia... A los 50 años, hace ahora cinco, esa vida entre masas, harinas y levaduras se rompió de golpe cuando se quedó en paro. “En mi casa”, alcanza a decir, “no entran ahora más que 426 euros” para un hogar al que ha vuelto otro hijo desempleado, con su mujer, un niño y otro en camino; hay otro hijo parado y una hija, de 18 años, que está estudiando. El cuarto hijo, también sin empleo, se ha ido a vivir con los padres de su pareja. Así que, siete bocas en esta casa de San José de la Rinconada. ¿Cómo hacen para comer? “Como podemos, los vecinos...”. Y ahí empieza a oírse un hilo de voz entrecortado. Será su mujer, Natividad, quien retome la conversación y siga contando las estrecheces por las que atraviesa esta familia.
Desde una perspectiva antropológica, el empleo es algo más que un mero modo de subsistencia. “Afecta a la dignidad, a la valoración del propio ser, a la autoestima” y en la percepción de todo ello influyen factores como el hecho de ser hombre o mujer, o los años que se han dedicado a la formación, como explica el jefe del servicio de Salud Mental del Hospital de Majadahonda, José Antonio Espino. El llanto de Manuel simboliza el drama que viven en España miles de personas que a una edad madura se encuentran por primera vez en su vida sin empleo y con escasas perspectivas de encontrar uno nuevo.
En España hay ya más de un millón de parados de entre 50 y 64 años, una edad con cierto estigma para reintegrarse al mercado laboral. “Siempre hay un sesgo cuando se trata de empleo. Entre los occidentales hay una tendencia a discriminar en favor de los más jóvenes, por más que esté prohibido en las selecciones de personal en algunos países preguntar expresamente por la edad”, explica José María Peiró, catedrático de Psicología del Trabajo de la Universidad de Valencia e investigador del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE). En el caso de España, para pedir una edad determinada tiene que haber una causa objetiva relacionada con el contrato o con el trabajo que se ofrece. La edad no puede ser utilizada como elemento discriminatorio, pero probar que existe dicha discriminación suele resultar bastante complicado.

Los jóvenes sí tienen interiorizado que tendrán muchos empleos diferentes
“Esa predilección por la juventud puede contribuir a perder un importante capital humano, cargado de experiencia laboral”, añade Peiró. Se atribuye a los jóvenes la iniciativa, el empuje, la motivación, “y eso no es una verdad absoluta; ya hay algunas experiencias empresariales que han visto por ejemplo en las mujeres mayores, cuyos hijos ya se fueron de casa, un potencial considerable para que retomen el camino laboral que un día cortaron o inicien otros trabajos. Aportan sensatez, cuidado y responsabilidad con el oficio que desempeñan, menos absentismo, más sosiego, son concienzudas”, sigue Peiró. El experto cree que con los niveles actuales de desempleo es preciso reajustar algo las expectativas. “Puede que uno venga de un trabajo mejor, y en un principio se resista a aceptar ofertas menores, pero quizá debe verlas como algo transitorio; y, como los jóvenes, también a estas edades debe hacerse hueco el emprendedurismo”, afirma.
Pero a veces no hay ni mejor ni peor: solo nada. Nada encuentran Manuel y su mujer, Natividad, ni en panaderías, ni en la limpieza. La formación influye, desde luego. Pero la generación de españoles en la cincuentena ya no es la de hace unas décadas: un tercio de los de 55 a 64 años tienen estudios medios o superiores, según datos de la OCDE. Y para estos tampoco está siendo fácil.
Cerca de un año lleva en paro Maribel F. M. y solo hace unas semanas logró tener su primera entrevista personal, después de enviar currículos adaptados a los distintos requerimientos de las empresas prácticamente cada día. Ella es psicóloga de formación y, paradójicamente, estuvo durante 25 años dedicada a la formación de empleo para adultos. Con 50 años recién cumplidos, divorciada y con una hija universitaria, se repite cada mañana: “Maribel, vas a encontrar un buen empleo muy pronto”. Sabe que si el ánimo se desvía de ese objetivo es fácil caer en la depresión, la ansiedad y el complejo.

Protección social, familia y amigos, pilares esenciales para superar el bache
“He trabajado y cotizado durante 25 años para que las arcas estuvieran llenas y no he vivido por encima de mis posibilidades. Lo tengo claro. Pero eso no impide que vayas hundiéndote un poco con el tiempo. Este año no he ido de vacaciones y eso que tenía familia y amigos para desplazarme y estar con ellos en el pueblo, en la playa... Pero lo único que piensas es: y yo, ¿de qué tengo que descansar?, cuando no es verdad, porque ahora soy ama de casa todo el día y echo unas buenas horas frente al ordenador buscando empleo, modificando el currículo...”. En este año se ha convertido, eso sí, en una experta en todo tipo de servicios para la búsqueda de empleo.
Para quienes llevan tiempo en paro resulta difícil no ir cayendo en el desánimo o rozar los problemas de salud mental. Los trabajadores sociales hablan de los muchos casos que acuden a sus oficinas solicitando ayuda, todos ellos con un drama que contar y algunos ya medicados para la depresión y la ansiedad. Tener un nivel elevado de formación intelectual, como ocurre en el caso de Maribel, no hace sino agravar la percepción de los hechos, en contra de lo que podía parecer, como apunta el doctor José Antonio Espino. “A mayor nivel de cualificación el impacto sobre la salud mental puede ser más acusado. Tiene que ver con los años que se han empleado en formarse, la dedicación para encontrar un trabajo estable y bien remunerado. Se resiente la autoestima”. Para estos profesionales, incluso encontrar un empleo puede ser vivido como un fracaso personal si consideran que el nuevo puesto no está a la altura de los esfuerzos que han realizado durante muchos años.
El sexo también condiciona: los hombres lo llevan peor; y la juventud tampoco lo afronta con el mismo estrés. “Los jóvenes de hoy en día tienen interiorizado que tendrán muchos empleos a lo largo de su vida, mientras que está más arraigada entre estas otras generaciones la concepción de que un trabajo es para siempre. Para ellos, perderlo es un golpe en su vida”, señala Espino.

A más cualificación, mayor impacto emocional por estar desempleado
Dos factores son definitivos para impedir que los desempleados entren en barrena: la protección social del Estado y la red social propia. De ambos depende críticamente la línea que separa de la exclusión social; los que impiden que uno se eche un día a la calle y no vuelva a casa. O un suicidio activo, como señala el doctor Espino. “Hemos hecho estudios y comparado crisis, la de los años, veinte, setenta... En Suecia, por ejemplo, en la crisis de los noventa hicieron un gran esfuerzo en la protección social de los parados y los índices de suicidio no aumentaron”, lo contrario de lo que está ocurriendo en Italia o en Grecia en estos momentos. “La protección social pública hacia el desempleo está directamente relacionada con los índices de malestar y de suicidios”, añade Espino, aunque no tienen datos actualizados para ilustrarlo.
La segunda pata de apoyo es la red familiar y de amigos, como saben muy bien los que se dedican a los servicios sociales. Y no solo porque de estas personas obtienen apoyo económico o comida, como le ocurre a Manuel, sino porque proporcionan estabilidad mental y apoyo emocional, para que uno sepa ubicarse en su mundo de siempre. Porque el trabajo, además de ser un método de subsistencia, un factor de dignidad social o un coadyuvante de la autoestima es “un elemento estructurante de la propia persona”, advierte Espino. “Uno de los problemas más importantes del desempleo es la desorganización del tiempo, te descoloca la vida, algo similar a lo que les ocurre a quienes se jubilan si no son capaces de organizar de nuevo otra forma de vida, con sus horarios, sus rutinas”, dice Espino. Por eso es importante tener unos horarios, mantener hábitos parecidos a los anteriores o diseñar otros: llevar a los niños a la escuela, preparar la comida, sentarse de tal hora a tal hora frente al ordenado, cualquier costumbre alejada de los brazos cruzados.
“Cuando los jubilados se apuntan a piscina, cuidan a nietos o hacen cursos en la universidad te acaban diciendo que nunca han estado tan ocupados”, señala Espino. “El mayor grado de irritación con la familia, los episodios de maltrato, tienen que ver con la forma de ser de cada cual, pero también con esa desestructuración del tiempo. La falta de estímulos es un método de tortura conocido, como en Guantánamo, eso afecta a la actividad cerebral y puede dar origen a delirios, por eso, cuanto más complejo era el trabajo perdido y más actividad mental requería, la desestructuración puede aumentar”, añade Espino.

“Coticé 25 años”, dice una parada, “sin vivir por encima de mis posibilidades”
Antes de llegar a todo eso cabe el optimismo (a Maribel F. M. la entrevista de trabajo no le ha salido mal) y tomarse un tiempo para seguir buscando. Internet parece la herramienta clave que casi todos citan. Un sitio, encuentraempleomayoresde50.org ofrece algunas alternativas para este segmento de la población. Susana Salcedo y otros cuatro amigos, todos empleados, lo idearon con un único motivo: la solidaridad. “Por supuesto que aquí no se cobra ni por poner una oferta ni una demanda de empleo. El panorama es tan terrible que un día pensé que teníamos que hacer algo. Hay padres que buscan trabajo para sus hijos y todo tipo de dramas personales”, dice esta joven, de 24 años. “Hacemos un barrido por la web para buscar aquellas ofertas en las que aparece específicamente esa edad, las que lo limitan hasta los 50 años y las que no tienen límite”, explica. Y ya han recibido mensajes de alguien que ha encontrado algo. “Eso nos motiva más que nada, soy feliz cuando ocurre”.
En esta página uno se hace una idea de la oferta de empleo para estas edades, en realidad un cajón de sastre: hay trabajos muy cualificados que requieren amplia experiencia, otros que proporcionarían, quizá un cambio de vida, porque se trataría de instalarse en el campo al cargo de unas fincas de olivos y una casa de labranza; de mayordomo en una hacienda gallega; algunos están relacionados con el aspecto físico, casting de todo tipo o los que buscan gente con canas para probar tintes. Y otros que precisan personas, no importa la edad, para que actúen de clientes misteriosos: uno va a comer a un bar y luego informa sobre la calidad y el trato recibidos, por ejemplo.
Pero para los mayores de 55 o 60 años Internet no siempre es una herramienta fácil y, como dice Maribel, “es impersonal, a veces ni contestan, hay miles de webs de empleo y en algunas tienes que pagar. No siempre es fácil sacar provecho de todo eso”.
Natividad, en su pueblo de Sevilla, ve cómo sus hijos, ahora retornados a la vivienda paterna, tiran el colchón al suelo para dormir (“yo le dejaría mi cama a mi nuera, que está embarazada, pero no quieren”), recibe los vales para comida, deja de cotizar, minimiza la hipoteca de acuerdo con el banco... “No tenemos dinero ni para pagar las llamadas de teléfono para pedir trabajo”, dice. Y llora, como su marido, al otro lado de la línea.

PRENSA CULTURAL. Entrevista a Kewin Powers, sobre su novela "Los pájaros amarillos"

Kevin  Powers

   En "El País":

La atractiva intensidad del disparo

El escritor estadounidense Kevin Powers cuenta en su primera novela,

‘Los pájaros amarillos’, su experiencia como veterano del conflicto de Irak

 27 OCT 2012 

Le observo las manos, delicadas, de dedos finos —en el anular la alianza le queda grande, y también el reloj, un viejo modelo clásico, en la muñeca—. Me cuesta imaginar esas manos manejando un arma tan mortífera como la ametralladora M-240 B de 7,62 milímetros (12 kilos y medio, casi un millar de balas por minuto), la que usaba en Irak. Es zurdo, le pregunto si eso es una desventaja para usar armas. Enrojece. “En este mundo ser zurdo es malo para todo”.
Kevin Powers (Richmond, Virginia, 1980), pese a los tatuajes, no se ajusta en absoluto a la idea que puedes tener de un veterano de guerra estadounidense. Tímido, tranquilo, reflexivo, de rasgos finos y apariencia delicada, tiene una voz suave y unos bonitos ojos marrón verdoso que miran con sensibilidad e inteligencia. Además es poeta. Powers, que sirvió un año en Irak (2004- 2005) como ametrallador en una unidad de infantería, ha escrito una (primera) novela excepcional sobre la contienda en la que participó, Los pájaros amarillos (Sexto Piso, 2012), aplaudida unánimemente por la crítica anglosajona, que la elevan a la categoría de clásico, y saludada por Tom Wolfe, nada menos, como “el equivalente de Sin novedad en el frente en las guerras árabes estadounidenses”.
Dotada de un extraño lirismo que hace pensar en La delgada línea roja, la película de Terrence Malick —trazadoras sobre campos de jacintos entre la niebla del Tigris, “la guerra intentó matarnos en primavera (…) era paciente y le daba igual que te amaran muchos o ninguno”— , sin dejar de mostrar todo el salvajismo y la atrocidad del combate, Los pájaros amarillos narra a saltos, yendo adelante y atrás, en Irak, en el campamento de instrucción en Nueva Jersey, en los hogares en Virginia, y en la base en Alemania, la peripecia del soldado John Bartle, de 21 años, que ha prometido a la madre de un camarada de 18, Murphy, cuidar de él. Un empeño en el que —se revela desde el inicio— fracasa.
Powers, de 32 años, viene de Florencia, donde su mujer realiza un master de diseño de moda. Le comento lo de su aspecto, tan distinto de los tipos de Jarhead de la primera guerra del Golfo, por ejemplo, y responde: “Tendrías que haberme visto cuando regresé de Irak, no parecía tan normal”. Explica que la novela —cuyo título procede de una marcha militar— no es autobiográfica. “Los personajes y las situaciones son ficticios aunque están basados en mi experiencia personal, en mi miedo, mi ansiedad, mis sentimientos, en lo que yo viví, quizá no con la misma intensidad que en el relato”.
¿Por qué fue a Irak? “Bueno, estaba en el ejército, mi unidad fue, tenía que ir. Cuando me alisté no estábamos en guerra. Luego sentí que tenía la obligación, con respecto a mis compañeros”. ¿Y por qué se alistó? “No hay una respuesta sencilla. Era muy joven, tenía 17 años, en EE UU no es raro hacerlo, mi familia no tenía muchos recursos y el ejército te financia los estudios; mi padre fue soldado en Vietnam, mi abuelo en la II Guerra Mundial. No se si volvería a hacerlo”.
Estuvo en el ejército ocho años. Uno en Irak. En la tercera brigada de la segunda división de infantería. Dice que fue un reto porque de manera natural no encajaba en la vida militar y la adaptación le fue difícil. En Irak protegía a una unidad de desactivadores de bombas —un reflejo de esa tarea aparece en la novela en el episodio del cadáver bomba amarrado a un puente—.
Powers sirvió en Mosul y Tal Afar, escenarios representados en la novela en la ficticia Al Tafar. ¿Estuvo bajo el fuego? “Sí”. ¿Podría explicarlo? “Me disparaban, balas, cohetes, morteros; patrullas, avances retiradas, emboscadas, no sé qué quieres que te cuente”. ¿Qué sentía en combate? Powers se mira las manos. “He tratado de describir la realidad de las circunstancias. Es algo muy intenso pero a la vez transmite una fuerte sensación de irrealidad. Ves lo grave de la situación, pero la aceptas. El área que controlas es muy pequeña, hay mucho azar alrededor. Tienes que dejar mucho al destino”. ¿Hay espacio para pensar? “En realidad no, es una experiencia eminentemente física, hasta que vuelves, entonces piensas mucho”. Algunos soldados hablan de excitación, placer incluso. “La experiencia es muy intensa, no hay nada comparable a que te disparen. El nivel en que tus sensaciones se incrementan es brutal. Parte de la dificultad al volver es saber que nunca experimentarás nada tan fuerte. Nunca te sentirás tan vivo”. ¿Bajo el fuego eres consciente de la posibilidad inminente de muerte? “Sí, ves a gente que muere. Pero es más después, al acabar, entonces te llega de golpe la sensación del peligro que has pasado. En pleno combate no tienes el pleno control consciente de tu cuerpo, responde pero sin pensar. Hay miedo, por supuesto”. El entrenamiento ayudará. “Exacto, en el fondo todo es para eso”.
¿Mató a alguien? Powers se mira las manos. “No lo sé”.. Pero disparó a gente… “Sí”. ¿Es una cuestión de pudor?, ¿le produce vergüenza? “Sí, posiblemente. ¿Cómo describirlo? Quizá sea un rasgo para proteger la cordura el no ser consciente de si has matado". Algunos estarían orgullosos, se vanagloriarían. “Puede, seguro. No en mi entorno, no vi a nadie jactándose. No vi a nadie disfrutando de la guerra. Esa parte oscura. En uno de mis personajes, el sargento Sterling, hay algo de ese lado”. ¿Hacer literatura de la guerra no traiciona su esencia, no la embellece e intelectualiza de alguna manera? “No, es como mirarla al microscopio, ves partes que no habías visto. Escribir de la guerra no es traicionarla sino destilarla, con los detalles la iluminas”. ¿Qué opina de la guerra? “Es producción masiva de muerte. Algo que solo puede inspirar repulsión. No creo que se pueda malinterpretar mi novela en ese aspecto”. ¿Y no es eso antipatriótico? “No, yo amo a mi país, y contar la verdad es un acto patriótico, no quiero que mis conciudadanos sacrifiquen sus vidas por intereses políticos, en Irak o en Afganistán. No me considero una persona política pero para mí es obvio que la versión que nos daban de lo que pasaba y lo que pasaba en realidad no coincidían. Empezando por las inexistentes armas de destrucción masiva iraquíes y siguiendo por la absurdidad de que los iraquíes representaran un peligro para los Estados Unidos”.
Al preguntarle por sus influencias y gustos literarios, Powers, que actualmente escribe su segunda novela, sobre un caso de asesinato en el Sur al acabar la Guerra de Secesión, cita la poesía de Wilfred Owen y del poeta de Louisiana Yusef Komunyakaa (que ganó una Estrella de Bronce en Vietnam),y al Tim O'Brien de Las cosas que llevaban(Anagrama), con el que se le ha comparado. En cine dice que The hurt lockers tiene partes muy buenas y realistas y que Apocalypse now, capta como ninguna otra la naturaleza surrealista de la guerra. ¿Qué me podría decir del miedo?, le interrogo. “Es muy peligroso dejarse llevar por él, cuando vives con miedo acaba convirtiéndose en tu fuerza motriz. Por otro lado, la guerra hace que los miedos cotidianos dejen de ser relevantes”.
Es consciente de que no se librará nunca de la guerra, pero cree que la experiencia, aunque no se la recomienda ni desea a nadie, tiene algún elemento positivo: “Entiendes de verdad qué frágil y preciosa es la vida, aunque eso no es exclusivo de la guerra, una enfermedad o cualquier otro suceso traumático también te lo puede enseñar”

PRENSA. Viñeta de EL ROTO

   En "El País" (28 octubre 2012):

martes, 30 de octubre de 2012

POESÍA. "Yo no soy inocente...", de Chantal Maillard (Bruselas, 1951)

Chantal Maillard


Yo no soy inocente...

Yo no soy inocente. ¿Lo es usted?
La realidad está aquí,
desplegada. Lo real acontece
en lo abierto. Infinito. Incomparable.
Pero el ansia de repetirnos
instaura las verdades.
Toda verdad repite lo inefable,
toda idea desmiente lo-que-ocurre.
Pero las construimos
por miedo a contemplar la enorme trama
de aquello que acontece en cada instante:
todo lo que acontece se desborda
y no estamos seguros del refugio.

Bien pensado, es posible que Platón
no sea responsable de la historia:
delegamos con gusto, por miedo o por pereza,
lo que más nos importa.

PRENSA. "La lección de la niña Malala", reportaje

Activistas paquistaníes portan fotos de la niña Malala en una protesta por el atentado contra la muchacha por disparos de los talibanes de este país. / ARIF ALI (AFP) ("El país")

   En "El País":

La lección de la niña Malala

El atentado contra la activista por la educación de las niñas sacude Pakistán

Quien miraba por miedo a otro lado comienza a indignarse

A más educación más bienestar

 25 OCT 2012

Cuando estuvieron en el poder en Afganistán, prohibieron la escolarización y el trabajo de las mujeres y las confinaron a sus casas como si fueran muebles. Derribado su régimen, se han dedicado a quemar escuelas de niñas y a amedrentar a quienes han osado plantarles cara. Han matado a sangre fría a maestras, funcionarias y policías. Esa crueldad no les ha impedido ganar adeptos al otro lado de la frontera, en Pakistán, donde sus hermanos ideológicos también han utilizado el asesinato y la intimidación para imponerse en aquellas zonas en las que el Estado es más débil. Pero el ataque de los talibanes contra Malala Yousafzai, la adolescente que defendía en público el derecho de las niñas a ir a la escuela, ha indignado incluso a muchos de los que miraban para otro lado.
“Que esto sea una lección”, declaró el portavoz de los talibanes paquistaníes al responsabilizarse del atentado. Más tarde, cuando se supo que Malala podía sobrevivir, dejaron claro que volverían a la carga. ¿A qué se debe tanta inquina? ¿Qué hay detrás de la oposición talibán a la educación de las mujeres? ¿Tan peligroso les parece que se formen?

La espe

Sardar Roshan, exministro de Educación afgano y actual director de un centro de formación profesional privado en Kabul, lo atribuye a “una combinación de ignorancia y prejuicios muy arraigados”. En una conversación telefónica manifiesta que “el analfabetismo y el atraso hacen que se vea la escolarización de las niñas como fruto de la influencia occidental”. De ahí, asegura, que aunque solo los más extremistas se opongan a la educación femenina, el resto tema defenderla abiertamente o criticar a quienes la sabotean quemando colegios.
Para Zeenia Shaukat, una experta en desarrollo y activista de los derechos humanos paquistaní, hay algo más: una sociedad patriarcal en la que “la mayoría de los padres considera las funciones reproductivas y domésticas de las niñas más importantes que formarlas intelectual y profesionalmente”. En ese contexto, “cualquier intento de excluirlas del sistema educativo, por parte de los talibanes o de otros grupos extremistas, encuentra menos resistencia”, explica en un e-mail.
“La oposición de los talibanes [a la educación de las niñas] es parte de su identidad, de su ideología nihilista”, defiende Isobel Coleman, investigadora principal en el Council of Foreign Relations y autora deParadise beneath her feet (Randon House, 2010), sobre cómo las mujeres están transformando Oriente Próximo. “Si nos atenemos a lo que decían cuando estaban en el poder en Afganistán, no se oponen a que las niñas vayan a la escuela, pero quieren que lo hagan según sus normas, con sus profesoras, su programa, etcétera, algo que nunca pusieron en práctica”, añade por teléfono antes de apuntar a la enorme hipocresía de que “muchos altos dirigentes talibanes enviaban a sus hijas a la escuela fuera de Afganistán”.
Para Coleman, el ataque a Malala “es puro terrorismo, un intento de sembrar el miedo entre la gente, de decirles que ni siquiera una niña de 15 años está fuera de su alcance” (aunque hasta ahora se había dicho que tenía 14, cumplió 15 el pasado julio).

Los talibanes han quemado escuelas de chicas tras su caída del poder
La joven estudiante, que había recibido amenazas previas, sufrió de forma directa lo que significa vivir bajo la férula talibán cuando en 2009 esa milicia se hizo con el control del valle del Swat, en cuya capital, Mingora, vivía con su familia. Cerraron todas las escuelas de niñas, incluida la suya, que dirigía su padre. Lo contó en un blog y desde entonces no ha dejado de hacer campaña a favor del derecho a la escolarización de las paquistaníes.
“Dispararon a Malala porque la educación de las niñas amenaza todo lo que ellos defienden. El mayor riesgo para los extremistas violentos en Pakistán no son los drones estadounidenses. Son las niñas con formación”, ha escrito Nicholas D. Kristof en The New York Times.
No es solo una opinión. Hay datos que la sustentan. Según el Banco Mundial, “educar a las niñas es una de las mejores formas no solo de avanzar en la igualdad de género, sino de promover el crecimiento económico y elevar el bienestar general”. El conocimiento tiene un efecto multiplicador porque las mujeres tienden a invertir en sus comunidades. Así, por cada año más de escolarización, aumenta su salario un 10%, se reduce la mortalidad infantil al menos un 5% y también se extiende la permanencia de sus hijos en la escuela.
Pero las más educadas también tienden a casarse más tarde, tener menos hijos y a adquirir independencia económica. Eventualmente, eso les lleva a querer tomar las riendas de sus vidas y entonces ponen contra las cuerdas el sistema patriarcal que los talibanes defienden a capa y espada. Los fanáticos, que según Shaukat “ven a las mujeres independientes como una amenaza al dominio masculino de la sociedad”, justifican su intransigencia al respecto en la sharía, o ley islámica, dando así argumentos a quienes en Occidente consideran misógino el islam.

“Es una mezcla de ignorancia y prejuicios”, dice un exministro afgano
“Es una interpretación misógina del islam, una interpretación muy conservadora y literal que constriñe la función de la mujer en la sociedad”, opina Coleman antes de precisar que “hay muchas interpretaciones y muchas prácticas, y ninguna otra llega a tales extremos”.
“No tiene raíz religiosa, sino cultural”, apunta por su parte Roshan, el exministro de Educación, quien no obstante defiende que la sociedad afgana en general no se opone a la educación de las niñas y que el rechazo es algo importado. “Antes de que nos sumiéramos en la guerra hace tres décadas, las niñas iban a la escuela”, asegura, y pone como ejemplo la buena acogida del centro de formación profesional que dirige y que tiene un alumnado mixto. “Son ideas de fuera de nuestras fronteras, inspiradas en círculos muy conservadores de Oriente Medio que las introdujeron en la época de los muyahidín”, explica en referencia a quienes combatieron contra la ocupación soviética y evitando mencionar a Arabia Saudí, que los financió.
El dinero saudí ha contribuido sin duda a extender la interpretación puritana y patriarcal del islam beduino predominante en ese país. No obstante, como apunta Coleman, “incluso, donde las mujeres tienen menos derechos legales que en Afganistán y Pakistán, hace décadas que han accedido a la educación y en la actualidad constituyen una mayoría significativa en las universidades”.
“La religión es solo una excusa. Ni el islam ni ninguna otra imponen límites a la educación de las niñas. Muchas comunidades manipulan la religión en ese sentido”, afirma Shaukat. Esta activista recuerda que “hay muchas zonas del mundo en las que se limita la escolarización de las niñas debido a la pobreza, los matrimonios tempranos o porque, de tener que elegir, los padres prefieren educar a los hijos”.
“No conozco ningún otro caso, aparte de Afganistán y Pakistán, en el que se niegue el derecho a la educación de las niñas”, refuta Coleman que visitó esos países para escribir Paradise beneath her feet. “En otras partes del mundo no es una prioridad, pero salvo algún grupo extremista como los Al Shabab en Somalia y últimamente en Malí, no se trata de un rechazo institucionalizado”, explica.
Lieke van de Wiel, consejero de educación de Unicef para Asia del Sur, confirma en un e-mail que “tanto en Afganistán como en Pakistán, la predisposición de los padres a enviar a sus hijas a la escuela es menor que otros países, donde también se dan casos de rechazo en algunas zonas, pero menos”. Este experto también señala que los ataques a escuelas femeninas o a niñas que van a clase son más frecuentes en ambos, aunque carece de datos de centros dañados o escolares afectadas.

En los últimos años se ha reducido la diferencia en la educación de niñas y niños en todo el mundo, y dos tercios de los países han alcanzado la paridad en la primaria. Afganistán y Pakistán no están entre ellos. En el primero, apenas hay 64 niñas escolarizadas por cada 100 niños, y solo un 18% de ellas completa la primaria (frente al 54% de los varones). Con todo, se trata de un gran avance ya que 10 años atrás, durante el régimen talibán, no había escuelas femeninas. Más sangrante es el caso de Pakistán que, sin el lastre de las tres décadas de guerra de su vecino, tiene una ratio de escolarización de 79,64 chicas cada 100 chicos y una diferencia significativa entre quienes acaban la primaria en ambos sexos (el 60% frente al 78%). India tiene una ratio de 92,18, Irán de 96,38 y Arabia Saudí de 97,15.Lieke van de Wiel, consejero de educación de Unicef para Asia del Sur, confirma en un e-mail que “tanto en Afganistán como en Pakistán, la predisposición de los padres a enviar a sus hijas a la escuela es menor que otros países, donde también se dan casos de rechazo en algunas zonas, pero menos”. Este experto también señala que los ataques a escuelas femeninas o a niñas que van a clase son más frecuentes en ambos, aunque carece de datos de centros dañados o escolares afectadas.
No obstante, Shaukat se muestra convencida de que el rechazo a la escolarización de las niñas se ha reducido. “Ahora, si la gente tiene la oportunidad, prefiere educar a sus hijas”, afirma. Para ella, la situación actual es “un fracaso del Estado que no ha sido capaz de hacer la educación accesible para todos, a pesar de que una reciente enmienda constitucional la consagra como un derecho fundamental de los ciudadanos”.
Con 190 millones de habitantes, Pakistán aún tiene fuera de las aulas a ocho de sus 20 millones de niños en edad escolar, y el porcentaje de chicas es mayor que el de chicos. A Shaukat le preocupa además “la calidad de la educación”. En su opinión, “el currículo que se enseña en numerosas escuelas aún fomenta una ideología estrecha de miras que se centra en la supremacía de una religión y una nacionalidad sobre la otra, con poco espacio para el pensamiento crítico”.
Shaukat no lo menciona con su nombre, pero se está refiriendo al islamismo radical con el que han coqueteado los sucesivos Gobiernos militares y civiles, que es el caldo de cultivo de los talibanes y que refuerza el machismo de la sociedad paquistaní. A pesar de haber sido el primer país islámico en elegir a una mujer para dirigir el Gobierno (Benazir Bhutto, en 1993), Pakistán quedó en una vergonzosa tercera posición en la lista de países con mayor brecha de género elaborado el año pasado por el World Economic Forum.
“Pakistán, como nación, no ha hecho suficiente por la educación de sus mujeres”, concurre Coleman. En su libro cuenta que el Gobierno apenas dedica un 1% de su presupuesto a la educación frente al 30% destinado a defensa. El mismo desequilibrio se repite en la ayuda que recibe de EE UU, su principal aunque incómodo aliado. Según datos recogidos por la prensa de ese país, Washington le da un dólar para educación por cada 10 para asistencia militar, y eso después de que recientemente triplicara la aportación civil hasta 170 millones anuales.Shaukat no lo menciona con su nombre, pero se está refiriendo al islamismo radical con el que han coqueteado los sucesivos Gobiernos militares y civiles, que es el caldo de cultivo de los talibanes y que refuerza el machismo de la sociedad paquistaní. A pesar de haber sido el primer país islámico en elegir a una mujer para dirigir el Gobierno (Benazir Bhutto, en 1993), Pakistán quedó en una vergonzosa tercera posición en la lista de países con mayor brecha de género elaborado el año pasado por el World Economic Forum.
La esperanza de los observadores es que el atentado contra Malala sirva de punto de inflexión para que tanto los ciudadanos como las autoridades de Pakistán reflexionen sobre la grave situación en la que se encuentra el país y cambien sus prioridades. “Debería ayudar a que la gente diera la espalda a los talibanes y a su ideología; se presentan como defensores de los valores auténticos y sobre todo como adalides frente a EE UU y Occidente, pero eso no puede justificar su brutalidad”, concluye Coleman, para quien el rechazo popular es la única solución, ya que combatirlos con las armas solo les da más alas.

La esperanza en un pañuelo blanco

Si hay una imagen que refleje la esperanza de Afganistán, es la de las niñas a la salida de clase. Con sus uniformes negros y sus pañuelos blancos sobre la cabeza son la promesa de un futuro distinto para un país castigado por la geografía, la guerra, vecinos sin escrúpulos y gobernantes corruptos. Para esta corresponsal que lo visitó durante los oscuros años del régimen talibán, las risas despreocupadas de esas crías mientras corretean alrededor de sus madres o hermanos de vuelta a casa hacen olvidar el silencio sepulcral que entonces oprimía a los afganos.
Con 30 millones de habitantes y 12 de ellos entre los 7 y los 12 años, Afganistán tiene hoy una de las proporciones más altas del mundo de niños en edad escolar. Aunque todavía cinco millones no están escolarizados, de los que van a alguna de las 12.500 escuelas, un 37% son niñas. Hace 10 años apenas había un millón de escolares, todos chicos, y 3.400 escuelas repartidas por todo el país.
A pesar de ese considerable avance, siguen existiendo importantes limitaciones para el acceso de las chicas a la educación. Desde el elevado coste de la enseñanza (libros, uniformes, etcétera) hasta la falta de suficientes maestras (apenas un 30% del cuerpo docente). Una vez cumplidos los 10 años, muchas familias consideran inaceptable que las niñas tengan profesores hombres y les parece más importante encontrarles un marido. Un 43% de las mujeres están casadas antes de los 18 años, muchas aún niñas. Según el informe de este año del programa Educación para Todos de la ONU, mientras que un niño afgano permanece en la escuela 10,1 años, una niña solo está 6,1 años (la media global es de 11,6 y 11,3). Además, los avances realizados durante la última década penden de un hilo debido a la persistencia del conflicto civil. La insurgencia talibán y el peso de la tradición impiden que las niñas vayan a clase en 200 de los 412 distritos en que se divide el país.

PRENSA. "Desigualdad como antesala de ruina". Santos Juliá

Santos Juliá

   En "El País":

Desigualdad como antesala de ruina

Cuando las diferencias sociales se disparan, la política y la actitud ante la crisis se degradan

 28 OCT 2012

Hace ahora seis años, en 2006, los veinticinco gestores de fondos de cobertura (hedge funds) mejor pagados de Estados Unidos se embolsaron un total de 14.000 millones de dólares, tres veces la suma de los sueldos de los 80.000 maestros de escuela de la ciudad de Nueva York (Paul Krugman, ¡Acabad ya con esta crisis!, página 84). Llevamos digeridas tantas cifras aberrantes sobre los “baños de oro”, como diría Enric González, en que han alegremente chapoteado los causantes de esta crisis, antes, durante y después de haberla desencadenado, que nada sorprende ya si no se repite una y otra vez: 25 tipos, 25, ganaron en un año, administrando fondos de cobertura, tres veces más —tres veces más— que 80.000 maestros, 80.000, de Nueva York.
Que un individuo que maneja fondos de inversión pueda rapiñar en un año una cantidad de dinero tres veces superior a lo que ingresan por su trabajo más de 3.200 profesores de primaria es un hecho que, aparte de sus devastadores efectos económicos, tiene una dimensión política y moral que Krugman define como parálisis de la capacidad de responder con eficacia a la crisis que inevitablemente habrá de desencadenar este aumento inaudito de la desigualdad. Es evidente que sociedades en las que los derechos sociales cumplen su función redistributiva de la renta, y reductora por tanto de los niveles de desigualdad, responden con mayor eficacia a las coyunturas de crisis porque aseguran un mínimo de cohesión y solidaridad social. Cuando la desigualdad se dispara, el clima político y las actitudes morales ante las crisis se degradan en la forma de un sálvese quien pueda que, entre nosotros, ha llevado a responsables de cajas de ahorros a embolsarse decenas de millones de euros mientras sus entidades se declaraban en bancarrota.
La profunda crisis económica que afecta a los medios de comunicación escritos —y de la que este diario no se libra— posiblemente se afrontaría con otra actitud, y con mayor eficacia, si el reciente incremento de la desigualdad se redujera a unos niveles que permitieran la reconstrucción moral de una comunidad capaz de hacer frente a la depresión causada y extendida por esa misma desigualdad. No se trata de buenas intenciones ni de consideraciones moralizantes, sino de afrontar una situación de crisis sin sembrar de cadáveres el camino, por la sencilla razón de que esa siembra solo podrá conducir a la destrucción de una empresa común con la que todos sus miembros se sientan comprometidos. Claro está que para eso es obligado acabar con la enorme desigualdad de las retribuciones —de la que este diario tampoco se libra—, porque de otra forma las políticas que nos han llevado al abismo funcionarán muy bien, como escribe Krugman, para unas pocas personas situadas en lo más alto, pero, habría que añadir, condenarán a la desesperación a todos los demás.
Todavía quedamos por aquí algunos testigos de aquella España siniestra y miserable que arrastró durante décadas brutales desigualdades sociales, exorbitantes privilegios al lado de inmensas barriadas de chabolas. El camino que hemos recorrido desde entonces en la reducción absoluta y relativa de los niveles de desigualdad se está revirtiendo bajo nuestras impotentes miradas: ganancias millonarias con más del 21% de la población malviviendo por debajo del nivel de pobreza, más de cinco millones de parados, y con decenas de miles de despedidos de los empleos, a los que han dedicado lo mejor de sus vidas, sin más compensación que 20 días de salario por 12 meses de trabajo y un horizonte cerrado: tales son algunas dimensiones del desastre.
Cuando, a raíz de la caída del muro de Berlín y del inmediato hundimiento del comunismo, se puso otra vez de moda repetir que la división izquierda derecha había terminado, Norberto Bobbio publicó un opúsculo en el que indagaba sobre las razones y los significados de esa secular distinción política. Allí escribía que el criterio más frecuente para distinguir la izquierda de la derecha era el de “la diferente actitud que asumen los hombres que viven en sociedad frente al ideal de la igualdad”. Favorecer las políticas que tienden a convertir en más iguales a los desiguales, como la defensa de los derechos sociales —derecho a la educación, al trabajo, a la salud—, era la expresión práctica de esa actitud que la socialdemocracia convirtió en política de Estado. A ella ha debido nuestra sociedad lo mejor de los últimos 35 años. Es lástima que a quienes vimos nacer y robustecerse esa política no nos quede más futuro que contemplar su ruina.

PRENSA. Viñeta de EL ROTO

   En "El País" (26 octubre 2012):

lunes, 29 de octubre de 2012

POESÍA. "Anduve por el dorso de tu mano...", de Chantal Maillard (Bruselas, 1951)

Chantal Maillard


Anduve por el dorso de tu mano, confiada...

Anduve por el dorso de tu mano, confiada,
como quien anda en las colinas
seguro de que el viento existe,
de que la tierra es firme,
de la repetición eterna de las cosas.
Mas de repente tembló el universo:
llevaste la mano a tus labios
y bostezando abriste la noche
como una gruta cálida.

Llevabas diez mil siglos despertando
y el fuego ardía impaciente en tu boca.

PRENSA. "Esto y aquello". Manuel Rivas

Manuel Rivas

   En "El País":

 27 OCT 2012

En una carta de felicitación de cumpleaños, el escritor Saul Bellow le decía a un viejo amigo: “No te preocupes por esto y aquello, esto y aquello no importan demasiado en la suma final”. En su día lo leí como una ironía reparadora, pero ahora vuelve a la cabeza como un sarcasmo. Entre nosotros, en confianza, esto y aquello empiezan a sumar demasiado. La cifra de parados, que avanza implacable hacia un invierno de seis millones de personas, tiene ya esa dimensión de lo indescifrable. Allí donde se pierde la cuenta. En lo desalmado. En ese territorio del desahucio, de la desposesión, estamos ya en la cuenta de las bajas mortales, con gente rota que acaba de romperse del todo por despidos injustos y por el mecanismo de las ejecuciones hipotecarias. En el último año, se han incrementado en un 25% los lanzamientos,las expulsiones de gentes de sus viviendas o locales de trabajo. Legal, sí, pero criminal.
El reciente informe de una comisión de jueces es demoledor. Atribuye esta situación a la “ligereza y mala praxis” bancaria. Pero mientras el dinero público, sustraído a los ciudadanos, se destina a sanear las cuentas de los causantes del estropicio, nadie detiene la apisonadora. Las viviendas que pierden las familias en apuros pasan de nuevo a manos de los expoliadores y a precio de saldo. No es mafia, pero se parece un huevo. Lástima que esta casta, la que se enriquece con la ruina, no se muera de risa. No hay lucha de clases. Lo que hay es un Estado de abuso: sangría a los asalariados, estupor de clase media, estampida emigrante de jóvenes. Y privilegios para los privilegiados.
En el drama del desahucio, ¿por qué no se aprueba ya una moratoria que evite que la gente quede a la intemperie mientras no se revisa una ley anacrónica e injusta?
Esto y aquello y lo otro están sumando de más.

PRENSA CULTURAL. Entrevista a Ken Follett, sobre la aparición de su novela "El invierno del mundo"

El escritor galés Ken Follett, durante su visita a Madrid. / SAMUEL SÁNCHEZ ("el país")

   En "El País":

Ken Follett: “Contamos historias para comprendernos a nosotros mismos”

El escritor, que publica 'El invierno del mundo', segunda parte de su trilogía The Century, desvela las claves de su escritura

El secreto de haber vendido cien millones de libros estaría en sus estudios de filosofía, periodismo, la neurociencia, la planificación y las historias

 Madrid 27 OCT 2012 

Con una sonora carcajada, Ken Follett cierra el capítulo donde acaba de dar pistas sobre el éxito de su literatura: filosofía, periodismo, ciencia y emociones, cálculo e historias. El resultado son más de cien millones de libros vendidos y uno de esos poquísimos autores de ventas multimillonarias que cada día son más respetados por los críticos. Así lo confirma El invierno del mundo (Plaza-Janés), segunda entrega de su trilogía 'The Century', donde ha cambiado la Edad Media para contar el convulso siglo XX.
Antes de esa risa ha estado serio y cordial posando para el fotógrafo. Ahí está, sentado en una silla en uno de los solitarios y elegantes pasillos alfombrados del hotel Ritz de Madrid, custodiado por las lámparas de pared.
Ya en la suite, el escritor galés de 63 años (autor del best seller Los pilares de la tierra, el libro más vendido de España), se acomoda en un sillón y empieza a contar, con su voz de narrador de radionovelas, los motivos por los que aún le entusiasma escribir...
“Es lo que más me interesa en la vida. Es un reto. Es la mejor forma que tengo de vivir. Si haces algo que realmente te gusta lo disfrutas, por más dificultades que te encuentres. Yo quiero que me lean. En cuanto a quedar en blanco, la verdad es que aún no me ha sucedido, pero toco madera”. Entonces se inclina hacia delante y da dos golpecitos en la pata de la mesilla de centro.
Pilar uno. Con una treintena de libros editados, su nombre traspasa las fronteras británicas cuando en 1978 publica La isla de las tormentas y en 1989 se consolida con Los pilares de la tierra. ¿Dónde está la clave para un autor que apenas conoce los altibajos en ventas? Una de ellas se remonta a los años sesenta, a sus estudios de filosofía en Londres…
“Uno siempre se hace preguntas y cuando estudia filosofía se las sigue formulando y encontrando nuevas respuestas de las que surgen más preguntas. Por ejemplo: ¿cómo sabemos que esto de aquí no es así; o, acaso, solo es una ilusión? Quizá solo esté en mi imaginación. Son preguntas que se hacen para comprender la vida y el mundo que nos rodea. Así es como la filosofía ejercita mi imaginación”.
Pilar dos. Después de sus estudios de filosofía, Follett toma cursos de periodismo y lo ejerce. Faltan cuatro años para su primer libro, en 1974:La gran aguja...
“La principal ventaja es que durante esa etapa me hizo escribir durante años todos los días en un estilo rápido y seco. Su aportación a mi escritura es planificar, tener claro lo que hay que contar. Pero el lector de una novela no quiere solo los hechos. Quiere entrar en un mundo. No fue fácil”.
Pilar tres. Falta la clave para retener al lector la mayor parte del tiempo, conquistarlo...
“Cuando alguna emoción entra en los demás, también nosotros la sentimos. Hay una conexión entre las personas. Si una de ellas tiene miedo, la otra también lo tendrá, otra cosa es la manera como reaccione cada uno. Me lo explicó hace mucho tiempo un neurocientífico: tenemos un circuito cerebral que transmite todo esto del contagio de las emociones. Cuando escribo, si yo quiero suspenso o aprensión se la doy a uno de los personajes y esas sensaciones hechas palabras llegarán al lector. Antes debo crear el entorno, el ambiente, el ritmo, de tal manera que facilite al lector el camino hacia esa emoción. Es algo casi musical, como el efecto de la música en el cine”.
Pilar cuatro. Queda saber cómo prepara los libros donde los personajes, que suelen ser muchos en sus obras, son una pieza esencial. Follett sabe de antemano el destino de sus criaturas, de principio a fin. Nada deja al azar. Cuando se sienta a escribir, después de investigar y crear la hoja de ruta, ese nuevo mundo a punto de ser creado ya está cerrado...
“Hago notas de los personajes en un programa informático, el Excel, donde los tengo con todas sus características y el papel que juegan en la historia. Si durante la escritura olvido algo repaso esa hoja. Una vez concibo cada personaje sé perfectamente qué va a ser de él. Planifico minuciosamente cada libro antes de sentarme a escribir. ¡Nunca hay improvisación en mis novelas! Es un proceso muy racional, pero una vez creada la trama, los personajes y la estructura es cuando doy rienda suelta a la imaginación para contarlo de la mejor manera”.
Pilar cinco. Historias, saber, desvelar... la vida diaria de cualquier persona es un continuo flujo de historias. La de El invierno del mundo es la de cinco familias (de tres generaciones) de diferentes países e ideologías e ilusiones entre sus propios miembros, que ya aparecieron en la La caída de los gigantes (centrada en la I Guerra), ahora en los años 30: nazismo, Guerra Civil y Segunda Guerra Mundial, hasta el comienzo de la Guerra Fría; y que reaparecerán en 2014 en Age of Eternity (desde la construcción del muro de Berlín en 1961 hasta...)
¿Por qué la gente quiere historias? Follett se echa hacia delante y se acomoda en el borde del sillón en lo que tarda en exclamar: “¡Es la gran pregunta!”. Calla y dice: “Es la forma como entendemos el mundo. Cuando el marido o la mujer llegan a casa después del trabajo cuentan cómo ha sido la jornada y sin saberlo crean una historia. Si uno quiere explicar algo cuenta un relato. Las preguntas activan historias. Pensamos en términos de cómo relatar, cómo hacernos entender y captar la atención. Eso nos permite dar sentido a lo que hacemos”.
¿Especialmente si es una mentira?
“¡Ja, ja, ja, ja…! Sí, para resultar creíbles. Muy a menudo para comprendernos a nosotros mismos”.